Li Po compuso su último poema a
orillas de la noche
Mientras la luna brillando en el
agua lo espiaba
Un rato después murió queriendo abrazar
su reflejo
Locamente enamorado del color de luz
de su mirada
Su noble corazón de poeta latía
embriagado de luna
Sediento de vino tibio y metáforas
iluminadas
En silencio el lago se cubría con
un manto de bruma
Tan sólo se oía el límpido rumor del
agua calma
Y ebrio de deseo se arrojó a los
brazos de su amada
Queriendo saciarse el alma ahogada
en sed de palabras
Desde entonces lloran de pena los
sauces en primavera
Por eso susurra el viento su último
poema de madrugada
Hermoso y apasionado poema.
ResponderEliminarGracias, Marian. Se lo debo a las frutillas...
ResponderEliminarBenditas sean las frutillas, aunque embriaguen, o mejor dicho, benditas embriagueces...
ResponderEliminarLo que equivale a decir que bendito es el fruto, sus jugos, aromas y sabores y deleites...
ResponderEliminarUn poeta que muere porque quiere abrazar el reflejo de la luna en el agua, como dicen que le ocurrió al borrachín de Li Po... Desde luego, "se non é vero, e ben trovatto".
ResponderEliminarEste poema te lo fusilo.
Como con el asunto de los dragones, aunque jamás hayan existido, qué joder, la literatura está llena de ellos. Gracias, Juan.
ResponderEliminarActualmente los dragones son de otra índole...
ResponderEliminarEntiendo a lo que aludes.
ResponderEliminarLo que me recuerda la dedicatoria de “One flew over the cuckoo's nest” de Ken Kesey (nada menos) a su amigo: “Dedicado a Vik Lovell quien, una vez que me probó la inexistencia de los dragones, me condujo a su guarida…”
Ciertamente.
ResponderEliminarPrecioso poema donde mezclas la realidad con el sueño.
ResponderEliminarMe ha encantado...
Besos
Ana
Gracias, Ana, recién te veo.
ResponderEliminarSí, la sueñalidad me tiene obsesionado.
Abrazos y besos.