Traza en mi mirada
Las formas aún
Vírgenes, inanimadas
Jamas antes detectadas
La inespacial
Sustancia increada
Cada color por llegar
Su radiante sonoridad
1290. Leonora Carrington, pintora surrealista tan
inglesa como mexicana, en su estudio con su gato. «Los gatos me hablan, los
escucho. Son más límpidos que los humanos», dijo alguna vez. (Fotografía de
Emeric “Chiki” Weisz)
1289. James Mason y su esposa Pamela Kellino fueron
devotos amantes de los gatos. Los medios de comunicación informaban con
frecuencia de su afición gatera y de la colección de gatos que llegaron a tener
en sus hogares, ya en Surrey o en Beverly Hills. Las historias de los felinos
de la famosa pareja se hicieron tan populares que en 1949 los Mason publicaron
un libro titulado "Los gatos en nuestras vidas". James, que era
también artista plástico, aparte de multipremiado actor, lo ilustró con dibujos
y pinturas. Actualmente es un título difícil de encontrar y bastante caro entre
los coleccionistas. En sus páginas relataban historias divertidas y muchas
veces conmovedoras sobre los gatos que habían tenido y amado tanto. Baby, Lady
Leeds, Whitey, Zeke, Toppy, Sharon, Nibbler, Sadie y Flower Face fueron sólo
algunas de las ‘musas maulladoras’ que inspiraron a Mason y Pamela a escribir
el libro cuyo lanzamiento mereció exhibirlos en plena tarea en la portada de la
célebre revista Life.
1288. “¿Piensan los gatos? / Dicen que los gatos no piensan, / pero eso es difícil de creer. / Como no pueden hablar, / ¿cómo puede alguien saberlo? / Lo cierto es que Gatito, / cuando orina en la almohada, / se esconde rápidamente: / sabe que ha hecho algo mal. / Y si la comida está caliente, / antes de comer, / la toca con mucho cuidado con la pata para comprobarlo. / Sólo cuando la temperatura de la comida es normal / viene por fin a comer. / ¿Y puedes explicarme cómo supo que se enfriaría?” (Poema del Poeta gatero Ferreira Gullar con su siamés Gatito)
1287. Julius Adam II (1852-1913), fue un artista
alemán especializado en la pintura protagonizada por animales, en especial sus
admirados gato. Julius estudió pintura desde muy niño, dedicándose en sus
primeros trabajos principalmente al paisaje antes de volcarse a pintar
animales. Al iniciar el siglo XIX los retratos con gatos se pusieron de moda y
Adam tuvo un éxito rotundo pintando gatos, tanto que llegó a ser conocido como
Julius «Gato» Adam. Aquí lo vemos en su famoso autorretrato de 1911 con sus
propios gatos.
1286. El maestro de la meditación de Lingdok, un
pequeño pueblo del noreste de la India, 1972. Conocido como el Gomchen, título
que significa "el gran meditador", este monje celibe de 87 años vivía
en retiro en una cabaña aislada en el bosque, acompañado solo por un joven asistente
y un gato. Totalmente sordo y dedicado por completo a la contemplación, pasaba
horas en meditación y vivía de las ofrendas de los peregrinos, las que
compartía con su gato, porque nunca debían faltarle por ser una divinidad a su
cargo, y a veces con su discípulo, como parte de su instrucción para que
aprenda, por ejemplo, sobre la abundancia y la privación.
1285. "Hace 14 años heredamos un gatito de
meses. Mis hijos y mi mujer se entusiasmaban con tenerlo en casa. Yo con más congelado sentido
práctico me resistía. Nunca me habían gustado demasiado esos bichos.
Impredecibles. Un verano por hacerme el langa con una muchacha que gustaba
mucho de ellos había alzado a uno en el puerto de Olivos y el muy mierda me
había clavado las garras a la altura del codo. Cené haciéndome el distraído
toda la noche con el brazo inflado como popeye pero a rayas. Yo soy de los
perros, decía, no me jodan a mí con los gatos. Gato marrón. Alguna vez un
pintor me había dicho que si mezclás todos los colores de la paleta da marrón,
color caca me había dicho. No compraba jamás de los jamases ropa marrón, por
ejemplo. El gatito encima era marrón. Caca pura. Chocolate decían mis hijos buscandole
la imagen positiva. Si entra un gato salgo yo, dije un poquito sobreactuado de
más. Pero se ve que ya había fayuteado tantas amenazas yo que ni pelota me
dieron. O vieron la oportunidad de algún buen trueque. Me dejaron bautizarlo
para ver si me ponían más frufrú. Le pusimos Fausto. Yo me sentaba a escribir,
venía y se me sentaba arriba el hinchapelotas. Yo lo bajaba más o menos
delicadamente. Y el pesado volvía. Como yo estaba mucho en casa me tenía de
abrigo. ¿Qué soy, una estufa yo acá, carajo…? Resulta que acá se van todos y encima me lo
banco yo todo el día al animal. Me di cuenta al final que era más fácil dejarlo
hacer lo que quisiera, má sí, querés subirte, subite cabeza de termo. Cada
tanto lo acomodaba para que no fastidie. Por lo menos es suavecito sentía.
