(Obras de Pablo Picasso)
(Obras de Pablo Picasso)
No creo que el esplendor de la rosa obnubile
la belleza de las espinas
No creo que consientan que rime tus labios
con los pétalos de mis heridas
No creo que invariablemente sea mi sombra
la que siempre me persiga
No creo que sólo las ciegas miradas puedan
delinear metáforas vacías
No creo que por jugar con las palabras vacile
entre la precisión y la cacofonía
No creo que el futuro deje de dictarme estas
raras imprevisibles epifanías
1090. Suzanne Valadon pintó a su gato Raminou en
decenas de ocasiones. Era uno de los felinos que andaban a sus anchas por el
taller de la pintora que los alimentaba cada viernes con nada menos que caviar.
Raminou fue su musa, un condenado guaperas atigrado, un ejemplar macho de la
Belle Epoque que tenía enamorada a su «dueña», si es que tal calificativo se le
puede atribuir a alguien que posee un gato. Y esto se ve en la pose de Raminou,
sentado sobre una tela (que por cierto aún se conserva en el museo-taller de
Valadon en Montmartre). Ahí está el jefe del taller sobre su tela preferida,
suponemos que ronroneando, suponemos que tras una eterna sesión de
auto-limpieza, posando como lo que es: un dios griego que regala unos efímeros
instantes de belleza a Valadon para que consiga pintar una mínima parte de su
grandeza. Raminou es casi una leyenda en Montmartre: aplastado en más de una
ocasión por el culo de Renoir, acariciado por Manet, torturado por el hijo
bastardo de la Valadon que probablemente estaba celoso de Raminou y lo agarraba
por el rabo cuando conseguía pillarlo por sorpresa, justo antes de un doloroso
y merecido zarpazo. Un animal que estuvo sentado en el regazo de grandes
personalidades y fue poseedor de secretos inconfesables sobre la pintora más
talentosa de ese Montmartre irrepetible de los años 20. (Texto de Miguel Calvo
Santos para https://historia-arte.com/)
1089. «La frase ¡Al diablo la Navidad! es ¿una
blasfemia, un oxímoron, pecado, una irreverencia o un grito desesperado que no
nos atrevemos a dejar salir? No lo sé. Vengo de una familia católica donde
siempre se festejó la Navidad. Al principio, con mi familia paterna y materna
juntas, en la casa de mi abuela, la madre de mi madre, que cocinaba para todos,
servía la mesa para todos, y luego lavaba los platos de todos. Años después, a
partir de una discusión en una Nochebuena, sólo nos reunimos con la familia
materna. Los primeros años mi padre seguía viniendo; nos adelantábamos con mi
mamá y mi hermano y él llegaba para la hora del brindis, el pan dulce y los
regalos. Hasta que un día por fin dijo: “Coño, que yo no hago más la
fantochada”, y no fue ni ese 24 ni ningún otro. Más allá de la angustia que me
provocaba la ausencia de mi padre en las Navidades, la anécdota me hizo estar
preparada para decir “¡Al diablo la Navidad!” algún día. Antecedentes
familiares me amparan. Genéticos, casi. En este caso, alguien dirá: “Loca como
tu padre”, en vez del lugar común “Loca como tu madre”, lo que no deja de ser
alentador desde el punto de vista de género. Pero a pesar del permiso paterno,
hasta el 2010 no me atreví a mandar la Navidad al diablo. Que la tradición
familiar, que los niños y sus ilusiones, que alguien tiene que seguir la posta
de la abuela que ya no está, que tampoco hace mal, que a vos nada te viene
bien. Durante los años que estuve casada no sólo no me rebelé sino que además
me ocupé religiosamente del árbol, el matambre, los tomates rellenos, los
turrones, la sidra, las pasas de uva a las doce, el pan dulce, etc, etc,
etcétera. Sin embargo en el 2011, al fin, parece que la cosa puede cambiar. Por
lo pronto mis hijos pasarán la Nochebuena con el padre y el Año Nuevo conmigo,
lo que me deja absoluta libertad de elección acerca de cómo pasar el 24: si
cometo una herejía no arrastraré a nadie conmigo. Pero enfrentarse a esa
libertad implica elegir qué quiere uno, lo que tampoco es fácil. Hace semanas
