En lo que no pudo ser
Ansío mejor
1000. Ella me enseñó a amar a los gatos, ella me
enseñó tantas cosas que en su momento no valoré como ahora lo hago. En esta
fotografía de 2001 se la ve enseñándole a su nieto Lautaro a amar a Suri, uno
de nuestros gatos. Lo que son las cosas, ella falleció un 30 de marzo de 2017 y
esta entrada número 1000 de mi Gaterío corresponde editarla también un 30
de marzo. Rara confluencia de hechos que se concatenan para que le dedique esta
entrada a Dora Francisca Bavio de Perrotti, mi Querida Vieja.
999. “El estilo es la respuesta a todo. / Una
manera desenvuelta de afrontar algo aburrido o peligroso. / Hacer algo aburrido
con estilo es mejor que hacer algo peligroso sin estilo. / Hacer algo peligroso
con estilo es lo que yo llamo arte. / Torear puede ser un arte. / Boxear puede
ser un arte. / Amar puede ser un arte. / Abrir una lata de sardinas puede ser
un arte. / No muchos tienen estilo. / No
muchos pueden conservar el estilo. / He visto perros con más estilo que
hombres, / a pesar de que no muchos perros tienen estilo. / Los gatos lo tienen
en abundancia…” (Fragmento de “Estilo”, poema de Charles Bukowski)
998. “Pronto, la carne que la tumba se devoró /
Volverá a ser parte de mí / Seré otra vez una mujer sonriente / Apenas tengo
treinta años y, como los gatos / He de morir siete veces / Esta será la tercera
/ Qué desperdicio / Eso de aniquilarse cada tanto…” (Fragmento de “Lady
Lazarus”, poema de la malograda gran Poeta amante de los gatos Sylvia Plath)
997. Entre los objetos personales que la poeta
Sylvia Plath dejó tras su muerte aquel 11 de febrero de 1963 se encuentra este
dibujo epigrafeado: “Gato francés curioso”. En su enigmática mirada habitan las
preguntas que nunca se responderán, las encrucijadas que jamás se resolvieron,
el sufrimiento que no se redimió. La frágil cabecita de este gatito se asoma
queriendo saber lo que pasa de este lado de la pared o de la puerta; sin embargo,
no proyecta sus ojos en nosotros sino hacia algo que parece estar a nuestra
izquierda, tal vez junto a nuestro cuerpo, algo que ni siquiera sabemos lo que
es, algo indescifrable, que queda en sombras. (Epígrafe encontrado en la web)
996. En el lujoso Hotel Algonquin de Nueva York,
en cuyo bar desde 1919 se reunían los miembros de la famosa Mesa Redonda del Algonquin,
entre los que se encontraban Dorothy Parker, Alexander Woolcott y Harpo Marx,
vivía un gato. Cuentan que en los años treinta un minino bastante desaliñado
entró en el hall en busca de comida. Frank Case, que entonces era el dueño del
hotel, estuvo a la altura de su reputación de perfecto anfitrión y le dio de
comer. El gato se instaló y se convirtió en el primero de una larga lista de gatos
residentes en el hotel. Se le bautizó como Rusty, pero la leyenda cuenta que el
actor John Barrymore, que en aquella época interpretaba a Hamlet, decidió
llamarlo como el célebre príncipe danés. Hasta la fecha ha habido en el hotel
siete gatos machos llamados Hamlet y tres hembras de nombre Mathilda. La
residente actual es Mathilda III, una preciosa rag-doll rescatada de la North Shore
Animal League, la mayor protectora animal del mundo. Primero ella se instaló en
las oficinas del hotel, pero no tardó en pasarse al lobby hasta apropiarse,
como se puede ver en la foto, de una butaca de la Recepción. Cada año el Hotel
Algonquin celebra el cumpleaños de Mathilda. En 2002, cuando cumplió siete años
y ante un centenar de invitados, Mathilda saltó encima de su tarta de
cumpleaños y se alejó dignamente dejando un rastro de crema sobre la alfombra.