Todos los días lo mismo. Eso. Y frotarse la cabeza contra mi oreja. Y
ronronear. Y eso de tocarte la mano con la patita. Y uno no es de fierro
tampoco. Cuando unos meses después la familia me escuchó decir en la mesa “mi
gatito” hicieron silencio compasivo. Nadie se rió, pero yo no soy ningún tonto,
eh. Escribí todas mis últimas obras con Fausto a cuestas. El tipo entendía la
mierda esta de la dramaturgia. Cuando se sentaba encima de un borrador era claro que me lo estaba curando. Fue el
curador de cada borrador impreso. Este sí, este no. Cuando se levantaba
aburrido y se iba al balcón yo entendía con claridad que no valía la pena
seguir haciendo fuerza y me iba con él. Si yo regaba él seguía con atención de
espectador fascinado el recorrido del agua que drenaba la maceta, y yo me
colgaba pensando en la importancia de no perder el hilo del conflicto eje. A veces la cosa no avanzaba; y el tipo se
ponía a maullar. Yo sabía: rompía la hoja, hacía seis bollos y jugamos un rato
al metegolentra en la puerta de la cocina. A la vuelta siempre se me ocurría
algún otro recursito salva escena. Era tan práctico todo en el bicho que me
hacía pensar a cada momento en la limpieza de las estructuras, en la belleza de
las elipsis, en lo bueno de ir al grano. Hace un par de meses se enfermó. Los
riñones. Estaba viejo y muy flaco. Lo llevábamos a la veterinaria, le pasaban
suero y levantaba de nuevo unos días. Anteanoche llovía fuerte. Pidió salir al
jardín, le abrimos, y él que le disparaba al agua como a la peste, él que no se
alejaba nunca de los límites del territorio que alguna vez había meado, se fue
caminando medio errante bajo la tormenta y se internó en el terreno lindero. Lo
salimos a buscar con paraguas y linternas y lo encontramos acurrucado en el quincho
de un vecino. Comprendimos que había llegado la hora. Se iba para terminar la
vida alejado, ese atavismo raro y poético de los gatos. Ayer murió. Hice un
pozo tal vez demasiado profundo en el jardín y lo enterramos. Le planté unos
helechos serruchos. Yo lagrimeé, mi mujer lloró. Ella dice que como yo lloro
poco sufro el doble, y debe tener razón. Pero puedo escribir, que al final es
catarsis también. Y despedirme en letras. Cada uno hace lo que puede. Chau
Fausto, Chau coautor. Hoy salimos a caminar y a la vuelta lo extrañamos al
entrar a la casa. Me saqué el ponchito marrón que enrollo sobre el abrigo
marrón, que me calzo sobre mi camisa marrón (todos los que me conocen saben de
esta manía monocromática que vaya a saber cómo me ha agarrado a mí desde hace
varios años, si hasta medias marrones tengo en la fotito, sentado sobre mi
sillón marrón). Agarré la compu para seguir con la obra que me desvela pero no,
salió esto". (Mauricio Kartun, dramaturgo y director de teatro)
1284. “Somos grandes gatos, tu e eu. / Por isso,
dormitamos no sofá / a ouvir a imitação da chuva / que o filtro do aquário faz
ressoar na sala. / Gostamos de estar assim, / horas e horas, tentando / acalmar
a bravura do relógio. / Porque a paz não é bem a paz, / mas apenas a ausência
da guerra.” (“Pax simulata”, en portugués, para que con la traducción no
perdamos su bella musicalidad original, poema de Luís Palma Gomes, en la
imagen, junto a sus piernas, vemos dormitando a su gata que no se deja
fotografiar, publicado el 27 de junio de 2025 en su muy recomendable blog
poético personal https://arvorecomvoz.blogspot.com/)
1283. “Los amantes de los felinos evangelizan a
minorías intensas. Las personas que nunca han tenido animales en sus vidas no
sólo no comprenden sino que suelen plantear que es absurdo amar a esas
criaturas indómitas, autosuficientes, de temperamento independiente,
impermeables a las amenazas, desobedientes por naturaleza. El filólogo y
periodista asturiano Pedro Zuazua Gil confiesa que nunca fue un gran animalista
hasta que apareció Mía, una gata blanca y marrón claro, y se convirtió en un
apasionado padre primerizo hipocondríaco. «En una de las múltiples ocasiones en
las que se subió a la mesa, no sé cómo intenté bajarla y se me resbaló de las
manos, cayendo al suelo. No le dio tiempo a girarse antes del golpe y, al
levantarse, cojeaba ostensiblemente… Mía iba caminando con la patita derecha en
