1290. Leonora Carrington, pintora surrealista tan
inglesa como mexicana, en su estudio con su gato. «Los gatos me hablan, los
escucho. Son más límpidos que los humanos», dijo alguna vez. (Fotografía de
Emeric “Chiki” Weisz)
1289. James Mason y su esposa Pamela Kellino fueron
devotos amantes de los gatos. Los medios de comunicación informaban con
frecuencia de su afición gatera y de la colección de gatos que llegaron a tener
en sus hogares, ya en Surrey o en Beverly Hills. Las historias de los felinos
de la famosa pareja se hicieron tan populares que en 1949 los Mason publicaron
un libro titulado "Los gatos en nuestras vidas". James, que era
también artista plástico, aparte de multipremiado actor, lo ilustró con dibujos
y pinturas. Actualmente es un título difícil de encontrar y bastante caro entre
los coleccionistas. En sus páginas relataban historias divertidas y muchas
veces conmovedoras sobre los gatos que habían tenido y amado tanto. Baby, Lady
Leeds, Whitey, Zeke, Toppy, Sharon, Nibbler, Sadie y Flower Face fueron sólo
algunas de las ‘musas maulladoras’ que inspiraron a Mason y Pamela a escribir
el libro cuyo lanzamiento mereció exhibirlos en plena tarea en la portada de la
célebre revista Life.
1288. “¿Piensan los gatos? / Dicen que los gatos no piensan, / pero eso es difícil de creer. / Como no pueden hablar, / ¿cómo puede alguien saberlo? / Lo cierto es que Gatito, / cuando orina en la almohada, / se esconde rápidamente: / sabe que ha hecho algo mal. / Y si la comida está caliente, / antes de comer, / la toca con mucho cuidado con la pata para comprobarlo. / Sólo cuando la temperatura de la comida es normal / viene por fin a comer. / ¿Y puedes explicarme cómo supo que se enfriaría?” (Poema del Poeta gatero Ferreira Gullar con su siamés Gatito)
1287. Julius Adam II (1852-1913), fue un artista
alemán especializado en la pintura protagonizada por animales, en especial sus
admirados gato. Julius estudió pintura desde muy niño, dedicándose en sus
primeros trabajos principalmente al paisaje antes de volcarse a pintar
animales. Al iniciar el siglo XIX los retratos con gatos se pusieron de moda y
Adam tuvo un éxito rotundo pintando gatos, tanto que llegó a ser conocido como
Julius «Gato» Adam. Aquí lo vemos en su famoso autorretrato de 1911 con sus
propios gatos.
1286. El maestro de la meditación de Lingdok, un
pequeño pueblo del noreste de la India, 1972. Conocido como el Gomchen, título
que significa "el gran meditador", este monje celibe de 87 años vivía
en retiro en una cabaña aislada en el bosque, acompañado solo por un joven asistente
y un gato. Totalmente sordo y dedicado por completo a la contemplación, pasaba
horas en meditación y vivía de las ofrendas de los peregrinos, las que
compartía con su gato, porque nunca debían faltarle por ser una divinidad a su
cargo, y a veces con su discípulo, como parte de su instrucción para que
aprenda, por ejemplo, sobre la abundancia y la privación.
1285. "Hace 14 años heredamos un gatito de
meses. Mis hijos y mi mujer se entusiasmaban con tenerlo en casa. Yo con más congelado sentido
práctico me resistía. Nunca me habían gustado demasiado esos bichos.
