Miríadas de kalpas
Transcurrieron...
Ni había nacido yo
Desde que te quiero
carlos perrotti
1300. Aunque la mayoría lo conoce por crear The
Office o por su ingenio en las entregas de premios Oscar, en Clowder lo
conocemos por algo aún más importante: ama a los gatos. Ricky Gervais compartió
su vida con una gata siamesa llamada Ollie, quien se convirtió en la más grande
estrella de su mundo. Ollie fue un regalo de su pareja Jane y rápidamente se
convirtió en su fiel compañera. A menudo la llamaba su mejor amiga, y sus redes
sociales estaban llenas de fotos con ella haciendo precisamente lo que mejor
hacen los gatos: relajarse y lucir majestuosa. Cuando Ollie falleció en 2020 Ricky
habló abiertamente de su dolor. Le escribió un sentido homenaje llamándola una
amiga dulce, gentil y hermosa. Quedó claro para cualquiera que lo viera que su
vínculo era profundo y lleno de amor. Ricky comparte hoy su vida hogareña con
una nueva compañera felina llamada Pickle. Tras perder a Ollie no estaba seguro
de poder abrir su corazón de nuevo, pero Pickle lo cambió todo. Es juguetona,
intensa, de gran personalidad, y rápida-mente se ha convertido en el centro de
sus prioridades, como antes Ollie. Ricky comparte a menudo en las redes fragmentos
de su vida juntos mostrando que el amor que sentía por Ollie se continúa en
Pickle. (En imagen Ricky con la recordada Ollie)
1299. Este
gato de porcelana fue diseñado y realizado en algún momento del 1700 en China y
años después exportado a Europa donde le fueron colocados ojos de brillantes y
un taburete dorado a pedido de Madame de Pompadour, la amante principal del Rey
Luis XV entre 1745 y 1751, famosa por su influencia en la corte francesa y su
ascendencia sobre el Rey, además de su pasión por los gatos. El gato de
porcelana, cabe destacar, pertenece a la colección oficial del Museo Getty.
1298. “Dicen que tengo síndrome de Diógenes. No
sé si será verdad, pero no puedo evitar recoger los gatitos callejeros o los
libros tirados delante de los contenedores de basura. Me parece un sacrilegio
tirar la cultura, la historia o todo lo que puede hacer pensar al ser humano. Y
sí, hoy me he encontrado al pie del plátano de jardín, unos niños. Me han dicho
que son maniquíes y que estaban esperando a que los recogiera el camión del
punto limpio, pero yo he visto en esos niños, los que mueren en cualquier
guerra injusta de las muchas que hay en este mundo absurdo y egoísta y me los
he llevado a casa para vestirlos, darles de comer y dejarlos después de
asearlos y ponerles ropita, en una cama de sábanas limpias. Puede que me crean
una vieja loca. Puede que tenga algún síndrome de esos modernos. Ahora le ponen
nombre a todo, pero no se habla del dolor ni se le pone nombre, a eso que
sienten los padres que pierden a sus hijos de manera tan injusta que son las
guerras, la muerte o el hambre. Eso nos lo dejan para que lo veamos como si se
tratara de un moderno juego, luego nos cuentan lo que algunos quieren que
creamos y todos apagamos la televisión y nos vamos a la cama tras la película.”
(“Vieja loca”, microrrelato publicado el viernes 5 de septiembre de 2025 en
https://misrelatosyotrascosas.blogspot.com, el muy recomendable blog de Nani
Canovaca, autora de la novela “Soledad y Olvido van de la mano” de reciente
aparición. En imagen vemos a María Dolores Rivero Hernández, más conocida como
Lolita Pluma, una querible “Vieja Loca” que dedicó gran parte de su vida a
recoger, cuidar, alimentar y hacer atender por veterinarios a los gatos
callejeros de la zona del parque Santa Catalina, en Las Palmas de Gran Canaria,
, cuyos vecinos tanto la valoraron y echaban de menos que hasta le hicieron una
estatua que es hoy atracción turística y cita obligada de miles de gateros de
todo el mundo.)
1297. Los
gatos deambulan por las historias de Murakami como lo hacen por la vida real:
silenciosos, inesperados y a menudo dando la sensación como de que ven algo
invisible. Nacido en Kioto en 1949, Murakami es uno de los autores más célebres
de Japón, conocido por novelas como «Kafka en la orilla», «Crónica del pájaro
que da cuerda al mundo», «1Q84» y varias más. Su escritura fusiona lo cotidiano
con lo surrealista y los gatos suelen aparecer en los momentos clave. No
siempre son centrales en la trama, pero nunca aleatorios. A veces hablan, a
veces desaparecen, a veces conducen a los personajes a una mayor profundidad en
la memoria o el misterio. Murakami en entrevistas ha descrito cómo disfruta de
la independencia y presencia de sus gatos, especialmente durante su serena y
solitaria labor. En otra oportunidad evocó que alimentar a los gatos callejeros
cuando sale de paseo forma parte de su rutina cotidiana. Para él los gatos no
son metáforas sino compañeros en el fondo de su conciencia, casi la atmósfera
en la que se mueven sus personajes. Si alguna vez has sentido que un gato sabe
más de lo que dice, o que su silencio encierra algo significativo, encontrarás
eso mismo en las páginas de cualquier libro de Haruki Murakami.