el aire y se notaba que le dolía mucho. Mi primer pensamiento fue que la había
dejado coja para siempre. Por mi mente pasaron infinidad de gatos y perros a
los que había visto con una pata en cabestrillo. Pobre Mía, había ido a parar a
la casa de un tipo que a las dos semanas la había convertido en una gata
lisiada», recuerda el autor de “En mi casa no entra un gato”, un libro
delicioso, una bocanada de oxígeno y carcajadas en este mundo pandémico.” (Por
Silvina Friera para Página12 – Suplemento de Cultura y Espectáculos del 16 de
julio de 2020)
1282. Aunque tras la pandemia pudo confesar que
mató a sus queridos diecisiete gatos a escopetazos durante una de sus penosas
demenciales crisis por drogas, Ozzy Osbourne hizo servicios públicos para PETA,
como este en el que imputa la crueldad oculta tras la práctica de quitarles sus
garras a los gatos. “La desungulación de las garras en los dedos de los gatos
es una horrible imbecilidad. Si tu sofá es más importante para vos que la salud
y la felicidad de tu gato, ¡no mereces tenerlo! Cómprale un rascador a tu gato;
no lo mutiles más”, lanzó Ozzy para esta campaña. Por más que los malinformados
puedan pensar que es una simple manicura, la desungulación es en realidad una
práctica dolorosa. Sin sus garras como primera línea de defensa, los gatos se
sienten tan inseguros que tienden a morder con más frecuencia como forma de
autoprotección. Incluso los gatos adiestrados pueden orinar y defecar fuera de
su caja para hacer sus necesidades y tener otros comportamientos agresivos
cuando les cortan las uñas. Adicionalmente, como información, sepan que en el
verano de 2019 el gobernador Andrew Cuomo hizo historia cuando Nueva York se
convirtió en el primer estado de EE.UU en prohibir la desungulación de gatos.
Los que buscan proteger sus muebles más que a sus mininos pueden consultar sobre
las maneras humanas de evitar que los gatos los arañen para estirarse las uñas
en el libro de Ingrid Newkirk, Presidenta de PETA: "250 acciones que
puedes hacer por tu gato”, entre ellas no cortarles sus uñas.
1281. Instantáneas gatunas – El 22 de julio
pasado falleció en Jordans, Reino Unido, Ozzy Osbourne, mítico cantante de
rocanrol y líder de Black Sabbath. Así fue recordado en las redes por sus
seguidores gateros.
1280. «Les he observado mucho y he también comprobado el increíble dandismo del gato, que sólo quiere estar limpio, componer buenas
figuras y que le dejen en paz. El gato no quiere a nadie y me apasiona [...] El
gato parece todo menos un analfabeto. Tiene aspecto de estar de vuelta, de
habérselo leído todo hace mucho tiempo [...] Escribir en la intimidad, con la
noche fuera, furiosa, y unos gatos cerca. No creo que ni en Ámsterdam ni en el
universo haya mayores fórmulas de felicidad.» (Pasajes de “Diario de un escritor
burgués” de Francisco Umbral, en la foto con su gato Ramón, por ‘Gómez de la
Serna’, claro)
1279. Para el Budismo el gato representa la
dimensión espiritual, por lo cual se promovía en antiguos ritos que los
difuntos fuesen enterrados junto a un gato vivo pero con un ingrediente extra:
a la tumba se le añadía un agujero para que pudiesen escapar; así, cuando el
felino emergía del sepulcro, se consideraba que el alma del muerto ya estaba
fusionada con la del gato. No obstante, en el mismo mundo budista se considera
al gato como un ser insolente, pues junto a la serpiente, fueron los únicos del
reino animal que no se conmovieron ante la muerte de Buddha. Todo esto nos
conecta con una de las novelas más celebradas y magistrales de Yukio Mishima,
“El Pabellón de oro”, la cual narra el desenlace trágico de un templo quemado
por un monje budista, libro que de forma muy poética y visceral discurre sobre
el significado de la fealdad y la belleza. La novela reproduce un famoso Koan
(forma breve similar a la parábola que sintetiza una paradoja y una moraleja)
el cual es considerado en el mundo búdico como una de los más complejos y que alude
a Nansen matando a un gato, además de ser tan breve que podemos citarlo
completamente: «Un día un gato entró a un templo. Provocó tal interés entre los
monjes que, de inmediato, comenzaron a disputárselo. El maestro Nansen decidió
arreglar la cuestión, separó a los monjes, tomó al gato y le acercó una hoz.
