420. “Del gato me encanta su temperamento independiente e ingrato que le
impide sentir apego por alguien; la indiferencia con que pasa del salón al
tejado...” (François René de Chateaubriand)
419. “Fascinación es lo que siento por los gatos. No es algo normal, lo sé,
pero es que me parecen seres muy superiores. Si veo uno por la calle siento una
atracción inmediata. Mi amiga Chrissie Hynde, vocalista de The Pretenders,
siente igual. Puedes ir con ella por la calle y si llega a ver un gato va tras
él. Me fascinan, y me atraen, y entiendo que no me entiendas, pero si me
preguntas qué prefiero, si la compañía de un gato o la de un ser humano, te
contesto que no tengo alternativa. No le agrado a la gente, también lo sé, pero
sí les agrado a los gatos, y ellos a mí...” (Morrisey, ex integrante de The
Smiths, en una entrevista con el Daily Telegraph)
418. "He leído, no recuerdo dónde, que él siempre buscó nombres
sonoros y provocativos para sus gatos: Perezoso, Bufón, Puré Ácido, Gato
Perdido, Pestilente, Pecadillo… No sé cómo sonará Pecadillo en ese inglés
sureño de cachimbas y barcos de palas sobre el Mississippi, pero me parece un
nombre muy divertido para un gato”, opinó el escritor y periodista Jesús
Marchamalo sobre Mark Twain y sus gatos.
417. George Steiner, ganador en 1992 del premio Príncipe de Asturias, escribió:
«El gato de Louis-Ferdinand Céline, Bébert, es el gato más ilustre e
irresistible de la literatura. Bébert acompañó a su amo en sus derivas
parisinas, durante sus huidas y vueltas por Alemania y Dinamarca, por todas
partes estuvo con quien jamás disimuló siquiera su inmundo feroz antisemitismo,
para finalmente regresar a Francia, última estación de ese 'Viaje al fin de la
noche' que Céline vivió, antes de que su novela tomara forma, siempre con Bébert en su regazo, entre sus almohadas o en su escritorio sobre sus papeles...»
416. “Tu casa es su casa. Tú no tienes un gato, vives con un gato. De
hecho, casi podría decirse que él accede a vivir allí porque le caes bien. Los
gatos dominan la situación, son animales territoriales por definición…”, explica
Adriana Mármol, veterinaria de la clínica Triavet de Sant Cugat del Vallés,
Barcelona.
415. “Es infinitamente posible que la luminosidad invernal de esta
mañana / el sol claro y frío de una primavera de hielo / la hierba escarchada
por la helada blanca / y los tordos picoteando en el campo las últimas manzanas
olvidadas / y la gata de pelo grisáceo atigrado caminando sensual sobre la
tapia / y las voces de los niños jugando en un sendero / y la taza de café
junto al periódico vespertino de ayer / que a dos columnas habla del próximo
aumento en el precio del petróleo / y la estela que en el vívido cielo deja un
avión invisible subiendo en vertical… (Fragmento de “El tiempo que hace” de
Claude Roy)
414. “La Vierge au Chat”, estudio preparatorio para un vitraoux del
cabaret “Le Chat Noir” de 1881 por
Adolphe León Willete.
413. “La noche alberga todos los sonidos de pájaros nocturnos. Sus
cantos en las calles parecen emerger del centro íntimo de un vórtice ancestral.
Se escuchan unos ruidos que provienen de ramas escondidas. La belleza del
tiempo interminable asombra a los relojes. Un avión a distancia dibuja
trayectorias en el aire y plasma su destino sin pánico a la muerte. Me envuelve
el pulso apátrida de una emoción sin nombre, más allá del instinto de la
lluvia. Los gatos callejeros se refugian debajo de los coches y duermen mientras
sueñan con un mundo liberado de fantasmas. La respiración de la ciudad parece
una farola que contempla la raíz del relámpago. Voy cayendo en las grutas del
abismo, antes de darme cuenta de que el todo se desmaya en los brazos del
vacío.” (“Tiempo interminable”, prosa poética de la poeta Ana Muela Sopeña)
412. De tanto leer a Jorge Luis Borges llamó Borges a su gato. “Con
nadie estoy mejor que con él en casa”, declaró Iñaki Uriarte Cantolla, crítico
literario y escritor español, ganador del Premio Euskadi de ensayo en
castellano con su primer libro “Diarios”.
411. James Mason con uno de sus siameses en un alto en la filmación de
“Lolita” en 1962. Cuentan que tras las jornadas de rodaje Mason solía pasarse
las horas en el motorhome del director Stanley Kubrick, aunque no para repasar
el libreto o ensayar una próxima escena sino para hablar de gatos, por los que
ambos sentían verdadera pasión.