que vengo evaluando distintas opciones. Varios amigos, con las mejores y más
amorosas intenciones, me invitaron a pasar la Nochebuena con ellos y sus
familias. Pero eso sería algo así como comer los mismos tomates rellenos en la
casa de otros y ni siquiera poder quejarse porque al relleno le pusieron
demasiada mayonesa. La opción de quedarme sola en mi casa, ver una buena
película, comer rico y emborracharme resultaría una gran alternativa si yo
bebiera alcohol, cosa que no hago. Y sin alcohol, temo que a los primeros
fuegos artificiales que estallen en el cielo cerca de mi ventana me ponga mal
porque no estoy con mis hijos, me sienta sola, llore, y a las doce en punto
salga corriendo a buscar al gato para decirle “¡Feliz Navidad!”, el único ser
vivo que me acompaña. También evalué viajar esa noche y que las doce campanadas
me encuentren en vuelo y a los brindis y abrazos con el compañero de asiento
que me haya tocado en suerte. Pero sería muy engorroso y un derroche de dinero
extravagante, más teniendo en cuenta que el 25 al mediodía tengo que estar en
mi casa para recibir a mis hijos. Y entonces, cuando nada parecía cerrar, llegó
la mejor alternativa: una amiga me invitó a una cena donde estaba juntando a
todos los que no festejan la Navidad porque pertenecen a otra religión, porque
no pertenecen a ninguna, o porque no y punto. La propuesta era: “Los invito a
comer a mi casa mientras los demás festejan la Navidad”. Acepté. Sólo me falta
saber si cuando den las doce alguno me hará la gracia de levantar la copa,
total no le hace mal a nadie. Y si en cambio nadie lo hace, comprobaré si me
resulta indiferente o si volveré corriendo a mi casa, con lágrimas en los ojos,
a decirle “¡Feliz Navidad!” al gato. » (“Al gato
no le importaría” por Claudia Piñeiro)
1088. “Cuando vivía en Escobar, Laiseca tenía
varios animales. Vivía ahí porque podía tener una casa con patio para sus
animales. (A pesar del sacrificio de viajar dos o tres o cuatro horas todos los
días; él decía que tenía dos trabajos pero cobraba sólo por uno.) Un día al
volver a su casa encontró que los perros habían matado al gatito cachorro que
había recogido pocos días atrás, y se entristeció, se enojó con los perros, en
realidad se puso furioso, quería castigar a esos asesinos, pegarles,
encerrarlos… Pero lo que hizo (le salió espontáneamente, sin explicación) fue
ponerse a ladrar y aullar como un perro. Sin habérselo propuesto, había dado con
el castigo más eficaz; los perros se aterrorizaron. Con los pelos erizados como
si estuvieran recibiendo una descarga de cien mil voltios, retrocedían con las
patas encogidas, la panza tocando el suelo, se arrinconaban, gemían, los ojos
dilatados por el espanto. Tardaron días en recuperarse. Evidentemente, para un
perro la amenaza de que su amo se vuelva perro es lo peor que le puede pasar,
peor todavía que la muerte. Se explica, creo, porque ese hombre transformado en
perro seguirá siendo el amo (él no puede concebir otra cosa: ya lo ha
interiorizado como amo) pero además será perro, es decir sabrá lo que él sabe,
conocerá desde adentro los mecanismos de acción y reacción del perro, y podrá
ejercer un dominio al lado del cual el del hombre-hombre sobre el perro es
apenas un simulacro lúdico de poder o dominación. Un poder así aterroriza.” (“Alberto
Laiseca por César Aira – Un poder que aterroriza” – encontrado en https://bit.ly/3ep6mJh)
1087. Cuando su amigo Césare Pavese se suicidó,
la escritora y política feminista italiana Natalia Ginzburg mantuvo una
relación muy cercana con Elsa Morante, a quien admiraba muchísimo como narradora,
y en 1985, cuando falleció tras una larga enfermedad, heredó sus gatos
siameses, que son los que aparecen en esta fotografía. Toda la vida le habían
gustado más los gatos que cualquier otro animal, pero sólo desde entonces fue que convivió inseparablemente con
ellos.