«Si alguno de ustedes da una buena respuesta, pueden salvar al gato» —les
dijo. Como ninguno de los monjes habló,
Nansen mató al gato. Más tarde Joshu —el primer discípulo— volvió y Nansen le
contó lo que había pasado. Joshu se quitó las sandalias, las puso sobre su cabeza
y se fue. Nansen se quedó pensando que, de haber estado ahí en el momento del
juicio, Joshu hubiera salvado al gato. » (Artículo encontrado en https://ellectorestepario.blogspot.com/-
En la foto, un Yukio muy joven, siempre con gatos)
1278. Gabriela Mistral amó tanto a sus gatos que
una vez en pleno frenesí gatuno confesó
su íntimo sentimiento: “Tener gatos debiera ser una obligación en esta
sociedad”. El más popular de sus michis fue su siamés Jazmín, al que apodaba
«generalito». En una esquela escrita el 29 de julio de 1954, desbordada de
ternura, podemos dimensionar el estado que exteriorizaba por su siamés,
tratándolo como a su hijo: «¡Ah! Hijo mío, acabo de tirar la última caja de
cartón con la que juegas y estoy comenzando a pensar que soy humana.»
1277. Room 8 fue un gato de la zona de Echo Park, California, que una vez entró deambulando como si nada en un aula en 1952 en la Escuela Primaria Elysian Heights de dicho vecindario y allí se quedó. La historia cuenta que a partir de entonces vivía en la escuela durante el año escolar y desaparecía durante los veranos para regresar al reanudarse las clases. Esta rutina continuó sin interrupción hasta mediados de la década del 60 y se hizo famosa, al punto que los canales de noticias enviaban sus cámaras a principios de año esperando el regreso del gato. Tan querido era Room 8 que llegó a recibir regalos y cartas de los estudiantes y vecinos, y hasta apareció en un documental titulado “Big Cat, Little Cat” y en el libro infantil “A Cat Called Room 8”. La revista Look publicó sobre él un artículo de tres páginas, “Room 8: The School Cat”, firmado por el fotógrafo Richard Hewett en noviembre de 1962, y Leo Kottke le compuso una canción instrumental titulada “Room 8” que incluyó en “Mudlark”, su álbum de 1971. Finalmente, cuando Room 8 falleció se había hecho tan querido que su obituario se publicó en los más importantes periódicos y los estudiantes recaudaron fondos para su lápida. Hoy está enterrado en el Parque Conmemorativo de Mascotas de Los Ángeles en Calabasas, California.
1276. "Miss Mary", óleo y témpera sobre
cartón y madera terciada, realizado en 1926 y expuesto en el Museo Leopold. La
"Miss Mary" desnuda contempla satisfecha su propio reflejo en un
pequeño espejo de mano. La observa una figura masculina, con los rasgos del
artista autorretratándose, y también un gato siamés en el borde inferior de la
representación. El felino no sólo sirve como firma de Hanns Ludwig Katz
["Katz" significa "gato" en alemán] sino que simboliza
además la vanidad del deseo femenino, con ciertas connotaciones libertinas.
Dado que el encuentro entre artista y modelo sigue una tradición
histórico-estilística, Katz incluyó deliberadamente referencias a la época en
el moderno corte de pelo que nos muestra a una Miss Mary encarnando el tipo de
‘nueva mujer’ surgido en la década de 1920, aparte de la mirada claramente
lasciva del artista, amante de los gatos, téngase incluso en cuenta. Katz, de
ascendencia judía, se enfrentó a la prohibición de trabajar tras la llegada al
poder de los nacionalsocialistas y fue sometido a vigilancia adicional debido a
su interés en las políticas de izquierdas. Sus obras fueron consideradas
ejemplos de "arte degenerado" y una de ellas se presentó en la
exposición homónima de 1937. Katz finalmente emigró a Johannesburgo, Sudáfrica,
en donde falleció en 1940.
