Finjo reconocerme
En el espejo
Miradas, rostros reflejo
Que me desenmascaran
¡Muchas gracias siempre!
1130. “Los gatos son príncipes callejeros,
aristógratas refinados de entre casa, finas bestias aún en la pelea y en la
noche. Es un privilegio para los seres humanos gozar de compañías de tal
sofisticación. Tener un gato es aprender a vivir más sensualmente” postula el
escritor y filósofo argentino Alejandro Rozitchner, en la foto con su gato
Father.
1129. En la portada del segundo número de la
revista chilena “La gata de Colette”, título que homenajea a la célebre
escritora francesa devota de los gatos, se anuncia que la ex ministra de
cultura Paulina Urrutia explica cómo fue que aprendió a enfrentar la pérdida en
compañía de sus gatos. Ramón Griffero, que acababa de ser nombrado director del
teatro nacional, cuenta sobre Miau, su gato, y comparte su mirada sobre el arte
y su evolución. Ramón Díaz Eterovic, autor de la famosa saga policial del
detective Heredia, habla de su trayectoria, del gato Simenon, de sus gatos y de
los gatos en general. (Pueden leer online los sucesivos números de esta imperdible revista
gatuna de colección en www.lagatadecolette.cl)
1128. “Convivir con un gato significa convivir con un filósofo del tiempo. En muchos sentidos son nuestros maestros. Hay tanto que aprender de ellos. Yo creo que los gatos, en el fondo, sienten lástima de los humanos. Les da pena que seamos una especie inferior y menos evolucionada. Comparados con ellos, carecemos de su elasticidad, su capacidad de salto, su indolencia, su agudeza visual, su gestión impecable del tiempo, su infinita elegancia, su maravilloso sistema nervioso, que les concede el privilegio de relajarse a voluntad… Y tantas y tantas virtudes más. Escritores y gatos mezclan bien, estoy de acuerdo con eso. Se ha dicho muchas veces que el gato es una criatura literaria. Lo es, porque comparte con nosotros la necesidad de aislamiento, el carácter furtivo, el apego por las cosas silenciosas y las mesas llenas de libros y papeles. Y aunque su fama de ariscos les precede, lo cierto es que, al menos en mi caso (no me atrevo a generalizar), mi gato es una criatura cariñosa, muy necesitada de mimos, juegos y caricias, hasta que de vez en cuando, sin saber por qué ni venir a cuento, me da un zarpazo o me muerde; quizá para recordarme, por si se me había olvidado, que el amor también duele...” (Fragmento de “Mi gato”, escrito por el cuentista y ensayista español Eloy Tizón)
1127. “Los perros son absolutamente sumisos, lameculos,
serviles. Uno no puede imaginarse tirándole un hueso quinientas veces a un gato y
que venga babeando con el hueso. Los gatos van
completamente a su aire. Son seres libres, son muy domésticos. Se ponen en un
rayito de sol como si lo hubieran inventado ellos al sol. Ocupan la casa de una
manera que terminas siendo un siervo de ellos y mendigando que te quieran un
poquito. Son absolutamente superiores” dice Joaquín Sabina en su cuenta de
Instagram divulgando su libro “Garagatos”. Todo empezó cuando los médicos le
aconsejaron que cuidara su voz entre actuaciones. Sabina tomó entonces nota,
pero no quiso quedarse quieto. Así empezó a recurrir a cuadernos y anotadores
en los cuales volcar su creatividad, y así en camerinos o en habitaciones de
hotel durante sus viajes y giras, agarraba lápices y rotuladores y escogía
colores y empezó a dibujar gatos, princesas, más gatos, playas soleadas, viejos
amores y amigos y gatos, siempre sus amados gatos... (En la imagen vemos a algunos
de sus gatos y su libro "Garagatos" sobre la mesa)
1126. “Así son las cosas con un gato, ya sabes,
cualquier gato. Les importa un carajo la disciplina, no pueden evitarlo, así
son ellos. Pero, si lo miras mejor y eres justo, no se trata de
insubordinación: esa no es una palabra que se aplique a un gato. De ninguna
manera. Un gato nunca es esclavo, siervo o sirviente de nadie, y no puede
serlo, no está en él serlo: puesto que es la única criatura en el cielo, en la
tierra o en cualquier lugar que no puede obedecer a nadie, incluidos los
ángeles, lo cual lo coloca por encima de todo el asunto, lo coloca en una clase
aparte. Él es independiente. ¿Entiendes lo que es? ¿Lo grande de su tamaño?
