1120.”Un gato callejero llamado Bob” de James
Bowen es un best seller mundial: la historia en primera persona de un hombre
que vive en las calles de Londres y tiene la buena fortuna de hacerse amigo de
un gato. James Bowen es un músico callejero de los tantos que hay por las
calles de todo el mundo que un día se encuentra con un gato callejero de los
tantos que hay por las calles y tejados de todo el mundo, y decide llamarlo Bob
para, a partir de ese mismo momento y por varios años, ser compañeros inseparables.
Tanto le cambiaría la vida a James Bowen ese encuentro fortuito con el gato Bob
que se convertiría en millonario. Juntos viajarían por todos lados y hasta
harían la película “Un gato callejero llamado Bob” contando sus vivencias y
aventuras, y publicarían además tres libros, “El mundo según Bob”, “Un regalo
de Bob” y “El pequeño libro de Bob” vendiendo más de 10 millones de copias en
casi 40 idiomas. James Bowen pasaría entonces de vivir en la calle a tener su
propio piso, dejaría atrás la triste vida de un marginal depresivo que no podía
dejar las drogas para reintegrarse a la sociedad, siempre al lado de su querido
amigo Bob, hasta que pasados los años, muy felices años juntos, al cumplir sus
14 Bob falleció, lo que llevó a James Bowen a comunicar a través de un conmovedor mensaje
en su Twitter rubricando esta inolvidable gran historia real: “Bob me salvó la
vida. Tan simple como eso. Me dio mucho más que su afecto y compañía. Con él a
mi lado encontré mi camino y la determinación que me faltaba. Nunca hubo nadie
como él para mí y nunca lo habrá. Siento como si hubieran apagado la luz en mi
vida. Nunca lo olvidaré ni alcanzaré a agradecerle todo lo que hizo posible…”
1119. “Todos los gatos de la región son un ruido
en el techo / igual que el de los reos fondeados entre bolsas en un hueco del
río / -ritos de amor, ritos de combate- / hasta que se descuelgan ya muertos o
cansados / para asediar mi casa / se revuelven / como tribus de arañas en el
fondo del agua / me reclaman un lugar en el lecho / y de comer según los usos
del último tratado / -alianza concertada con el viejo que dio nombre a los
gatos / sembró las margaritas, los geranios / (donde orino cuando estoy
apurado) / comió sobre esta mesa /
durmió sobre esta cama / murió sobre esta cama como un sapo / Las moscas
de mi mesa son las mismas que engordan / en la mesa de mis ochovecinos
pensionados de guerra / son de vuelo pesado y paso torpe / mansas para la
muerte, son el día / Por la noche los gatos / Allá vuelven / Cierro la puerta
con dos vueltas de llave, toco madera” (“Por la noche los gatos - Poesía
1961-1986” de Antonio Cisneros)
1118. “Desde siempre me he visto envuelta en esas
situaciones, como aquella mañana con el psiquiatra. Él estaba viviendo en la
casita detrás de la mía mientras remodelaban la casa que se acababa de comprar.
Parecía muy simpático, y además era guapo, así que por supuesto quería causarle
buena impresión, y hasta le habría llevado unos pastelitos de chocolate, pero
tampoco quería violentarlo. Una mañana, justo al amanecer, como de costumbre,
me estaba tomando un café y contemplando desde la ventana mi jardín, que en ese
momento era un prodigio, con las enredaderas de caracolillo en flor y los
delfinios y el cosmos. Me sentí, bueno, me sentí rebosante de alegría… ¿Por qué
titubeo al contarlo? No quiero parecer melindrosa, quiero causar buena
impresión. La cuestión es que estaba contenta, y eché un puñado de alpiste en
la terraza y sonreí abstraída mientras docenas de tórtolas y pinzones acudían a
comer las semillas, cuando de pronto, zas, dos gatos enormes saltaron a la
terraza y empezaron a zamparse los pájaros entre una nube de plumas, en el
preciso momento que el psiquiatra salía por su puerta. Me miró consternado,
dijo «¡Qué horror!» y huyó. A partir de aquella mañana me evitó completamente,
y no eran imaginaciones mías. Cómo habría podido explicarle que todo ocurrió
muy rápido, que no sonreía porque me divirtiera la carnicería de los gatos,
sino que no había dado tiempo a que mi felicidad al ver los caracolillos y los
pinzones se disipara...”(Fragmento de “Manual para mujeres de la limpieza” de
Lucia Berlin)
1117. Jacopo Bassano pintó este cuadro en 1542
cuando el gato era visto como un símbolo de los más horrendos pecados, por lo
que, según los estudiosos, en sus varias representaciones de “La Última Cena”,
mordaz como solía ser, ubicó siempre al gato cerca de Judas, el traidor.