1275. Natalia Oreiro cumplió 48 años el pasado
lunes 19 de mayo y lo celebró de una manera distinta y muy emotiva. Como ella
mismo contó a través de las redes sociales, adoptó a Milonga, una gata callejera
que “los eligió”, según sus propias palabras. Tras la polémica que generó en
las redes hace una semana por un clip que la tenía como protagonista en donde
le rechazaba una foto a un fan, la actriz vivió un cumple en familia, con mucha
alegría y un regalo muy especial. “Cumplí años y el regalo más lindo es esta
gatita callejera. Le pusimos Milonga y no puede más de mimosa”. El nombre
Milonga puede referirse al género musical folclórico de ritmo vivo, como así también
al lugar donde se reúnen las personas para bailar tango, vals y milonga. Luego
de compartir varias fotos y videos a modo de presentación, Natalia contó la historia
de Milonga: “Después de un mes de preguntarnos si tendría familia, de
alimentarla y cuidarla, hoy entendí que nos eligió. Bienvenida Milonga”.
Natalia disfrutará ahora de una compañía especial junto a su marido Ricardo
Mollo y su hijo Merlín Atahualpa. Milonga ya es parte de su familia.
1274. 1. Gato andino (Leopardus jacobita) fue descubierto en 1865 por Emil Lichtenstein. Vive entre los 3000 y 5000 metros de altura tud. Puede alcanzar hasta 60 cm el cuerpo y 45 cm la cola. 2. Gato herrumbroso (Prionailurus rubiginosus), quien primero lo registró fue Edward Turner Bennett en 1831. Vive en bosques húmedos y zonas rocosas de India y Sri Lanka. Es uno de los felinos más pequeños del planeta, con apenas 35 a 48 cm de largo. 3. Caracal (Caracal caracal) fue clasificado en 1776 por el naturalista alemán Johann von Schreber. Vive en África, Medio Oriente y Asia Central. Puede medir hasta 1 metro su cuerpo sin la cola y pesar hasta 20 kg. 4. Yaguarundí (Herpailurus yagouaroundi) fue descripto en 1803 por el naturalista francés Étienne Geoffroy Saint-Hilaire. Vive entre México y el norte de Argentina. Tiene cuerpo alargado y pelaje uniforme, alcanzando un tamaño de 65 a 85 cm más una cola de 30 a 50 cm. 5. Gato de cabeza plana (Prionailurus planiceps) fue visto por primera vez en 1827 por Nicholas Aylward Vigors y Thomas Horsfield. Vive en el sudeste asiático, puntualmente en Tailandia, Borneo y Sumatra. Es un felino semiacuático que puede medir hasta 50 cm, con una cabeza inusualmente aplanada y hocico corto. 6. Gato dorado asiático (Catopuma temminckii) Fue anotado en 1827 por el zoólogo Nicholas Aylward Vigors, en honor al naturalista holandés Coenraad Temminck. Vive en el sudeste asiático, desde Nepal hasta Sumatra. Puede llegar a medir hasta 1 metro de largo. 7. Tigrillo o margay (Leopardus wiedii) fue avistado en 1821 por Heinrich Rudolf Schinz. Vive en las selvas tropicales de América Central y Sudamérica. Mide entre 45 y 80 cm y su cola es larga. 8. Manul o gato de Pallas (Otocolobus manul), quien lo clasificó en 1776 fue Peter Simon Pallas, quien lo estudió en sus expediciones por Asia Central. Vive en las estepas frías y montañosas de Mongolia, Rusia y el Himalaya. Mide unos 50-65 cm con una cola gruesa de hasta 30 cm. 9. Gato serval (Leptailurus serval) fue registrado por Von Schreber en 1758. Se mueve por el África subsahariana, Puede medir hasta 100 cm de largo y es famoso por sus largas patas y saltos singulares. (Gatos Salvajes)
1273. “El día de ayer te despedimos y fue uno de
los más difíciles y tristes de mi vida. Fuiste mi primer gato, nuestra
inspiración para dar pie a nuestro
emprendimiento, fuiste la llave para rescatar a muchos gatitos de la
calle y la alegría en mi familia. Estoy segura de que por tí yo jamás volví a
ser la misma. Gracias por todas las risas que me diste, por cada ronroneo, por
enseñarme a quererte, por todo tu amor, tu lealtad y la serenidad con que
tomabas la vida. No sé cuántas vidas me faltan, pero en cada una de ellas
espero encontrarme contigo. Pispita 2010-2025 - PD. A Pispita la adoptamos
cuando tenía año y medio de edad, la recogimos de la calle y venía preñada sin
nosotros saberlo, éramos ignorantes en el mundo felino. Tristemente, por eso no
tenemos fotos de cuando era bebé.” (Encontrarlo en la cuenta Pispita Shop de
Facebook fue para mí pura emoción)
1272. “The Private Life of a Cat” (La vida
privada de una gata) es un documental mudo que incluso ni música tiene, una
pequeña obra de arte con tiernos momentos y otros muy cómicos. Los
protagonistas son: Él, un gato blanco, y Ella, una gata atigrada que debió