Como un dato de color les contamos que a pesar de tener siempre un gato
residente desde casi principios del siglo pasado el Algonquin jamás aceptó el ingreso
de pasajeros con animales. (Extractado https://gatosyrespeto.org/)
995. Cuenta en https://www.ultimahora.com/Dirma
Pardo de Carugati: “Es bien conocida la afición por los gatos que tenía doña
Josefina Plá. Esta anécdota la ilustra bien. Una tarde estábamos conversando en
el corredor y se aproximaba la hora de dar de comer a sus protegidos. La señora
se levantó de su sillón y comenzó a cortar en pedacitos unos trozos de carne
que tenía sobre su misma mesa de trabajo. Los gatos empezaban a acercarse
lentamente, casi diría con respeto; ninguno se abalanzaba sobre las raciones
que ella distribuía. Doña Josefina entonces dijo en voz alta que no quería más
gatos, que era todo un presupuesto mantenerlos, pero que no iba a echar a
ninguno, pues se había enterado que "unos despenseros orientales del
barrio" se alimentaban de carne gatuna. En ese momento golpearon las manos
delante del portón. Eran cinco escolares de guardapolvo blanco. Doña Josefina
los dejó pasar creyendo que venían -como era costumbre- en busca de datos de
literatura para sus tareas. Pero en realidad los niños venían con tres gatitos
recién nacidos, encontrados en la calle, y como ellos sabían que a la señora le
gustaban los gatos, se los traían de regalo. "Pobres animalitos de
Dios", fue su comentario, mientras los ubicaba en una caja de cartón, y agregaba:
"Tendré que ponerles nombres". Por supuesto, allí quedaron para
siempre los nuevos huéspedes: Corbata, Bigotes y La Bella.” (Josefina Plá fue
una gran escritora, poeta y artista paraguaya de origen español, considerada
una de las principales representantes de la innovadora Generación del 40 y una
de las precursoras del feminismo en el Paraguay)
994. «Tengo un animal curioso, mitad gatito,
mitad cordero. Es una herencia de mi padre. En mi poder se ha desarrollado del
todo; antes era más cordero que gato. Ahora es mitad y mitad. Del gato tiene la
cabeza y las uñas, del cordero el tamaño y la forma; de ambos los ojos, que son
huraños y chispeantes, la piel suave y ajustada al cuerpo, los movimientos a la
par saltarines y furtivos. Echado al sol, en el hueco de la ventana, se hace un
ovillo y ronronea; en el campo corre como loco y nadie lo alcanza. Dispara de
los gatos y quiere atacar a los corderos. En las noches de luna su paseo favorito
es la canaleta del tejado. No sabe maullar y abomina de los ratones. Horas y
horas pasa en acecho ante el gallinero, pero jamás ha cometido un asesinato. Lo
alimento con leche; es lo que le sienta mejor. A grandes tragos sorbe la leche
entre sus dientes de animal de presa. Naturalmente es un gran espectáculo para
los niños. La hora de visita es los domingos por la mañana. Me siento con el
animal en las rodillas y me rodean todos los niños de la vecindad. Me plantean
entonces las más extraordinarias preguntas, que no puede contestar ningún ser
humano: Por qué hay un solo animal así, por qué soy yo su poseedor y no otro,
si antes ha habido un animal semejante y qué sucederá después de su muerte, si
no se siente solo, por qué no tiene hijos, cómo se llama, etcétera. No me tomo
el trabajo de contestar; me limito a exhibir mi propiedad, sin mayores
explicaciones. A veces las criaturas traen gatos; una vez llegaron a traer dos
corderos. Contra sus esperanzas no se produjeron escenas de reconocimiento. Los
animales se miraron con mansedumbre desde sus ojos animales, y se aceptaron
mutuamente como un hecho divino. En mis rodillas el animal ignora el temor y el
impulso de perseguir. Acurrucado contra mí, es como se siente mejor. Se apega a
la familia que lo ha criado. Esa fidelidad no es extraordinaria; es el recto