Siempre hay alguien a quien incluso un rey tiene que obedecer: ya sea su
ramera, un sacerdote, un anillo, una nación, una deidad o lo que sea, pero no
es así nunca con un gato. Él será tu amigo si quieres, si lo respetas, ese será
el límite: igualdad de condiciones también, ya seas rey o zapatero; no puedes
jugar a 'soy más que vos' con un gato. ¡No, señor! Será tu amigo pero si lo tratas
como un caballero, no en otros términos…” dice en el "El refugio de los
abandonados" Mark Twain, en la fotografía jugando con dos de sus gatos.)
1125 “El comisario Kostas Jaritos se aburre.
Recientemente fue dado de baja y se recupera de una delicada operación luego
que, durante la investigación de un caso, le dispararan en el pecho. Para
distraerse recibe la visita de sus compañeros policías, lee los periódicos,
mira la televisión y como ya no soporta a su jodida mujer termina yéndose a la
plaza donde pelea territorio con un gato callejero que no lo quiere por
allí...” (Así plantea su novela “Suicidio Perfecto” Petros Márkaris, escritor y
guionista griego reconocido por su saga de historias policíacas protagonizadas
por el comisario Kostas Jaritos en las que nunca faltan gatos.)
1124. Eartha Kitt estuvo en la inaguración del
“Meow Mix Café” ubicado en pleno corazón de Manhattan. Los gatos, sus dueños y
admiradores pueden ahora disfrutar del sofisticado establecimiento para fe-linos,
el primero en abrir sus puertas en Nueva York en octubre de 2017. Los primeros
clientes ya dieron su aprobación, devorando hasta el último bocado del menú
gatuno especial compuesto por variedades de pescado, higado y pollo. La
inauguración contó además con la presencia de la actriz, cantante y madrina del
establecimiento Eartha Kitt, la recordada Gatúbela de Batman, icónica serie de
televisión de los años 60’s quien, ante los flashes y requisitoria periodística
se jactó, confirmando que sigue siendo toda una gata: “La diferencia en mi labor
en la serie, en comparación con las demás excelentes actrices que hicieron de
Gatúblea, fue que los gatos en el set venían a mí y no necesitamos siquiera
ensayar nunca nada. Con las otras hubo anécdotas de toda clase, la que no era
alérgica gustaba más de los perros o les tenía desconfianza. En fin, entienden
de lo que les hablo?”