tener algún antepasado persa. El documental dura exactamente 22 minutos en los
que vemos la relación entre Él y Ella, el nacimiento de cinco gatitos (4
blancos y un atigrado) en primerísimos planos, cómo los cuida Ella y la
curiosidad de Él. En un momento dado, Ella decide transportar a los gatitos
desde la caja donde nacieron hasta una chimenea que no se usa y sólo sirve de
decoración. Durante el traslado, Él observa todo desde el sofá, intrigadísimo,
pero sin ayudar. Poco después en las acciones, aunque debieron pasar ya unos
días, Él enseña a los gatitos a trepar, y como siempre pasa en cualquier camada
se ve que hay uno o dos más listos que los demás. Ella contempla las lecciones
de Él a una cierta distancia, casi podría decirse que con orgullo. El
documental aparece dirigido por Alexander «Sasha» Hamid, que efectivamente la
rodó y se ocupó del montaje final, pero quien lo planificó y produjo fue su
mujer, Maya Deren, una obsesa amante de los gatos, poeta, ensayista y cineasta
vanguardista. Se rodó en 1944 en Nueva York, en el piso donde vivían Maya y Alexander
rodeados de gatos, tal cual el sueño que toda la vida tuvo Maya. En los 22
minutos del documental hay poquísimos carteles, aparte de los títulos
identificatorios para Él y Ella, en los que podemos leer «Al cabo de dos
meses», «Ella empieza a buscar un lugar para la familia», «¡Cinco! Ahora la
familia necesita comida y descanso», «Al cabo de dos semanas» y finalmente «Un
sitio mejor para aprender a andar», más el The End del documental.
1271. Maya Deren, su verdadero nombre fue
Eleanora Derenkowsky, nació en Kiev, Ucrania, el 29 de abril de 1917, hija
única de Marie Fiedler y Solomon David Derenkowsky, quien le enseñaría desde
muy niña la pasión por los gatos. En la foto vemos a Maya a los 9 años con un
gato en brazos. La familia emigraría pronto a los Estados Unidos, en 1922, y a
poco de llegar, el padre acortó el apellido a Deren y se afincaron en el estado
de Nueva York, más precisamente en Siracusa, en cuya Universidad Maya
estudiaría, a la par de comenzar a escribir sus primeros ensayos y poemas,
hasta descubrir el cine y convertirse en una cineasta vanguardista creando,
ante la falta de canales de distribución para sus películas experimentales,
Creative Film Foundation, en Greenwich Village, donde vivió siempre junto a su
marido Alexander «Sasha» Hamid, rodeados de gatos, en un ambiente frecuentado
por artistas, bohemios e intelectuales.
“Un poema empieza en realidad cuando termina” me salió decir intentando aludir a lo que sucede con un poema cuando, tras la lectura, sus versos continúan en uno, o en quien de inmediato los evoca o interpreta, haciendo de hecho una traducción de lo que acaba de leer.
Se sabe, leer es traducir. La simple lectura cambia, mejora, redimensiona o desvirtúa en todo o en parte el propósito original del Poeta, y no está mal que así sea, ya que apenas un verso, una metáfora siquiera, puede servir como disparador de infinidad de significados y sentidos, incluso inextricables o hasta impensados.
Suele suceder que uno pasa la página o cierra un ejemplar de un libro y empieza a paladear y a revisitar de memoria los ecos de los versos, oye resonar sus metáforas, las ve corporizarse y chisporrotear y hacerse nuevamente imagen, otra diferente probablemente, confirmando una vez más, como tantas veces antes, que vuelve a reanudarse ese proceso personal que tiene mucho de íntimo ritual en el que cada lector interviene con su mirada realizando su propia versión de lo que acaba de leer que no es sino una traducción de lo que quiso significar el poeta o escritor.
Toda lectura es inédita, además, ya que extrae de las palabras lo que aún tienen para decir, lo que se les quedó en la punta de la lengua sin poder expresar, como símbolos vivientes que son, efectivamente, las que inevitablemente serán traducidas por quienes eventualmente las lean, que ojalá sean muchos y exponencialmente las versionen de infinidad de maneras, en lo posible de las más diversas, lo que probará que cualquiera de ellas, de las palabras estoy hablando, son caleidoscópicas, casi origamis que desenvolviéndose generan otros puntos de vista, conceptos o propuestas a ser reformateadas o a transformarse, ya que lo escrito tras cada relectura tiende a resignificarse en el lector, haciendo que la obra vuelva a empezar, puesto que corresponde al lector abrirle la jaula al libro o al poema y hacer una suelta de imágenes e ideas.