instinto de un animal, que aunque tiene en la tierra innumerables lazos
políticos, no tiene uno solo consanguíneo, y para quien es sagrado el apoyo que
ha encontrado en nosotros. A veces tengo que reírme cuando resuella a mi
alrededor, se me enreda entre las piernas y no quiere apartarse de mí. Como si
no le bastara ser gato y cordero quiere también ser perro. Una vez —eso le
acontece a cualquiera— yo no veía modo de salir de dificultades económicas, ya
estaba por acabar con todo. Con esa idea me hamacaba en el sillón de mi cuarto,
con el animal en las rodillas; se me ocurrió bajar los ojos y vi lágrimas que
goteaban en sus grandes bigotes. ¿Eran suyas o mías? ¿Tiene este gato de alma
de cordero el orgullo de un hombre? No he heredado mucho de mi padre, pero vale
la pena cuidar este legado. Tiene la inquietud de los dos, la del gato y la del
cordero, aunque son muy distintas. Por eso le queda chico el pellejo. A veces
salta al sillón, apoya las patas delanteras contra mi hombro y me acerca el
hocico al oído. Es como si me hablara, y de hecho vuelve la cabeza y me mira
deferente para observar el efecto de su comunicación. Para complacerlo hago
como si lo hubiera entendido y muevo la cabeza. Salta entonces al suelo y
brinca alrededor. Tal vez la cuchilla del carnicero fuera la redención para
este animal, pero él es una herencia y debo negársela. Por eso deberá esperar
hasta que se le acabe el aliento, aunque a veces me mira con razonables ojos
humanos, que me instigan al acto razonable». (“Una Cruza”, cuento de Franz
Kafka incluido por Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero en “El Libro de los
Seres Imaginarios” y editado en 1967)
993. Jorge de Cascante, editor de “El gran libro
de los gatos” (magnífica edición que reúne algunos de los mejores relatos,
ensayos y poemas de la literatura gatuna universal, escritos por autores
gateros de la talla de Ursula K. Le Guin, Charles Baudelaire, H.P. Lovecraft,
Anne Brontë, William Burroughs, Jorge Luis Borges, Patricia Highsmith, Carmen
Martín Gaite y varios más) publicó en su Twitter el 23 de julio de 2020, en un
nuevo aniversario del fallecimiento de la gran escritora española fallecida en
2000, esta fotografía junto a "su amistad más cercana", su gato.
992. Crookshanks, el gato de Hermione Granger
(Emma Watson) en la saga de Harry Potter, es un Kneazle. Según la autora J. K.
Rowling los Kneazle son criaturas mágicas felinas, mascotas preferidas por los
magos por su inteligencia, sagacidad, espíritu independiente y sensibilidad, además
de estar innatamente capacitados para percibir e identificar a las personas
ladinas o con segundas intenciones, atributo que los revela aptos para custodiar
la seguridad de los hogares.
991. Emma Watson tiene dos gatos, Bubbles y Domino, y en su papel más recordado, el de Hermione Granger en la saga de Harry Potter, tuvo un fiel gato persa de color anaranjado llamado Crookshanks . Emma toda la vida ha tenido gatos y cierta vez, rodeada de gatitos en el set durante una entrevista para la estadounidense BuzzFeed respondió algo que se viralizó de inmediato: “Me estoy derritiendo de amor entre estos gatitos recién nacidos y vos haciéndome preguntas. Es imposible que logre concentrarme. Muy mala decisión de tu producción traerme a un set repleto de gatitos para hacerme un reportaje.” Otra divertida anécdota gatuna con Emma tiene como co-protagonista al reconocido pastelero argentino Damián Butelar quien contó que “una vez trabajando en hotelería le hice unos macarons con forma de gatitos, porque Emma es fanática de los gatos, y se volvió directamente loca de contenta.” De manera que no se trata de una pose de estrella: a Emma Watson los gatos la vuelven sencillamente loca.