1123. “El precio que pagamos por ser fieles a nosotros mismos vale la pena.”(Eartha Kitt)/ Mala, quería ser mala, / fugarse con sangre y piel en las uñas, / atrapando luces en el aire. / Mala, gata mala. / Ir hacia las miradas con sigilo, / acariciando muebles, paredes, espaldas, / lamiéndose con su lengua de serpiente de agua. / Ser peligrosa, una pradera de leonas. / De sus amantes coleccionar costillas. / Vomitar algodón, escupir tachuelas, / orinar las esquinas, andar desnuda. / Toda dueña de su cuerpo. / Ella libre, ella mala.” (“I Want To be Evil”, poema del escritor y poeta venezolano Fedosy Santaella Kruk dedicado a Eartha Kitt)
1122. “La verdad es que en el principio fue un
Gato llamado Eduardo Torres que soñaba que era un Gato llamado Augusto
Monterroso que soñaba que era un escritor que escribía acerca de un provinciano
amante de las letras llamado Eduardo Torres que soñaba que era un Gato. Cuando
en una portada o contraportada de un libro atribuido a Augusto Monterroso que
reúne estudios o entrevistas sobre un autor así llamado vemos a un señor afable
de gorrita de pana, mirada un tanto burlona y sonrisa apenas insinuada
sosteniendo entre los brazos a un gatito inofensivo y un poco asustado, blanco
y negro, lleno de bigotes y pestañas, retratado de perfil y que mira asombrado
con un solo ojo hacia un punto invisible para nosotros donde se encuentra sin
duda el objeto de su asombro que es sin duda un espejo (porque los gatos sólo
miran tan consternados cuando lo que miran es o tiene las cualidades de un
espejo), no hay duda: la fotografía que estamos viendo es el revelado de un
negativo que es el sueño de aquel personaje que se sueña soñado por Augusto
Monterroso. El asombro del gatito fotografiado es explicable porque lo que le
devuelve el espejo invisible es otro gato inquietantemente parecido a él mismo
y ese personaje ausente de la foto es el responsable de todo: del inocente
gatito blanco y negro que hace como si fuera el gato de Monterroso, de un tal
Eduardo Torres que hace como si fuera el personaje de un escritor que suele
firmar Augusto Monterroso y del hombre de la gorrita, que hace como si fuera el
dueño del gatito y el inventor de un personaje ficticio llamado Eduardo Torres
y que para todos esos efectos y otros tales como dedicar a sus amigos libros
llamados “Movimiento perpetuo” o “La oveja negra y demás fábulas” hace como si
fuera Augusto Monterroso. Yo antes creía que Tito amaba a los gatos. Ahora sé
que los gatos aman a Tito como uno ama a sus sueños. Lo aman porque lo han
inventado. Porque el Gato ausente de la fotografía, el gran responsable es
todos los gatos, o mejor acaso el Gato entelequia, el Gato platónico, el Gato
más gato de todos los gatos, el Gato arquetípico. Y al inventar a Tito ese Gato
que es todos los gatos lo hizo, como Dios al hombre. A su imagen y semejanza.
O, como describía un contemporáneo de Huysmans el talante felino del autor de
“A rebours”: «distraídamente atento, con una mirada de benévola malicia»:
tierno y juguetonamente cruel, curioso, entre próximo y distante, entre
amistoso y solitario. Todo ello por causa de esa arcana sabiduría que les viene
a los gatos y a Tito, como bien lo advirtió Théophile Gautier «al seguir con
los ojos, con una extremada intensidad de atención, escenas invisibles para los
simples mortales». (Escrito de Julieta Campos sobre Augusto Monterroso,
escritor hondureño nacionalizado guatemalteco y exiliado en México, considerado
uno de los maestros de la minificción y el microrrelato)
1121. Zviad Gogolauri nació en Rustavi (Georgia) en 1969 y se graduó en la Academia de Bellas Artes en 1994. Desde 2003 es miembro de la Comunidad de Artistas de Tiflis. Su obra tiene un trazo vitalista. Los personajes femeninos retratados miran vívidamente al espectador, no hay rostros sombríos, no hay muecas aciagas. Lo naif es folclórico en sus lienzos que nos recuerdan a los de Nedelchev... Y gatos, siempre pinta gatos acompañando a sus modelos, «porque lo femenino es íntimo de los felinos», asegura.
1120.”Un gato callejero llamado Bob” de James
Bowen es un best seller mundial: la historia en primera persona de un hombre
que vive en las calles de Londres y tiene la buena fortuna de hacerse amigo de
un gato. James Bowen es un músico callejero de los tantos que hay por las
calles de todo el mundo que un día se encuentra con un gato callejero de los
tantos que hay por las calles y tejados de todo el mundo, y decide llamarlo Bob
para, a partir de ese mismo momento y por varios años, ser compañeros inseparables.