Porque el poeta es uno y el lector multitudinario, un poema
está destinado a quitarle el sueño a quien lo lee para más tarde devolvérselo
en una vigilia de atemporales irrefrenables versos y visiones en la que le dará
forma en voz alta a todo lo que de ellos en su imaginacion o retina aún perdure,
haciendo de este modo realidad el
precepto: “Un poema empieza en realidad cuando termina”, lo cual lo define de
hecho como algo inconcluso, teniendo en cuenta que restan conocer las traducciones
y/o versiones que de dicho poema seguirá componiendo cada Poeta Lector…
1270. Abandonada en el helado silencio del Ártico
durante dos años, su único calor y consuelo fue su pequeño amigo felino. Esta
es la conmovedora historia de cómo una joven inuit logró superar lo imposible.
Ada Blackjack, ante la falta de trabajo y de toda idea de futuro para ella y su
pequeño hijo enfermo, al que urgente necesitaba hacer tratar, se embarcó en una
misión exploradora en 1921 sirviendo como costurera y en tareas de cocina y
limpieza, como única mujer de la tripulación. Ada no era ni aventurera ni
cazadora experta, sino apenas una mujer impulsada por su sueño de una vida
mejor y un profundo amor maternal. La histórica misión, encabezada por
Vilhjalmur Stefansson, tenía el ambicioso objetivo de sentar las bases para
reclamar la isla Wrangel para Canadá. Pero cuando pasados los meses de peligros
y vicisitudes las provisiones comenzaron a disminuir, los hombres en
desesperada búsqueda de sustento se aventuraron a salir a los frágiles
icebergs… para no volver jamás. Ada quedó sola junto al gato de abordo llamado
Vic, un amoroso minimo que muy pronto se convertiría en su pequeño rayo de
calor en esa vasta helada soledad a cientos de kilómetros de toda civilización.
Con determinación y coraje, Ada se las rebuscó para manejar rifles y arpones
para protegerse de los peligros que la rodeaban. Con bravura repelió la amenaza
de los osos polares, persiguió y dio caza a los zorros con que se alimentaron
ella y su gato en tan inhóspita inmensidad. Comió también focas junto al mar
helado, siempre junto a Vic, guareciéndose en un rincón del barco, hasta que
después de dos años ocurrió lo anhelado: la llegada del equipo de rescate que
encontró a la joven mujer inuit que tuvo el coraje de desafiar a una muerte
segura junto a su gato. El mundo ya casi ha olvidado esta increíble historia
que afortunadamente aparece citada en varios libros en internet. Pero hoy aquí,
con admiración y respeto queremos recordar a Ada Blackjack y su gato Vic,
personajes de leyenda y testimonio de resistencia inquebrantable ante la
adversidad.
1269. “En mi vida tuve toda clase de animales,
pero amo a los gatos en especial, y más si son negros. Igual debo admitir que
no me dan respiro, concentran toda mi atención con sus demandas constantes,
para que les dé su alimento, para jugar o para echarnos toda una tarde en un
sillón a retorzar y ronronear. Me hipnotizan y siento que la realidad pasa a mi
alrededor sin que pueda yo reaccionar. No es que tenga cara de estúpido, es que
me tienen estúpido, ¿entiendes lo que digo? Son absolutamente fascinantes”,
aseguró en una entrevista Ron Pearlman cuando le preguntaron si le gustaban los
gatos.
1268. Instantáneas gatunas - En medio de la
destrucción en Gaza alguien alimenta a los gatos que también mueren y sufren
entre los escombros y bombardeos de un inhumano demencial conflicto de nunca
acabar.
1267. Henriëtte Ronner-Knip (1821-1909) fue una
pintora holandesa reconocida por su excepcional capacidad para capturar la
gracia y el encanto de los animales, especialmente los gatos. Nacida en
Ámsterdam, comenzó su formación artística a una edad temprana, estudiando con
su madre, la consumada pintora y miniaturista Sophia Schelling. La precoz exposición
de Henriëtte con el mundo del arte sentó las bases de lo que se convertiría en
una carrera prolífica, especialmente en el género de la pintura de gatos. Las
obras de Ronner-Knip a menudo los representaban en entornos íntimos y
entrañables, mostrando no sólo su destreza técnica sino también su profunda
entrañable pasión por las criaturas que pintaba. Su amor por los gatos, en
particular, se convirtió en un sello distintivo de su trabajo, y se hizo
ampliamente famosa por decenas de tiernas y realistas representaciones de
ellos. Una de sus pinturas más famosas, "Un interludio musical",
captura la naturaleza juguetona de los gatitos mientras exploran con curiosidad
un arpa antigua. Esta escena, aunque caprichosa, demuestra la aguda observación
de la artista y su capacidad para infundir personalidad, calidez y expresividad
a sus modelos gatunos.