1116. Los Bassano fueron todos grandes pintores amantes
de los gatos. Todos integrantes del manierismo de la Escuela de Venecia proveniente
del Renacimiento italiano. La familia estaba compuesta por Jacopo Bassano, hijo
de Francesco Bassano El Viejo y padre de Francesco Bassano El Joven, y Leandro
Bassano, todos nacidos en Bassano del Grappa, localidad a pocos kilómetros de
Venecia, y todos además coincideron en incluir gatos en sus obras. (Este cuadro
fue pintado por Leandro Bassano, 1557-1622)
1115. “¿Por qué tantos escritores eligen al gato
como mascota? «Porque mi mujer me lo impone, dado que ella también es una gata
y de hecho, aunque adora a los perros, tiene tanto miedo de que les hagan daño
a alguno de nuestros tres mininos que jamás entraría un can en esta casa», nos
dice contundentemente Antonio Escohotado. «Esmeralda, y dudo con ese nombre
porque empezó llamándose Melania, tiene como una extraña pasión carnal conmigo
(risas), y no es broma. Le ha dado tal ataque de amor que todas las noches duerme
en mi cama, ¡sobre mis partes pudendas! Ignoro si porque se trata de una zona
calentita o si anidan en ella otros motivos. El caso es que tengo que
levantarme varias veces al baño, y no lo necesitaría, pero es que me presiona
la vejiga», remata con humor el filósofo, jurista, ensayista, traductor y
profesor universitario español Antonio Escohotado Espinosa en esta entrevista
en https://www.larazon.es/
1114. «Mi gata estuvo ahí como testigo de todos
mis libros», dijo la escritora uruguaya Natalia Mardero.
1113. Disco de Bob Dylan de 1965, “Bringing It
All Back Home”. En la foto de portada aparecen Dylan con un gatito entre las
manos y Sally Grossman, esposa de su manager Albert Grossman, rodeada de
baratijas crípticas y long plays de Lord Buckley y los Impressions, Robert
Johnson y Ravi Shankar, una revista Time con el presidente Lyndon B. Johnson en
la portada y su gato, al que llamó Rolling Stone, entre otros elementos del
decorado. Un poco como en un juego de objetos ocultos, el fotógrago Daniel
Kramer logró plasmar una composición tan ecléctica como el contenido del disco
e incluso recibió una nominación al Grammy a la mejor portada de álbum de rock de ese año.
(Encontrado en https://faroutmagazine.co.uk/)
1112. Albert Einstein amaba a los gatos, pero no
existen fotografías de él con los suyos, que tenía varios, aunque sí registros
en los que explicó: “Me gustan mucho los gatos, me parecen admirables, pero
debo tenerlos en la casa del fondo, por las pulgas, lo que me impide poder
alzarlos y dormir con ellos como quisiera. Pero me encantan y me serenan
también.” (Ante la carencia de imágenes de Einstein junto a sus gatos vemos
esta de la Murrs Galerie Berühmter Katzen de Michael Mathias Precht)
1111. “Yo también reí / pero mi risa no era una
criatura que habitaba el viento / sino un gatito púrpura y desnutrido que
rápidamente se puso a jugar / con las avecillas verdes que llenaban la mañana /
como un árbol de ramas invisibles.”
(Fragmento de “Maíz negro”, poema de Jhavier Romero, poeta, teatrista,
artista conceptual, músico y profesor de literatura panameño, Premio Ricardo
Miró de Poesía 2017, Premio Ricardo Miró de Teatro 2019. Encontrado en https://www.revistaaltazor.cl/)