Tanto le cambiaría la vida a James Bowen ese encuentro fortuito con el gato Bob
que se convertiría en millonario. Juntos viajarían por todos lados y hasta
harían la película “Un gato callejero llamado Bob” contando sus vivencias y
aventuras, y publicarían además tres libros, “El mundo según Bob”, “Un regalo
de Bob” y “El pequeño libro de Bob” vendiendo más de 10 millones de copias en
casi 40 idiomas. James Bowen pasaría entonces de vivir en la calle a tener su
propio piso, dejaría atrás la triste vida de un marginal depresivo que no podía
dejar las drogas para reintegrarse a la sociedad, siempre al lado de su querido
amigo Bob, hasta que pasados los años, muy felices años juntos, al cumplir sus
14 Bob falleció, lo que llevó a James Bowen a comunicar a través de un conmovedor mensaje
en su Twitter rubricando esta inolvidable gran historia real: “Bob me salvó la
vida. Tan simple como eso. Me dio mucho más que su afecto y compañía. Con él a
mi lado encontré mi camino y la determinación que me faltaba. Nunca hubo nadie
como él para mí y nunca lo habrá. Siento como si hubieran apagado la luz en mi
vida. Nunca lo olvidaré ni alcanzaré a agradecerle todo lo que hizo posible…”
1119. “Todos los gatos de la región son un ruido
en el techo / igual que el de los reos fondeados entre bolsas en un hueco del
río / -ritos de amor, ritos de combate- / hasta que se descuelgan ya muertos o
cansados / para asediar mi casa / se revuelven / como tribus de arañas en el
fondo del agua / me reclaman un lugar en el lecho / y de comer según los usos
del último tratado / -alianza concertada con el viejo que dio nombre a los
gatos / sembró las margaritas, los geranios / (donde orino cuando estoy
apurado) / comió sobre esta mesa /
durmió sobre esta cama / murió sobre esta cama como un sapo / Las moscas
de mi mesa son las mismas que engordan / en la mesa de mis ochovecinos
pensionados de guerra / son de vuelo pesado y paso torpe / mansas para la
muerte, son el día / Por la noche los gatos / Allá vuelven / Cierro la puerta
con dos vueltas de llave, toco madera” (“Por la noche los gatos - Poesía
1961-1986” de Antonio Cisneros)
1118. “Desde siempre me he visto envuelta en esas
situaciones, como aquella mañana con el psiquiatra. Él estaba viviendo en la
casita detrás de la mía mientras remodelaban la casa que se acababa de comprar.
Parecía muy simpático, y además era guapo, así que por supuesto quería causarle
buena impresión, y hasta le habría llevado unos pastelitos de chocolate, pero
tampoco quería violentarlo. Una mañana, justo al amanecer, como de costumbre,
me estaba tomando un café y contemplando desde la ventana mi jardín, que en ese
momento era un prodigio, con las enredaderas de caracolillo en flor y los
delfinios y el cosmos. Me sentí, bueno, me sentí rebosante de alegría… ¿Por qué
titubeo al contarlo? No quiero parecer melindrosa, quiero causar buena
impresión. La cuestión es que estaba contenta, y eché un puñado de alpiste en
la terraza y sonreí abstraída mientras docenas de tórtolas y pinzones acudían a
comer las semillas, cuando de pronto, zas, dos gatos enormes saltaron a la
terraza y empezaron a zamparse los pájaros entre una nube de plumas, en el
preciso momento que el psiquiatra salía por su puerta. Me miró consternado,
dijo «¡Qué horror!» y huyó. A partir de aquella mañana me evitó completamente,
y no eran imaginaciones mías. Cómo habría podido explicarle que todo ocurrió
muy rápido, que no sonreía porque me divirtiera la carnicería de los gatos,
sino que no había dado tiempo a que mi felicidad al ver los caracolillos y los
pinzones se disipara...”(Fragmento de “Manual para mujeres de la limpieza” de
Lucia Berlin)
1117. Jacopo Bassano pintó este cuadro en 1542
cuando el gato era visto como un símbolo de los más horrendos pecados, por lo
que, según los estudiosos, en sus varias representaciones de “La Última Cena”,
mordaz como solía ser, ubicó siempre al gato cerca de Judas, el traidor.