Impredecibles. Un verano por hacerme el langa con una muchacha que gustaba
mucho de ellos había alzado a uno en el puerto de Olivos y el muy mierda me
había clavado las garras a la altura del codo. Cené haciéndome el distraído
toda la noche con el brazo inflado como popeye pero a rayas. Yo soy de los
perros, decía, no me jodan a mí con los gatos. Gato marrón. Alguna vez un
pintor me había dicho que si mezclás todos los colores de la paleta da marrón,
color caca me había dicho. No compraba jamás de los jamases ropa marrón, por
ejemplo. El gatito encima era marrón. Caca pura. Chocolate decían mis hijos buscandole
la imagen positiva. Si entra un gato salgo yo, dije un poquito sobreactuado de
más. Pero se ve que ya había fayuteado tantas amenazas yo que ni pelota me
dieron. O vieron la oportunidad de algún buen trueque. Me dejaron bautizarlo
para ver si me ponían más frufrú. Le pusimos Fausto. Yo me sentaba a escribir,
venía y se me sentaba arriba el hinchapelotas. Yo lo bajaba más o menos
delicadamente. Y el pesado volvía. Como yo estaba mucho en casa me tenía de
abrigo. ¿Qué soy, una estufa yo acá, carajo…? Resulta que acá se van todos y encima me lo
banco yo todo el día al animal. Me di cuenta al final que era más fácil dejarlo
hacer lo que quisiera, má sí, querés subirte, subite cabeza de termo. Cada
tanto lo acomodaba para que no fastidie. Por lo menos es suavecito sentía.
Todos los días lo mismo. Eso. Y frotarse la cabeza contra mi oreja. Y
ronronear. Y eso de tocarte la mano con la patita. Y uno no es de fierro
tampoco. Cuando unos meses después la familia me escuchó decir en la mesa “mi
gatito” hicieron silencio compasivo. Nadie se rió, pero yo no soy ningún tonto,
eh. Escribí todas mis últimas obras con Fausto a cuestas. El tipo entendía la
mierda esta de la dramaturgia. Cuando se sentaba encima de un borrador era claro que me lo estaba curando. Fue el
curador de cada borrador impreso. Este sí, este no. Cuando se levantaba
aburrido y se iba al balcón yo entendía con claridad que no valía la pena
seguir haciendo fuerza y me iba con él. Si yo regaba él seguía con atención de
espectador fascinado el recorrido del agua que drenaba la maceta, y yo me
colgaba pensando en la importancia de no perder el hilo del conflicto eje. A veces la cosa no avanzaba; y el tipo se
ponía a maullar. Yo sabía: rompía la hoja, hacía seis bollos y jugamos un rato
al metegolentra en la puerta de la cocina. A la vuelta siempre se me ocurría
algún otro recursito salva escena. Era tan práctico todo en el bicho que me
hacía pensar a cada momento en la limpieza de las estructuras, en la belleza de
las elipsis, en lo bueno de ir al grano. Hace un par de meses se enfermó. Los
riñones. Estaba viejo y muy flaco. Lo llevábamos a la veterinaria, le pasaban
suero y levantaba de nuevo unos días. Anteanoche llovía fuerte. Pidió salir al
jardín, le abrimos, y él que le disparaba al agua como a la peste, él que no se
alejaba nunca de los límites del territorio que alguna vez había meado, se fue
caminando medio errante bajo la tormenta y se internó en el terreno lindero. Lo
salimos a buscar con paraguas y linternas y lo encontramos acurrucado en el quincho
de un vecino. Comprendimos que había llegado la hora. Se iba para terminar la
vida alejado, ese atavismo raro y poético de los gatos. Ayer murió. Hice un
pozo tal vez demasiado profundo en el jardín y lo enterramos. Le planté unos
helechos serruchos. Yo lagrimeé, mi mujer lloró. Ella dice que como yo lloro
poco sufro el doble, y debe tener razón. Pero puedo escribir, que al final es
catarsis también. Y despedirme en letras. Cada uno hace lo que puede. Chau
Fausto, Chau coautor. Hoy salimos a caminar y a la vuelta lo extrañamos al
entrar a la casa. Me saqué el ponchito marrón que enrollo sobre el abrigo
marrón, que me calzo sobre mi camisa marrón (todos los que me conocen saben de
esta manía monocromática que vaya a saber cómo me ha agarrado a mí desde hace
varios años, si hasta medias marrones tengo en la fotito, sentado sobre mi