1086. “Siempre me sentí motivado por el proceso
del arte y no tanto por el resultado. Siempre fui muy consciente de eso. Vivo
para pintar (mientras debo lidiar con las complejidades de mi pintura) y
también para disfrutar de la compañía de mi gata, pasamos horas y horas juntos
los dos, mientras ella disfruta de mi compañía concentrada en las complejidades
de ser felina." (Frank Stella, pintor y grabador norteamericano, verdadera
referencia del arte abstracto y minimalista, junto a su gata Marisol)
1085. “Mi gato, cualquier gato, absolutamente todos los gatos
me provocan furibundos irrefrenables ataques de amor. Aquí estoy fotografiada
en pleno ataque, prueba irrefutable de mi amor incondicional por ellos.” (Anna
Jagodzinska, top model polaca de Vogue, L'Officiel y Revue de Modes)
1084. “En Lemuria, por obra y gracia de El Colo
-gato luminoso como el sol, bello como el amor correspondido y sabio como
pocos- existe el paraíso. Él le fue dando forma, para poner a prueba el amor
humano de Beatrice. Es ella, en este caso, la que debe atravesar un infierno de
vecinos inclementes, guiada por el oráculo chino, mientras él da señales de
vida desde la altura…” De nuevo Beatriz Vignoli nos conmueve, nos maravilla,
nos ofrece una magnífica historia donde se diluyen los bordes entre autora,
obra y persona, y la realidad que alcanzan los sueños y que es más verdadera
que la vigilia. “Un gato desaparece y un clan solidario organiza su búsqueda
que al principio es narrada como cuento de hadas para luego transformarse en
crónica policial y en una angustiante pesadilla al final. Ante los vecinos
iracundos, atrincherados por el temor y capaces de los actos más viles, se
levanta, sin embargo, la belleza del mito: el continente perdido de Lemuria
donde habitan quienes postulan otra forma de devenir.” Sólo Beatriz Vignoli es
capaz de transformar una serie de posteos de Facebook en un texto que es un
cosmos individual cerrado sobre sí mismo y, a la vez, abierto a dar zarpazos en
el pensamiento de hoy.
1083. Instantáneas gatunas - Su mirada ama,
comprende lo que está pasando y para qué está allí. La llevaron en su
transportador para la despedida. Su dueña estuvo hasta hace poco internada en
la Unidad de Cuidados Intensivos del Sanatorio Güemes de la Ciudad de Buenos
Aires. (Tan conmovedor testimonio me lo aportó Frodo, amigazo que administra el
muy recomendable sitio https://frodorock.blogspot.com/)
1082. “No sé de cuándo ni de dónde viene mi
relación con los gatos. Los amo, claro, pero mi relación con ellos, qué digo
relación si en realidad siento que son como una extensión de mí... Qué
arrogante de mi parte, pensándolo mejor, puesto que podría ser que yo fuera una
extensión de ellos… Como sea, no sé de cuándo ni de dónde viene. ¿Será que de
otras vidas? Puede ser… En la primera foto que tengo mía, tendría unos tres
años y ya hay gatos allí, en casa de mis abuelos. Así que ¿qué relación tengo
yo con ellos? Creo que soy ellos. ¿Me entiendes?” explicó en una entrevista el
gatófilo afamado fotógrafo Masahisa Fukase.
1081. Freddie Mercury, líder de la banda
británica Queen, recogía gatos abandonados del albergue ‘Blue Cross’ de Londres
y se los llevaba a su residencia. Tanto amaba a los mininos que incluso les
dedicó canciones y álbumes, como “Mr. Bad Guy”, dedicatoria que hizo extensiva
"Para mis gatos y para todos los que aman a los gatos alrededor del
universo… y que se jodan los que no!...” Él solía decir que sus gatos eran sus
únicos leales e incondicionales. Tom, Jerry, Oscar, Tiffany, Delilah, Goliah,
Miko, Romeo y Lilly fueron algunos de los nombres con que los bautizó y cabe
destacar que llegaron a ser los beneficiarios de parte de su fortuna por medio
de la fundación que creó para rescatar y proteger a los gatos desamparados. De
todos los que tuvo, sólo Tiffany, una gata Himalaya, fue un regalo de Mary
Austin, la novia a la que siguió llamando siempre «el amor de mi vida», en
tanto los demás fueron todos gatos rescatados... Pero Delilah fue su
inocultable predilección, una hembra de pelo largo esponjoso a la que le
compuso la canción del mismo nombre que está incluida en el álbum “Innuendo”.