1116. Los Bassano fueron todos grandes pintores amantes
de los gatos. Todos integrantes del manierismo de la Escuela de Venecia proveniente
del Renacimiento italiano. La familia estaba compuesta por Jacopo Bassano, hijo
de Francesco Bassano El Viejo y padre de Francesco Bassano El Joven, y Leandro
Bassano, todos nacidos en Bassano del Grappa, localidad a pocos kilómetros de
Venecia, y todos además coincideron en incluir gatos en sus obras. (Este cuadro
fue pintado por Leandro Bassano, 1557-1622)
1115. “¿Por qué tantos escritores eligen al gato
como mascota? «Porque mi mujer me lo impone, dado que ella también es una gata
y de hecho, aunque adora a los perros, tiene tanto miedo de que les hagan daño
a alguno de nuestros tres mininos que jamás entraría un can en esta casa», nos
dice contundentemente Antonio Escohotado. «Esmeralda, y dudo con ese nombre
porque empezó llamándose Melania, tiene como una extraña pasión carnal conmigo
(risas), y no es broma. Le ha dado tal ataque de amor que todas las noches duerme
en mi cama, ¡sobre mis partes pudendas! Ignoro si porque se trata de una zona
calentita o si anidan en ella otros motivos. El caso es que tengo que
levantarme varias veces al baño, y no lo necesitaría, pero es que me presiona
la vejiga», remata con humor el filósofo, jurista, ensayista, traductor y
profesor universitario español Antonio Escohotado Espinosa en esta entrevista
en https://www.larazon.es/
1114. «Mi gata estuvo ahí como testigo de todos
mis libros», dijo la escritora uruguaya Natalia Mardero.
1113. Disco de Bob Dylan de 1965, “Bringing It
All Back Home”. En la foto de portada aparecen Dylan con un gatito entre las
manos y Sally Grossman, esposa de su manager Albert Grossman, rodeada de
baratijas crípticas y long plays de Lord Buckley y los Impressions, Robert
Johnson y Ravi Shankar, una revista Time con el presidente Lyndon B. Johnson en
la portada y su gato, al que llamó Rolling Stone, entre otros elementos del
decorado. Un poco como en un juego de objetos ocultos, el fotógrago Daniel
Kramer logró plasmar una composición tan ecléctica como el contenido del disco
e incluso recibió una nominación al Grammy a la mejor portada de álbum de rock de ese año.
(Encontrado en https://faroutmagazine.co.uk/)
1112. Albert Einstein amaba a los gatos, pero no
existen fotografías de él con los suyos, que tenía varios, aunque sí registros
en los que explicó: “Me gustan mucho los gatos, me parecen admirables, pero
debo tenerlos en la casa del fondo, por las pulgas, lo que me impide poder
alzarlos y dormir con ellos como quisiera. Pero me encantan y me serenan
también.” (Ante la carencia de imágenes de Einstein junto a sus gatos vemos
esta de la Murrs Galerie Berühmter Katzen de Michael Mathias Precht)
1111. “Yo también reí / pero mi risa no era una
criatura que habitaba el viento / sino un gatito púrpura y desnutrido que
rápidamente se puso a jugar / con las avecillas verdes que llenaban la mañana /
como un árbol de ramas invisibles.”
(Fragmento de “Maíz negro”, poema de Jhavier Romero, poeta, teatrista,
artista conceptual, músico y profesor de literatura panameño, Premio Ricardo
Miró de Poesía 2017, Premio Ricardo Miró de Teatro 2019. Encontrado en https://www.revistaaltazor.cl/)
1110. “El gato llega a la puerta del cuarto donde
escribo. / Se detiene… vacila… avanza… / Me clava su mirada. / Nos miramos.