1266. Salvador Dalí amaba a los gatos, aunque
eligió como compañero peludo a un ocelote muchas veces confundido con un jaguar
enano, al que llamó Babou, y era de llevarlo con una cadena de oro a todos
lados que lo invitaran, eventos y recepciones, restaurantes importantes,
cruceros exclusivos o grandes hoteles, lugares de los que se recabaron decenas
de anécdotas sobre el felino desgarrando juguetón muebles y cortinas, asustando
a bellas modelos, huéspedes y pasajeros o correteando por pasillos siendo
perseguido por el genial surrealista español mientras se desgañitaba
explicando: “es un gato doméstico común con aspecto de leopardo; yo mismo le he
pintado su pelaje para resaltar su imponente personalidad. Sabrán disculpar,
damas y caballeros.”
1265. Los gatos fueron sagrados en el antiguo
Egipto. Este sarcófago lo demuestra, y no se trata del sarcógafo del gato de un
faraón sino de uno de los muchos que fueron encontrados momificados en
recámaras de pirámides y tumbas dedicadas a ellos, como por ejemplo las de
Saqqara, lugar de culto histórico. A través de los rayos X se puede ver la
momia del gato venerado en la cultura y religión egipcia como representante de
la diosa Bastet protectora del hogar, la felicidad y la fertilidad.
1264. Leo Forest, nacido en 1985, es un artista parisino, famoso por sus vibrantes diseños de animales, creados principalmente con dibujos a lápiz y carboncillo. Especializado en representaciones de gatos y otros felinos, Leo captura hábilmente la esencia de sus personajes, particularmente las garras extendidas, generando una ilusión de frenética armonía en movimiento en sus dibujos estáticos. Su maestría va más allá de una mera representación visual; sus expresiones y composiciones evocan experiencias sensoriales, trascendiendo las limitaciones de la imagen detenida.
1263. “Una vez rodé una película donde aparecía
un gato. Al parecer mi compañera de reparto les tenía tirria a los gatos y para
sacárselo de encima lo tiró al suelo de un manotazo. No vuelvas a tratar al
gato con ese desprecio, le grité. ¡No tienes vergüenza! Es que no tolero a la
gente que maltrata a los gatos, a ningún animal. Y además, soy muy gatunera”,
declaró Karla Sofía Gascón, actriz española antes conocida como Juan Carlos
Gascón Ruíz, en la antesala de los Premios Globos de Oro 2025 a los que estuvo
nominada junto a Demi Moore, Zendaya y Amy Adams, entre otras renombradas actrices. (https://www.lavanguardia.com/)
1262. «Por la mañana temprano se despertó aún hecho una bola, con una pata agarrada al hocico que le daba calorcito y refugio.» “En todo lo que escribe May Sarton puede oírse su corazón latiendo” reseña sobre ‘El señor peludo’ el Washington Post Book World. Esta encantadora historia, un clásico de la literatura gatuna, está basada en las aventuras reales de Tom Jones, el adorado gato de la escritora.. Antes de conocer a su dueña, Tom Jones era un gato callejero, salvaje e independiente que no tenía ni nombre. Pero un día, ya cansado de la vida de vagabundo, decidió renunciar a su libertad para probar de vivir en una casa. Luego de cierta búsqueda finalmente daría con una que le pareció aceptable, ya que le gustaban además las voces que provenían de allí. Entonces comenzó su transformación en un auténtico “señor peludo”. Este libro de May Sarton es una de las historias más tiernas que se han escrito acerca de las alegrías, emociones y situaciones de toda clase que implica compartir nuestra vida con un gato.
1261. «Como otros muchos escritores, desde Borges
a Bradbury, pasando por Bukowski, Twain o las hermanas Brönte, May Sarton amaba
a los gatos y escribió “El señor peludo” como homenaje a uno de ellos. ‘Es un
clásico de la literatura de gatos, la historia se cuenta desde el punto de
vista de este gato que no es otro que su amado gato’ dice la editora italiana
Donatella Ianuzzi, afincada en España desde hace más de 20 años y al frente de
su pequeña editorial Gallo Nero, quien se topó con la autora
belga-estadounidense, compró tres de sus títulos para editarla y en definitiva
para terminar agradeciéndole que la hiciera jugar en las grandes ligas en
cuanto a ventas…» (Extractado de la nota de Paula Corroto para www.elconfidencial.com/)