martes, 2 de septiembre de 2025

Bolsa de Gatos 1281/1290

 




1290. Leonora Carrington, pintora surrealista tan inglesa como mexicana, en su estudio con su gato. «Los gatos me hablan, los escucho. Son más límpidos que los humanos», dijo alguna vez. (Fotografía de Emeric “Chiki” Weisz)





1289. James Mason y su esposa Pamela Kellino fueron devotos amantes de los gatos. Los medios de comunicación informaban con frecuencia de su afición gatera y de la colección de gatos que llegaron a tener en sus hogares, ya en Surrey o en Beverly Hills. Las historias de los felinos de la famosa pareja se hicieron tan populares que en 1949 los Mason publicaron un libro titulado "Los gatos en nuestras vidas". James, que era también artista plástico, aparte de multipremiado actor, lo ilustró con dibujos y pinturas. Actualmente es un título difícil de encontrar y bastante caro entre los coleccionistas. En sus páginas relataban historias divertidas y muchas veces conmovedoras sobre los gatos que habían tenido y amado tanto. Baby, Lady Leeds, Whitey, Zeke, Toppy, Sharon, Nibbler, Sadie y Flower Face fueron sólo algunas de las ‘musas maulladoras’ que inspiraron a Mason y Pamela a escribir el libro cuyo lanzamiento mereció exhibirlos en plena tarea en la portada de la célebre revista Life.





1288.  “¿Piensan los gatos? / Dicen que los gatos no piensan, / pero eso es difícil de creer. / Como no pueden hablar, / ¿cómo puede alguien saberlo? / Lo cierto es que Gatito, / cuando orina en la almohada, / se esconde rápidamente: / sabe que ha hecho algo mal. / Y si la comida está caliente, / antes de comer, / la toca con mucho cuidado con la pata para comprobarlo. / Sólo cuando la temperatura de la comida es normal / viene por fin a comer. / ¿Y puedes explicarme cómo supo que se enfriaría?” (Poema del Poeta gatero Ferreira Gullar con su siamés Gatito)




1287. Julius Adam II (1852-1913), fue un artista alemán especializado en la pintura protagonizada por animales, en especial sus admirados gato. Julius estudió pintura desde muy niño, dedicándose en sus primeros trabajos principalmente al paisaje antes de volcarse a pintar animales. Al iniciar el siglo XIX los retratos con gatos se pusieron de moda y Adam tuvo un éxito rotundo pintando gatos, tanto que llegó a ser conocido como Julius «Gato» Adam. Aquí lo vemos en su famoso autorretrato de 1911 con sus propios gatos.





1286. El maestro de la meditación de Lingdok, un pequeño pueblo del noreste de la India, 1972. Conocido como el Gomchen, título que significa "el gran meditador", este monje celibe de 87 años vivía en retiro en una cabaña aislada en el bosque, acompañado solo por un joven asistente y un gato. Totalmente sordo y dedicado por completo a la contemplación, pasaba horas en meditación y vivía de las ofrendas de los peregrinos, las que compartía con su gato, porque nunca debían faltarle por ser una divinidad a su cargo, y a veces con su discípulo, como parte de su instrucción para que aprenda, por ejemplo, sobre la abundancia y la privación.