Ojos contra ojos… / ¡Casi con terror! / Como dos seres incomunicables y
solitarios / Que fuésemos hechura de dioses diferentes.” (Poema de Mário
Quintana, poeta brasileño nacido y muerto en Porto Alegre en 1906-1994)
1109. “Venía de la miseria y la soledad de una
infancia sumergida en la promiscuidad familiar, de las violentas relaciones amor-odio
con la madre, del hondo desdén por Augusto Morante, el padre legal, sujeto
impotente y masoquista ante los castigos de la esposa, del rencor por el “tío”
que los procreó para luego desaparecer. Sólo su sostenida pasión por los gatos,
los niños y los juegos, que inventaba para jugar con sus hermanos, la preservó
de la locura. Un origen de hambre y dolor que amargó su prematura
independización (seguramente mal vista en la época) y muchas veces, sin culpa
ni vergüenza, la arrastró a la prostitución. La relación con Alberto Moravia,
con el cual se casó y convivió muchos años, contribuyó a ponerla en la mira,
pero fue por la trascendencia de sus escritos que Elsa Morante se afianzó en el
primer plano y obtuvo peso propio en el círculo de opiniones de la intelligentzia
italiana de mediados de siglo –a la que por otra parte evitaba–, mientras en la
intimidad se convertía en amiga dilecta de Pasolini, Bertolucci y Visconti.”
(Por Alicia Plante para https://www.pagina12.com.ar)
1108. “Mucho de gato tenía Andy Warhol quien, después de sus vivencias en el Chelsea Hotel, compartió manta y sofá con sus veinticinco gatos en su apartamento de la avenida Lexington. A todos los llamaba Sam, los dibujaba y algunos le acompañaban en sus viajes más locos. Llegó a cancelar importantes citas de negocios, con tal de no separarse de ellos. Warhol se dejaba querer y entre ronroneos descubrió hasta qué punto le traían suerte, sobre todo un gato azul, al que, cuando su ausencia se le hacía insoportable, le escribía notitas que después le dejaba en su canastilla: Querido Sam. Te echo de menos. Quien te ama, A. (¿Quién va a ser si no?)” (Extractado de //sonandoconmaletas.com)
1107. El Dios Sol Ra con forma de gato matando a
la serpiente Apofis junto al sicomoro sagrado, (1295-1186 a.c), una de las
pinturas funerarias de la tumba de Inherkhau. Desde siempre el gato fue
venerado porque mataba a las ratas que se devoraban los cereales de las
cosechas acumulados en los graneros y porque ahuyentaba a las serpientes, muy
numerosas a orillas del Nilo. Era además admirado por su belleza y elegancia y
respetado y hasta temido por sus “cualidades mágicas" (el gato imponía
respeto o miedo, dependiendo la persona), las que no eran otra cosa que la capacidad de
sus pupilas (o tapetum lucidum) de contraerse y brillar con la luz de la luna
en la más cerrada oscuridad.
1106. En la víspera del accidente en el que
perdió la vida, James Dean dejó a su gato Marcus al cuidado de su amiga
Jeanette Doty con una nota en la que le indicaba cómo debía cuidarlo: “1
cucharadita de jarabe Karo. 1 lata
grande de leche evaporada. Misma
cantidad de agua destilada o hervida. 1 yema de huevo. Mezclar y enfriar. No le
des carne o leche fría. 1 gota de vitaminas diaria. Lleva a Marcus al Dr.
Cooper en la calle Melrose la semana que viene, toca vacunarle.” Su siamés
Marcus había sido un regalo de su íntima amiga Elizabeth Taylor al inicio de la
filmación de su última película, 'Gigante'.
