La luna emerge
Como un estanque de perlas
En medio de la noche
En los árboles otoñales las rojas hojas
Caen lánguidamente, como las horas
Amarilleándose
La brisa vaga tardía por ahí perdida
Hundiéndose a cada manso paso
Transida de melancolía
Mientras mi amada
Desnuda entre mis desvelos va
Envuelta en neblina
Gime el bosque trayéndome su recuerdo
El rastro de su ausencia persigo
En el silencio colmado de grillos
Vuelo de fiebre, añoro sus labios
Persiste en mis dedos su sabor tan íntimo como tibio
Mojado en lágrimas
El impúdico rubor en su rostro brilla
Como si fueran incrustaciones de estrellas
Refulgen en el oscuro verdor del follaje
O tal vez sólo sean los ojos de los ciervos que espían
Mis ansias de amarla una vez más
Fotografía y poema definen muy bien la atmósfera de la "Novela de Genji". Magnífico.
ResponderEliminar¡Extraordinaire!
ResponderEliminarAdoro "La novela de Genji" que recién pude leer gracias a vos, Juan.
ResponderEliminarGenji va y viene en mí, Gato. Siempre está.
ResponderEliminarEnvidio a los que ligáis las palabras de esta poética manera.
ResponderEliminar¡Qué suerte!
Cada uno tiene sus talentos, Gato. Lo bueno, que los poemas los hacemos nuestros si nos gustan (y sin permiso de los poetas:) Una labor social es la que hacen.
ResponderEliminarPrecioso poema para un tango.
Si aquí empieza la primavera, allí empezará el otoño, ¿no?.
ResponderEliminarLa poesía es servicio. Qué bueno eso. Tiene una función social. ¿Por qué no? Otro futuro sería entonces posible.
ResponderEliminarSí, la luna llena de marzo y la luna llena de septiembre.
"La poesía es un arma cargada de futuro" dijo Celaya.
ResponderEliminarAhora voy yo y digo que también de pasado (Una gracieta:)
Indudable, Marian. Si algo no pasa nunca es el pasado en tanto que el futuro es incapaz de venir aquí ahora mismo. Nunca hay nada más allá del interminable presente.
ResponderEliminar