1285. "Hace 14 años heredamos un gatito de meses. Mis hijos y mi mujer se entusiasmaban con  tenerlo en casa. Yo con más congelado sentido práctico me resistía. Nunca me habían gustado demasiado esos bichos. Impredecibles. Un verano por hacerme el langa con una muchacha que gustaba mucho de ellos había alzado a uno en el puerto de Olivos y el muy mierda me había clavado las garras a la altura del codo. Cené haciéndome el distraído toda la noche con el brazo inflado como popeye pero a rayas. Yo soy de los perros, decía, no me jodan a mí con los gatos. Gato marrón. Alguna vez un pintor me había dicho que si mezclás todos los colores de la paleta da marrón, color caca me había dicho. No compraba jamás de los jamases ropa marrón, por ejemplo. El gatito encima era marrón. Caca pura. Chocolate decían mis hijos buscandole la imagen positiva. Si entra un gato salgo yo, dije un poquito sobreactuado de más. Pero se ve que ya había fayuteado tantas amenazas yo que ni pelota me dieron. O vieron la oportunidad de algún buen trueque. Me dejaron bautizarlo para ver si me ponían más frufrú. Le pusimos Fausto. Yo me sentaba a escribir, venía y se me sentaba arriba el hinchapelotas. Yo lo bajaba más o menos delicadamente. Y el pesado volvía. Como yo estaba mucho en casa me tenía de abrigo. ¿Qué soy, una estufa yo acá, carajo…?  Resulta que acá se van todos y encima me lo banco yo todo el día al animal. Me di cuenta al final que era más fácil dejarlo hacer lo que quisiera, má sí, querés subirte, subite cabeza de termo. Cada tanto lo acomodaba para que no fastidie. Por lo menos es suavecito sentía. Todos los días lo mismo. Eso. Y frotarse la cabeza contra mi oreja. Y ronronear. Y eso de tocarte la mano con la patita. Y uno no es de fierro tampoco. Cuando unos meses después la familia me escuchó decir en la mesa “mi gatito” hicieron silencio compasivo. Nadie se rió, pero yo no soy ningún tonto, eh. Escribí todas mis últimas obras con Fausto a cuestas. El tipo entendía la mierda esta de la dramaturgia. Cuando se sentaba encima de un borrador  era claro que me lo estaba curando. Fue el curador de cada borrador impreso. Este sí, este no. Cuando se levantaba aburrido y se iba al balcón yo entendía con claridad que no valía la pena seguir haciendo fuerza y me iba con él. Si yo regaba él seguía con atención de espectador fascinado el recorrido del agua que drenaba la maceta, y yo me colgaba pensando en la importancia de no perder el hilo del conflicto eje.  A veces la cosa no avanzaba; y el tipo se ponía a maullar. Yo sabía: rompía la hoja, hacía seis bollos y jugamos un rato al metegolentra en la puerta de la cocina. A la vuelta siempre se me ocurría algún otro recursito salva escena. Era tan práctico todo en el bicho que me hacía pensar a cada momento en la limpieza de las estructuras, en la belleza de las elipsis, en lo bueno de ir al grano. Hace un par de meses se enfermó. Los riñones. Estaba viejo y muy flaco. Lo llevábamos a la veterinaria, le pasaban suero y levantaba de nuevo unos días. Anteanoche llovía fuerte. Pidió salir al jardín, le abrimos, y él que le disparaba al agua como a la peste, él que no se alejaba nunca de los límites del territorio que alguna vez había meado, se fue caminando medio errante bajo la tormenta y se internó en el terreno lindero. Lo salimos a buscar con paraguas y linternas y lo encontramos acurrucado en el quincho de un vecino. Comprendimos que había llegado la hora. Se iba para terminar la vida alejado, ese atavismo raro y poético de los gatos. Ayer murió. Hice un pozo tal vez demasiado profundo en el jardín y lo enterramos. Le planté unos helechos serruchos. Yo lagrimeé, mi mujer lloró. Ella dice que como yo lloro poco sufro el doble, y debe tener razón. Pero puedo escribir, que al final es catarsis también. Y despedirme en letras. Cada uno hace lo que puede. Chau Fausto, Chau coautor. Hoy salimos a caminar y a la vuelta lo extrañamos al entrar a la casa. Me saqué el ponchito marrón que enrollo sobre el abrigo marrón, que me calzo sobre mi camisa marrón (todos los que me conocen saben de esta manía monocromática que vaya a saber cómo me ha agarrado a mí desde hace varios años, si hasta medias marrones tengo en la fotito, sentado sobre mi sillón marrón). Agarré la compu para seguir con la obra que me desvela pero no, salió esto". (Mauricio Kartun, dramaturgo y director de teatro)