(En la foto vemos a Freddie, una tía con Oscar en brazos, Mary Austin alzando a
Tiffany, su pareja Jim Hutton y otros de los amigos que atendían a sus gatos)
1080. “Mi nombre es Ana Evangelina Budeguer. Nací en Tucumán, Argentina. Me formé como Diseñadora gráfica, y desde hace algunos años me dedico principalmente a la ilustración y la pintura. Me fascinan los gatos y me siento totalmente atraída por ellos. Mi trabajo se centra en sus posiciones, sus movimientos, su armonía y elegancia, su comportamiento caprichoso y desafiante. En mis ilustraciones comparto mi visión sobre el mundo felino inspirado en mi gata Bubu y otros intereses personales como la naturaleza, los sueños, el yoga y el humor.” (Así se presenta en su muy recomendable sitio https://evanfelino.com/ la ilustradora, diseñadora y artista Ana Evangelina Budeguer)
1079. “Cuando un gato frota su lomo contra tu
pierna, sientes que al fin mereces su afecto. Independiente en extremo, así el
gato revela que eres su mascota.” (Juan Villoro)
1078. Zilah Luz es una mature woman del
striptease y en su cuenta de Facebook se exhibe para sus seguidores. “Hace
muchos años, luego de pedir mi mano a mis padres y al ver a mis gatos retozando
sobre mi cama, ‘el amor de mi vida’ me dijo, justo antes de pernoctar juntos
por primera vez: «¿Duermen contigo tus gatos en la cama? Creo que eso debería
cambiar. » Fue la noche más amarga para mí porque
inmediatamente comprendí que al que debía cambiar era a él y ya no volvimos a
vernos más”, recordó Zilah, en la foto jugando con uno de sus gatos.
1077. “Antes que el entrevistador retome la
palabra, aludiendo a Losa, el gato negro que acaricia sobre su regazo, John
Cage acota: ”A diferencia de vos y de mí, él sí que no habla de más.”
1076. Dos bellos poemas de Tamara Orellana, poeta
chilena, que de alguna manera tienen una continuidad. 1. ”El sinsentido” - «
Argán ha muerto. / Se me pide que coma, que beba algo. / No puedo sostener el
café. / Mi gato ha muerto. / Alguien me toma del brazo, / alguien afirma la
taza. / Mi verdadero amor ha muerto. / Se me pide que siga viviendo. » 2.
“Purificación del Fuego” - «Entregamos tu cuerpo a las llamas. / Ahora es
sagrado / el fuego. » (Encontrados en https://descontexto.blogspot.com/)
1075. El músico ruso que huyó de la guerra y se
enamoró de Buenos Aires: 'Mi lema es sexo, dulce de leche y rock n’ roll'.
Alexander Shterle arribó a Buenos Aires hace 6 meses en busca de un lugar donde
empezar una nueva vida: 'Un lugar sin dictadores, amigable y lindo'. Antes de
venir vivió un año en Estambul donde tocó en un recital a beneficio de
refugiados ucranianos. Su banda se llama The Sextape y aprende español tocando
temas del rock de acá. 'En Moscú ganaba muy bien; tenía una carrera exitosa
allí, pero los principios son más importantes, por lo que no me arrepiento de
haberme salido' dijo Alexander mientras posa con su gato Chivas para la foto.