1105. El maestro del cine Nicholas Ray contó
sobre James Dean: “La última vez que lo vi fue una noche que de repente se
apareció por mi casa a las tres de la mañana. Tenía ganas de hablar y lo
hicimos durante horas, hasta que era ya de día. Hablamos sobre sus planes
futuros, incluyendo la película que estaba haciendo, “Gigante”, y la que
pretendía hacer. Luego, cuando ya se iba, me pidió un libro sobre gatos que le
había comentado que tenía en mi biblioteca. Amaba a los gatos. Los consideraba
sus maestros de actuación y concentración. Cuentan que el día de su muerte, su
gato, al que había dejado al cuidado de una vecina amiga, desapareció. Sin
dudas, James Dean fue uno de los más grandes'. (Esta foto, jugando con su
siamés Marcus, le fue tomada en la casa que alquilaba en Sherman Oaks,
California, días antes del trágico accidente automovilístico que le costó la
vida.
1104. “Volver a Eliot y traducirlo todo ha
supuesto una revisión de la influencia del gran poeta angloamericano en mí
mismo (y en otros poetas de mi generación, como Joaquín Pérez Azaústre o José
Daniel García). Desde la posguerra, Eliot ha estado presente en varias
generaciones: en los novísimos, en la experiencia, en la mía propia. Ahora estará
más presente aún un Eliot nuevo para nosotros, un Eliot que amaba los gatos y
el té, un habitante de Hampstead con sombrero de seda, un revolucionario con
traje y corbata, un hombre que fue vanguardista y conservador y que nos dio una
lección de resistencia moral frente a lo convulso de todo tiempo.” (Así prologa
su trabajo José Luis Rey, reconocido traductor del maestro poeta T.S. Eliot, en
la fotografía en su estudio con su gato Zuaxo sobre su brazo, para https://wmagazin.com/)
1103. La autora, pintora e ilustradora
estadounidense Dahlov Ipcar amaba a los gatos. Escribió y ella misma ilustró
una treintena de libros infantiles, entre los que destaca “El Gato de Noche”
(The Cat at Night), publicado en 1969, en el que narra las aventuras de
Goliath, un gato blanco y negro que vive en una granja y duerme de día junto a
la estufa hasta la noche cuando el granjero se va a dormir y lo saca de la
casa. Goliath disfruta eso porque puede hacer lo que más le gusta, ver en la
noche y explorar. No tiene sueño de noche. La noche lo despierta, es su mejor
momento. Avanza sigilosamente, caza siempre algo y hasta se llega al pueblo
vecino a reunirse con sus amigos gatos. Luego, con las primeras luces del nuevo
día, regresa siempre justo después que el granjero ha ordeñado sus vacas. Al
verlo la granjera lo saluda y le ofrece un cuenco de leche. Goliath se la bebe
toda y recién entonces entra en la casa, se acurruca junto a la estufa y se
queda dormido mientras el granjero exclama: “Pero qué gato tan perezoso, seguro
que se pasa la noche por ahí durmiendo y duerme luego todo el día aquí”. Pero
el gato ya no lo escucha, duerme profundamente y sueña con las aventuras de la
noche pasada.
1102. “No me interesa hablar de poesía, prefiero
hablar con mi gato o el jardinero. Aprendo más y me aburro menos. No me
interesa ser personaje, porque cuando te ven así, tu poesía pasa a segundo
plano. No me interesa si escribes o no escribes. En cambio ser poeta en serio
es una responsabilidad. La gente no debe escribir poesía, deben ser poetas. La
poesía no es una carrera, eso queda para la hípica. La poesía es la lucha
contra nuestro enemigo el tiempo y un intento de integrarse a la muerte, de la
cual tuve conciencia desde muy niño. La poesía no me interesa sólo como acto
estético, sino ético. Una manera de cambiar el mundo es empezando a cambiarse a
sí mismo. No importa ser bueno o mal poeta, sino transformarse en poeta, luchar
contra el universo que se deshace, no aceptar los valores que no sean poéticos,
de nada vale escribir poemas si somos personajes antipoéticos.” (Jorge
Teillier, poeta chileno)
1101. “Cuando ya no tuve edad para enamorar ni enamorarme de mujeres hermosas tuve a mis gatos con quienes sí que nos amamos y respetamos todavía más. Eso para mí es felicidad.” (Bohumil Hrabal, renombrado prolífico novelista checo)