sillón marrón). Agarré la compu para seguir con la obra que me desvela pero no,
salió esto". (Mauricio Kartun, dramaturgo y director de teatro)
1284. “Somos grandes gatos, tu e eu. / Por isso,
dormitamos no sofá / a ouvir a imitação da chuva / que o filtro do aquário faz
ressoar na sala. / Gostamos de estar assim, / horas e horas, tentando / acalmar
a bravura do relógio. / Porque a paz não é bem a paz, / mas apenas a ausência
da guerra.” (“Pax simulata”, en portugués, para que con la traducción no
perdamos su bella musicalidad original, poema de Luís Palma Gomes, en la
imagen, junto a sus piernas, vemos dormitando a su gata que no se deja
fotografiar, publicado el 27 de junio de 2025 en su muy recomendable blog
poético personal https://arvorecomvoz.blogspot.com/)
1283. “Los amantes de los felinos evangelizan a
minorías intensas. Las personas que nunca han tenido animales en sus vidas no
sólo no comprenden sino que suelen plantear que es absurdo amar a esas
criaturas indómitas, autosuficientes, de temperamento independiente,
impermeables a las amenazas, desobedientes por naturaleza. El filólogo y
periodista asturiano Pedro Zuazua Gil confiesa que nunca fue un gran animalista
hasta que apareció Mía, una gata blanca y marrón claro, y se convirtió en un
apasionado padre primerizo hipocondríaco. «En una de las múltiples ocasiones en
las que se subió a la mesa, no sé cómo intenté bajarla y se me resbaló de las
manos, cayendo al suelo. No le dio tiempo a girarse antes del golpe y, al
levantarse, cojeaba ostensiblemente… Mía iba caminando con la patita derecha en
el aire y se notaba que le dolía mucho. Mi primer pensamiento fue que la había
dejado coja para siempre. Por mi mente pasaron infinidad de gatos y perros a
los que había visto con una pata en cabestrillo. Pobre Mía, había ido a parar a
la casa de un tipo que a las dos semanas la había convertido en una gata
lisiada», recuerda el autor de “En mi casa no entra un gato”, un libro
delicioso, una bocanada de oxígeno y carcajadas en este mundo pandémico.” (Por
Silvina Friera para Página12 – Suplemento de Cultura y Espectáculos del 16 de
julio de 2020)
1282. Aunque tras la pandemia pudo confesar que
mató a sus queridos diecisiete gatos a escopetazos durante una de sus penosas
demenciales crisis por drogas, Ozzy Osbourne hizo servicios públicos para PETA,
como este en el que imputa la crueldad oculta tras la práctica de quitarles sus
garras a los gatos. “La desungulación de las garras en los dedos de los gatos
es una horrible imbecilidad. Si tu sofá es más importante para vos que la salud
y la felicidad de tu gato, ¡no mereces tenerlo! Cómprale un rascador a tu gato;
no lo mutiles más”, lanzó Ozzy para esta campaña. Por más que los malinformados
puedan pensar que es una simple manicura, la desungulación es en realidad una
práctica dolorosa. Sin sus garras como primera línea de defensa, los gatos se
sienten tan inseguros que tienden a morder con más frecuencia como forma de
autoprotección. Incluso los gatos adiestrados pueden orinar y defecar fuera de
su caja para hacer sus necesidades y tener otros comportamientos agresivos
cuando les cortan las uñas. Adicionalmente, como información, sepan que en el
verano de 2019 el gobernador Andrew Cuomo hizo historia cuando Nueva York se
convirtió en el primer estado de EE.UU en prohibir la desungulación de gatos.
Los que buscan proteger sus muebles más que a sus mininos pueden consultar sobre
las maneras humanas de evitar que los gatos los arañen para estirarse las uñas
en el libro de Ingrid Newkirk, Presidenta de PETA: "250 acciones que
puedes hacer por tu gato”, entre ellas no cortarles sus uñas.
1281. Instantáneas gatunas – El 22 de julio
pasado falleció en Jordans, Reino Unido, Ozzy Osbourne, mítico cantante de
rocanrol y líder de Black Sabbath. Así fue recordado en las redes por sus
seguidores gateros.
Como me gustan. A ver si encuentro una foto mía con alguno de mis gatos y te la paso. Un abrazo
ResponderEliminarTu sabiduría gatuna no deja de sorprenderme!
ResponderEliminarQué buena entrada.
Un abrazo enorme poeta!