'El primer barrio que elegí fue Palermo Hollywood. Inmediatamente me enamoró
esta ciudad, su arquitectura, la onda, la gente abierta y amable, el espíritu
de libertad, la comida, el vino y el dulce de leche', describe. En los videos
que subió a sus redes aparece con su inseparable gato. 'Viajo con 3 guitarras y
mi gato Chivas, al que me lo encontré en una calle en Turquía'. (Por Gabriela
Cicero para infobae.com)
1074. «Cesa la brisa de súbito y la lluvia recomienza. Y un rumor sumergido, un coro de difuntos, las voces de las Suplicantes griegas quizás, se expande en torno al sueño de los antiguos muertos de Baltimore. Las piedras pierden poco a poco la negrura y brillan ahora al contacto de la luvia. Mireya Pena parece una sonámbula y cruza a través de todas las puertas del aire y no se parece sino a la joven viuda de todos los muertos. Y seguimos allí, ausentes, lejanos, petrificados. El corazón delator palpita no lejos de nosotros, tal vez junto a la tumba de "Mary, la esposa de Thomas Bobdley". Y para que tampoco falte la atmósfera de "El gato negro", he ahí que de pronto se nos aparece de entre los sepulcros un "horrible y bello" gato, pero de color blanco que salta hacia un muro bajo de la Westminster Church. "El gato de Baudelaire", pensamos los tres, a un tiempo. Mireya Pena se sobresalta. Mi amigo se estremece. Y yo bajo la mirada hacia la tierra húmeda en cuyas profundas raíces oigo la voz lejana de Poe que parece haber reconocido, sin duda, la presencia de Charles Baudelaire, el querido hermano de la poesía francesa y del mundo. Al regresar, Humberto Díaz Casanueva se lleva un pequeño trozo de la reja de hierro que perteneció al antiguo sepulcro de Poe. Y es por el conjuro de ese sacrilegio que el frío, y algo semejante a unas visiones errantes, nos siguen a lo largo de los bosques que dan al camino brumoso de Baltimore a Washington. » (Edgar Allan Poe en Baltimore, escrito el 16 de enero de 1947 por Rosamel del Valle en Washington)
1073. “De Ernesto Larrese y Alejandro Vanelli se
pueden decir muchas cosas: que son un actor y un publicista y representante de
artistas, que llevan 42 años de un amor envidiable, que fueron el mascarón de
proa de la lucha por el matrimonio igualitario, que son la primera pareja gay
en casarse en Buenos Aires y que son dos tipos que saben lo que quieren (no lo
caretean ni lo menean con estridencia) y están dispuestos a luchar para
conseguirlo. Ambos por estos días están presentando «Rechazo a primera vista.
Una historia de amor y militancia», el libro que escribieron a cuatro manos
contando cómo es ser una pareja gay en tiempos de dictadura y de pelea por el
matrimonio igualitario, cómo sobrevivieron a los prejuicios ajenos, qué papel
tuvieron (y tienen) sus mujeres y la gran familia que armaron junto a la hija
de Alejandro, los nietos y sus cinco bellísimos gatos (una siamesa y cuatro
bengalíes, una raza increíble que reproduce el pelaje de tigres y leopardos),
entre los cuales está Vicente López, el gato que en la fotografía contienen Ernesto
y Alejandro en su abrazo.” («La historia de amor y militancia de dos tipos
audaces y coherentes» de noviembre de 2018 en www.pagina12.com.ar)
1072. Judy Collins siempre con gatos, en este
caso uno dormitando sobre el piano de Antonia Louisa Brico, durante una de
las clases de composición que la entonces ascendente cantante recibiera de la
mítica directora de orquesta y pianista neerlandesa quien, desde una silenciosa
tenaz trayectoria revolucionó el mundo de la música convirtiéndose, a puro
talento, en la primera mujer en dirigir la Berliner Philarmoniker y la New York
Philharmonic Orchestra, y sobre la cual Netflix recientemente estrenó el film
“La Directora de Orquesta”.
1071. «Judy Collins estaba en el encantador departamento que ocupa hace casi 50 años. El espacio, que ella califica como su entorno está salpicado de recuerdos de la Administración Clinton, Iluminado con lámparas de vidrio plomado con diseño de libélulas y suavizado con almohadones bordados con mensajes como ‘Los amigos son el mejor regalo’ y ‘Nunca se puede tener demasiados gatos’. Collins tiene tres. Son gatos persas con pelaje lujoso y ojos que parecen orbes celestiales: la Cocó Chanel blanca y negra, el Rachmaninof gris azulado y el Tom Wolfe (con el que se luce en esta fotografía) completamente blanco. » (“Judy Collins en su apartamento del Upper West Side con sus tres gatos” por Caroline Tompkins para The New York Times, reeditada en www.clarin.com)
(Obras de la serie “La belle captive” de René Magritte)
1070. “Lo más hermoso que hice por amor fue
quedarme con mi gatita cuando estaba enferma y no irme de gira con Fito por
todo Latinoamérica. Fue en junio, me quedé a cuidarla sin pensar que iba a
morir de leucemia. Fue un acto de amor verdadero” dijo en una entrevista la
cantante y compositora Fabiana Cantilo.
1069. Ronald Brooks Kitaj, pintor y estudioso del
arte figurativo, ícono capital del pop inglés, cuenta con una obra basada en
elementos narrativos autobiográficos en la que condensa sus pasiones: la
filosofía, la literatura, la historia y la política, y por supuesto los gatos.
