Y sigue soplando... en el Gran Rex de Buenos Aires, Argentina, los próximos 26, 27, 28 y 30 de abril.
Viene Bob Dylan otra vez a la Argentina, viene (como diría Christopher Ricks) el Shakespeare de este tiempo, viene el que descontracturó a Los Beatles haciéndoles fumar marihuana (dicho por Lennon, el que le dijo al oído que todo estaba muy lindo "pero que sus letras tenían que decir algo"), viene el que inventó todo esto que te gusta, (me refiero a todo lo que va de la balada tradicional irlandesa al blues, al country y al folk), viene el que le enseñó el desparpajo de cantar al rock, o a eso que con toda precisión hoy llamamos rock, más como una ideología imprecisa que como una forma musical precisa (escuchen si no las miríadas de modulaciones, dicciones, impostaciones, amaneramientos, articulaciones, falsetes y berridos que manda en sus versiones), viene la voz cubista de caudal surreal-expresionista (la mejor, con excepción de Enrico Caruso, Beniamino Gigli y Tito Schipa), viene el que encendió sombras en la cultura humana de las últimas cinco décadas y cuya influencia está lejos de apagarse, viene el que percibió que no hay nada más estable que el cambio, que incluso su genio se extinguiría si permaneciera demasiado en su pedestal, por lo que aprendió a ser otro a cada instante (¿el otro de Rimbaud?), de ahí que vive reinventándose como artista y revisitándose constantemente como una autopista que lleva directo a la poesía futura y a la canción por venir.
Viejo es el viento
Y sigue soplando... en Bob Dylan.
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