Obra de Robert Mapplethorpe (1985)
Errante como un reflejo en un espejo de mar azul
Atisbo inasible de un momento
No se ve ni sombra de quietud
Sólo un resplandor de silencio
Su viejo corazón de oscuridad
Sobre la espesa superficie de la nada
El secreto de su eternidad a la deriva
Eterno recién nacido de infinidad de vidas
Un animal de pétalos de luz en su carne de iceberg
Ciega el sol y la sal, ciega el día
El color de su aroma de aire de santuario
Surcando la noche del agua bajo mil estrellas
Como miríadas de mariposas en un cielo de ácido
Adónde va sin rostro y sin dejar rastro
Como el trueno que anuncia la cerrazón
Una llamarada en una sinfonía de fulgor
Va adonde van a morir los icebergs
Bellísimo poema, Carlos:
ResponderEliminarUn trabajo con el lenguaje impecable.
Besos
Ana
He vuelto a este poema precioso, Carlos. A veces me gusta bucear en tus poemas del pasado.
ResponderEliminarUn beso enorme