1068. “La Hispanista Nissa Torrents”, óleo sobre
lienzo de Ronald Brooks Kitaj, cuadro perteneciente a una serie de retratos de
intelectuales y amigos que el artista realizó en la década del 60 luego de sus
numerosos viajes a la localidad catalana de Sant Feliu de Guíxols. Su amiga
Nissa Torrents, destacada hispanista docente del University College de Londres,
aparece sentada en una silla diseñada por el arquitecto Alvar Aalto,
perteneciente al estudio londinense de Kitaj. El interior se ve animado por un
móvil con dos gatos y hay también una mesa con diversos objetos en perspectiva
forzada. El móvil de los gatos tiene su historia; atribuido al joven Pablo
Picasso, sirvió como emblema al mítico café barcelonés 'Els Quatre Gats',
taberna punto de reunión de pintores, escritores e intelectuales que abrió sus
puertas en 1897, tiempo en que los gatos eran considerados un símbolo de
modernismo en la cultura artística y literaria de Cataluña.
1067. "Mis gatas tienen seis años y se
llaman Mirta y Rebeca. Les puse así porque son nombres típicos de tías judías
en Argentina y como mi segundo apellido es Katz, que quiere decir gato en
alemán, son las señoras Mirta y Rebeca Katz", apunta a infoLibre Alejo
Stível. "Tuve toda mi infancia un gata que tuve que abandonar cuando me
vine exiliado a España. Fue muy duro para mí porque la tenía desde los dos años
y yo me vine a los 17. Fue muy triste dejarla, pero estaba muy mayor y yo me
venía en barco y no la podía traer". Tras aquella primera relación gatuna,
Mirta y Rebeca entraron en la vida del músico y productor musical a través de
la que en ese momento era su novia, un poco en contra de su voluntad por aquel
"trauma" del pasado: "Me dio tanta pena despegarme de esa gata
que no quería volver a sufrir. Pero bueno, me las trajo y la verdad es que se
lo agradeceré de por vida porque son una compañía genial. Lo fueron en la
pandemia y, en general, me dan mucho cariño, tanto cuando llegaron como ahora
que vivo solo. Me dan paz y compañía. Son geniales".
1066. “Que cómo me ha ayudado la escritura? Me ha
sacado del país, me ha permitido ganar dinero y mandarles comida a mis gatos.
Vivo en el medio oeste estadounidense, en la casa de mi suegro, con una gata
que siempre es tema de conversación a la hora de la cena. Los felinos pueden
ser el hielo y también aquello que lo rompe. Mi proceso migratorio está ahí,
como un grillete que a veces nos distrae y a veces nos ahoga en incertidumbres.
Pero mientras espero también sueño: que cae la dictadura, que mis hermanas
consiguen trabajo, que puedo mandar a buscar a mis gatos, que les llego de
sorpresa a los viejos con un saco de pistachos y perfumes Carolina Herrera” le
dijo la poeta venezolana Enza García Arreaza a https://letralia.com/
1065. “En el Père-Lachaise de París, Marcel Proust sigue escarbando en el drama humano. El cementerio da morada a los mitos, así ha sido desde su inauguración en 1804. Es destino de turismo fetichista, y cantar en la tumba de Jim Morrison o leer poemas en la de Apollinaire es más imperioso que visitar la Torre Eiffel. En las noches con el cementerio cerrado los gatos lo ven todo, aman la oscuridad, se desmaterializan silenciosos, caminan entre los ángeles de mármol y ven los espíritus fosforescentes de los habitantes. Marcel Proust en vida nunca pudo tener un gato por su terrible asma, pero aquí despojado de ese cuerpo enfermo, habitando en un cuerpo sutil, charla con todos, y según su personalidad y estilo los nombra como sus personajes: Odette, Charlus, Madame Guermantes, Albertine. Marcel Proust poseía una personalidad felina en su cotidianidad y hábitos de escribir, era noctámbulo, misterioso, suave y elegante. En el cementerio lo rodea una banda de felinos con salvaje indiferencia y lealtad. El proyecto de Proust era que la trama de su novela fuera una línea continua en el tiempo, por eso quedó inconcluso el último volumen, “El tiempo recobrado”, aquí la sigue escribiendo con la ayuda de los gatos. Deambula pausado entre los pasillos, observa a los felinos y los incorpora en la trama, las historias se complican, y como cada gato posee una personalidad única, una apariencia