1284. “Somos grandes gatos, tu e eu. / Por isso, dormitamos no sofá / a ouvir a imitação da chuva / que o filtro do aquário faz ressoar na sala. / Gostamos de estar assim, / horas e horas, tentando / acalmar a bravura do relógio. / Porque a paz não é bem a paz, / mas apenas a ausência da guerra.” (“Pax simulata”, en portugués, para que con la traducción no perdamos su bella musicalidad original, poema de Luís Palma Gomes, en la imagen, junto a sus piernas, vemos dormitando a su gata que no se deja fotografiar, publicado el 27 de junio de 2025 en su muy recomendable blog poético personal https://arvorecomvoz.blogspot.com/)





1283. “Los amantes de los felinos evangelizan a minorías intensas. Las personas que nunca han tenido animales en sus vidas no sólo no comprenden sino que suelen plantear que es absurdo amar a esas criaturas indómitas, autosuficientes, de temperamento independiente, impermeables a las amenazas, desobedientes por naturaleza. El filólogo y periodista asturiano Pedro Zuazua Gil confiesa que nunca fue un gran animalista hasta que apareció Mía, una gata blanca y marrón claro, y se convirtió en un apasionado padre primerizo hipocondríaco. «En una de las múltiples ocasiones en las que se subió a la mesa, no sé cómo intenté bajarla y se me resbaló de las manos, cayendo al suelo. No le dio tiempo a girarse antes del golpe y, al levantarse, cojeaba ostensiblemente… Mía iba caminando con la patita derecha en el aire y se notaba que le dolía mucho. Mi primer pensamiento fue que la había dejado coja para siempre. Por mi mente pasaron infinidad de gatos y perros a los que había visto con una pata en cabestrillo. Pobre Mía, había ido a parar a la casa de un tipo que a las dos semanas la había convertido en una gata lisiada», recuerda el autor de “En mi casa no entra un gato”, un libro delicioso, una bocanada de oxígeno y carcajadas en este mundo pandémico.” (Por Silvina Friera para Página12 – Suplemento de Cultura y Espectáculos del 16 de julio de 2020)





1282. Aunque tras la pandemia pudo confesar que mató a sus queridos diecisiete gatos a escopetazos durante una de sus penosas demenciales crisis por drogas, Ozzy Osbourne hizo servicios públicos para PETA, como este en el que imputa la crueldad oculta tras la práctica de quitarles sus garras a los gatos. “La desungulación de las garras en los dedos de los gatos es una horrible imbecilidad. Si tu sofá es más importante para vos que la salud y la felicidad de tu gato, ¡no mereces tenerlo! Cómprale un rascador a tu gato; no lo mutiles más”, lanzó Ozzy para esta campaña. Por más que los malinformados puedan pensar que es una simple manicura, la desungulación es en realidad una práctica dolorosa. Sin sus garras como primera línea de defensa, los gatos se sienten tan inseguros que tienden a morder con más frecuencia como forma de autoprotección. Incluso los gatos adiestrados pueden orinar y defecar fuera de su caja para hacer sus necesidades y tener otros comportamientos agresivos cuando les cortan las uñas. Adicionalmente, como información, sepan que en el verano de 2019 el gobernador Andrew Cuomo hizo historia cuando Nueva York se convirtió en el primer estado de EE.UU en prohibir la desungulación de gatos. Los que buscan proteger sus muebles más que a sus mininos pueden consultar sobre las maneras humanas de evitar que los gatos los arañen para estirarse las uñas en el libro de Ingrid Newkirk, Presidenta de PETA: "250 acciones que puedes hacer por tu gato”, entre ellas no cortarles sus uñas.





1281. Instantáneas gatunas – El 22 de julio pasado falleció en Jordans, Reino Unido, Ozzy Osbourne, mítico cantante de rocanrol y líder de Black Sabbath. Así fue recordado en las redes por sus seguidores gateros.



2 comentarios:

  1. Como me gustan. A ver si encuentro una foto mía con alguno de mis gatos y te la paso. Un abrazo

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  2. Tu sabiduría gatuna no deja de sorprenderme!
    Qué buena entrada.
    Un abrazo enorme poeta!

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