490. "Si un
hombre ama a los gatos no necesito saber más nada sobre él, desde ese mismo
momento tal hombre es, incondicionalmente, mi amigo". (Mark Twain)
489. Postal de Louis Wain, quien amaba tanto a
la Navidad como a los gatos. “La Navidad es como un baile en una fiesta de
gatos”, le gustaba decir.
488. “Soy un
gato, aunque no tengo nombre todavía. No sé dónde nací. Mi primer recuerdo es
un lugar húmedo y umbrío donde me pasaba el día maullando sin parar. Fue allí
donde por primera vez tuve ocasión de poner mis ojos sobre un espécimen de raza
humana...”' Así comienza la novela «Soy un gato» de Natsume Sōseki, auténtico
hito de la literatura japonesa, verdadera sátira sobre la burguesía Meiji que a
pura imaginación y con corrosivo humor recorre las peripecias de un gato
filósofo en medio de la disparatada fauna de seres humanos con la que le ha
tocado convivir, todos miembros de la políticamente correcta clase media urbana
tokiota.
487. “Se puede
querer más a los gatos que a las personas…”, asegura Manuel Burque Hodgson,
actor y guionista español de teatro, cine y televisión.
486. JUEGO:
¿Puedes ver al gato? No hagas trampa. Sólo después de encontrarlo o de desistir
lee lo que sigue, LA SOLUCIÓN: Sí, arriba, a la derecha, casi en el ángulo. Ahí está. Abre su boca y tiene dos orejas,
pero no pico… Ahora, sé sincero. ¿Lo habías encontrado?
485. “Prefiero
la soledad junto a mis gatos, la prefiero antes que las fiestas o los eventos
artísticos. Estar con mis gatos jugando en casa, eso deseo”. (Anna Magnani)
484. “La Última
Cena” de Pietro Lorenzetti, fresco de la Basílica de Asís, pintado entre 1315 y
1319, en el que vemos la célebre escena en un pabellón hexagonal, con los
apóstoles rodeando a Jesús, y al lado una escena que retrata las labores
cotidianas en una cocina mientras un perro lame las sobras de un plato y un
gato descansa sereno, misterioso y distante de ambas situaciones.
483. “Lo
sabemos: son extraterrestres, vienen del espacio exterior y dominarán el mundo.
Están entre nosotros desde hace tiempo, ocupando nuestras camas y nuestras
alfombras. Y, sobre todo, tienen toda una ciencia a cuestas. Sí: la ciencia de
los gatos. Uno de los misterios de la vida felina es su imparable amor por las
cajas: les resultan irresistibles y no pueden verlas sin desear estar dentro.
¿Será que les sale el salvaje que llevan en su interior y la usan como
escondite para sorprender a sus presas? No necesariamente; las investigaciones
indican que un entorno cerrado (como el de las cajas) disminuye mucho los
niveles de estrés en los gatos y hasta les mejora las interacciones futuras con
otros gatos o incluso con esos otros bichos bobos, los humanos. Pero no sólo de
cajas viven los gatos: podemos encontrarlos en la bañera (vacía, claro), en
bolsas, cajones y hasta en zapatos. Así como les encanta el calor (parece ser
que sus preferencias están por encima de los 30°C), además de dormir al sol, un
buen refugio cerrado les puede brindar una temperatura de lo más agradable…”
(Así comienza el imperdible artículo escrito por Diego Golombek para La Nación
que puedes seguir leyendo en
https://www.lanacion.com.ar/1783406-ciencia-felina )
482. “Lo que me
encantó de Londres fueron sus tranquilos gatos rayados por todos lados, algunos
dormidos plácidamente en la puerta de los negocios y carnicerías, con la gente
teniendo que pasarles por arriba para poder ingresar, otros retozando al sol en
las vidrieras pese a los rugidos de los coches, autobuses y tranvías. Londres
debe de ser la tierra de los gatos, abundan sobre las cercas de St. John Wood
donde las ancianas amorosas los alimentan con cariño, como mi madre alimenta a
mis gatos…” (Jack Kerouac)
481. “La gata
entra en la sala donde estamos reunidos / No es de Angora, no es persa / Ni de
ninguna marca prestigiosa / Más bien exhibe en su gastada pelambre / Toda clase
de cruces y bastardías / Pero tiene conciencia de ser gata / Por tanto pasa
revista a los presentes / Nos echa en cara un juicio desdeñoso y se larga / No
con la cola entre las patas: / Erguida como penacho o estandarte de guerra /
Altivez, gatidad / Ni el menor deseo de congraciarse con nadie / Duró medio
minuto el escrutinio / Dice la gata a quien entienda su lengua: / Nunca dejes
que nadie te desprecie” (“Gatidad”, poema de José Emilio Pacheco)