irrepetible, Proust ve en ellos el estilo, refinamiento y la pasión de sus personajes. Los gatos le han solicitado que les describa con todas sus virtudes, belleza, silencio, astucia y agilidad, lo demás es prejuicio humano. Parte de la incomprensión que tenemos hacia la naturaleza es que le asignamos nuestros vergonzosos defectos y nuestras miserables virtudes. Proust sigue escarbando en el drama humano, custodiado por los gatos, cada noche entrevista a algún personaje, le pregunta su vida, le escucha sin juzgarlo, fascinado en su morbo, sigue construyendo su monumental novela. Las más de cien especies de pájaros que anidan en los ancianos árboles le llevan los chismes, entre otros hay pericos, petirrojos y miles de gorriones. Los gatos también observan a los pájaros con curiosidad científica, obviamente. El tiempo recobrado se consuma lejos de la enfermedad y del dolor, la realidad se arrodilla ante la ficción.” (Extractado de Marcel Proust – “La vida del cementerio” por Avelina Lésper, publicado en https://amp.milenio.com/)
1064. En la azotea, la casa del vecino,
deambulando por las calles o hasta en la luna, son apenas algunos de los
lugares en los que podríamos sospechar que se metió nuestro gato, ese pequeño
bribón de cuatro patas explorador de nuevos terrenos. Ésta y otras
posibilidades sobre el paradero de nuestras mascotas cuando se alejan del hogar
imagina Evelyn Moreno en “Gato, ¿estás ahí?”, libro con el que recientemente se
hizo merecedora del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2020. La obra,
ganadora del premio convocado por el Fondo de Cultura Económica y la Fundación
para las Letras Mexicanas, es un poemario narrativo integrado por 30 poemas en
los que su autora reflexiona el tema de la pérdida de un ser querido a través
de la voz de una pequeña niña que busca a su gato.
1063. “También tenía un tío muy rico, soltero,
homosexual, que vivía con un gato. Ese tío no podía entrar en la casona de los
Barclays en los suburbios porque el padre de Barclays, déspota pistolero, decía
que a su casa “no entraban mariquitas”. El niño Barclays admiraba a su tío con
fama de “mariquita”. Alguna vez su tío, que tenía una lengua viperina, le dijo
en la playa: -Mi gato es mucho más inteligente que tu papá y tu mamá. Tu papá
necesita pistolas para sentirse importante: mi gato no. Tu mamá necesita creer
en Dios para sentirse importante: mi gato no. Todos los gatos son ateos.
Cualquier gato es más inteligente que tú…” (Fragmento del relato “El perro y la
gata” publicado en https://www.abc.es por Jaime Bayly, en la foto durmiendo con
su gata Gati encima)
1062. “Soy una gata atropellada por un auto /
Cuando regresaba a casa crucé la calle / y no pude ver a la desgracia que venía
/ no pude verla con mi único ojo sano / Soy una gata triste que quedó tirada
sobre el pavimento / Cuando mi cuerpo ya estaba aterido y enfriándose / sentí
que me levantaban / y unas lágrimas caían sobre mi pecho / Me pusieron en una
caja de cartón / y me trajeron hasta aquí cerca del río Dulce / Sé que me
recuerdan pero casi nadie sabe donde queda mi tumba / Me enterraron junto al
tercer eucaliptus / hacia el sur de la calle Alsina” (“Gordi”, poema del
sociólogo, poeta y escritor de Santiago del Estero Carlos Virgilio Zurita)
1061. “Hasta donde recuerdo siempre he tenido un gato. Crecí en tres barrios de Santiago: Vivaceta, Matta y San Miguel, en casas en las que siempre hubo un gato oficial, parte de la familia, más la pandilla de gatos que se acercaba en busca de comida. El primer gato «compañero oficial» se llamó Esteban, era un felino sin raza determinada o felix chilensis choro. Se perdía durante el día, pero al atardecer regresaba y yo lo escuchaba ronronear sus aventuras de pandillero indomable. Por las noches, antes de ir a la cama, él y yo nos pegábamos a la radio para escuchar las emisiones por onda corta en español de Radio Neederland y Radio Moscú. Viajábamos juntos con ellas…” cuenta en un reportaje en la revista ‘La Gata de Colette’ Luis Sepúlveda Calfucura, gatófilo escritor, periodista y cineasta chileno, autor de inolvidables cuentos y novelas, en la foto con Camarada Esteban III.