1296. Bob Dylan en el Indian Neck Folk Festival
de 1961, rodeado de músicos de la escena folk de la época. Un detalle curioso
se cuela en la foto: es un gatito siamés sobre el hombro de Jack Parmley. Dylan
era conocido por detectar fragmentos de la vida cotidiana para luego
transformarlos en canciones. Pues bien, aquí tienen uno, años después de esta
escena, en “Like a Rolling Stone” Bob mencionaría a un "diplomático que
llevaba un gato siamés en el hombro". Aunque la línea no se refiere a
Parmley, es un nítido ejemplo de cómo él usaba imágenes de lo que ocurría a su
alrededor para incluirlas en sus letras. (Fragmento de Like a Rolling Stone:
“Ah, nunca te interesaron las muecas de los payasos y malabaristas que hacían
trucos para vos / Jamás entendiste que no eran para nada buenas / No debiste
dejar que otros recibieran las patadas que eran para vos / Solías subirte a
corceles cromados con tu diplomático / llevando en sus hombros un gato siamés /
¿Viste qué duro fue descubrir que él no era lo que parecía / y que se llevó todo
lo que pudo robarte? /¿Cómo se siente estar a la deriva / sin dónde caerte
muerta / como una piedra rodante?”)
1295. Tama, la gata calicó de la estación de
trenes de Kishigawa, en la prefectura de Wakayama en Japón, salvó a su línea de
la quiebra y se ganó así su fama, convirtiéndose en la empleada felina más
conocida del mundo. Cuenta su historia sintetizada que en el 2007 su pequeña
estación de trenes de una zona rural atravesaba serias dificultades económicas
y que estaba a punto de cerrar. Fue entonces cuando tomaron la brillante
decisión de nombrar a Tama como jefa de estación oficial, con gorra y uniforme,
para cumplir la misión de ser adorable con todos los pasajeros sin excepción.
Turistas de todo Japón acudían en masa, cuando hicieron correr la simple
noticia a través de la oficina de comunicación de la estación, y un verdadero
fenómeno impensado ocurrió, ya que todos querían conocer a Tama, la gata
trabajadora, y la línea ferroviaria en crisis experimentó un aumento masivo de
pasajeros en un 17% en su primer mes e iría creciendo de ahí en más, salvando
literalmente a la estación de su cierre... Cuando Tama falleció el 22 de junio
de 2015 miles de personas asistieron a su funeral y fue ascendida póstumamente
a "Honorable Eterna Jefa de Estación" e incluso le construyeron un
santuario con forma de gato en su honor, instituyendo a futuro que la estación
mantendría el puesto y servicio inaugurado por Tama y que sería cubierto por un
plantel de gatas. Nitama, Santama y Yontama son algunos de los nombres de las
gatas que vienen estando a cargo. Es por esta razón que la estación de trenes
de Kishikawa será siempre reconocida como la estación de Tama y sus gatas
sucesoras.
1294. Utilizando tinta negra sobre papel
absorbente, Endre Penovác deja que la pintura se desborde y se extienda de
forma natural, otorgando a sus gatos una presencia nebulosa y sobrenatural. Sus
contornos son suaves, sus ojos vívidos y sus cuerpos parecen flotar entre la
forma y la sombra. Su obra no intenta encasillar a los gatos. Nos invita a
verlos como son: seres esquivos, alertas y siempre medio como en otro mundo. Con
apenas pinceladas Penovác captura no sólo la apariencia de los gatos sino
también cómo se comportan en diferentes ámbitos.
1293. Nacido en 1956 en Bačka Topola, un pequeño
pueblo del norte de Serbia, Endre Penovác es un pintor húngaro conocido por sus
etéreas envolventes pinturas de gatos en tinta y acuarela. Perteneciente a la
minoría étnica húngara de la región de Vojvodina, Penovác aún vive y trabaja en
el mismo pueblo donde nació. Tras estudiar en la Academia de Bellas Artes de
Novi Sad desarrolló un estilo sereno y potente que ha captado la atención
internacional. Si bien pinta una gran variedad de temas, incluyendo paisajes
rurales y animales de granja, son sus retratos de gatos los que le han dado su
merecido reconocimiento.
1292. “Sólo me importa el resplandor / Es el momento de gato / Hubo de todo y no hubo nada / Y es inútil repetírtelo / Sólo un sigilo intrascendente / Una acción obvia / Qué buen pasillo de quietud / Es un paisaje entre islas tan tibias / Tan desnudas de todo...” (Fragmento de la letra de “El gran doblez”, tema que Spinetta publicó en “Don Lucero”, su álbum de 1989. Sobre qué se lo inspiró, El Flaco, junto a su recordado gato Lobo en la foto, dijo en una entrevista: “Observar a los gatos, que tienen mucho de humanos, me disparó este tema que habla de una consciencia dual en la que se establece el sigilo como método de placer. El deslizarse de los gatos es para mí como un paisaje entre islas para el regocijo”.
1291.
Joyce Carol Oates es autora de cerca de 60 novelas además de cuentos,
poesía, ensayos, obras de teatro y un par de volúmenes de memorias. Oates es
también reconocida como una defensora guardiana de los gatos. En 2015 escribió
un poema que The New Yorker le publicó titulado "Jubilate: An Homage in
Catterel Verse" en honor a su gata Cherie. El poema destaca con versos
metafóricos las garras amasadoras de Cherie en su vientre, la aparente
distancia que muestra ante lo que la rodea y el desafío de comprender la
sensibilidad felina. La presencia de Oates en redes sociales (X, en especial)
incluye publicaciones públicas frecuentes sobre sus gatos. En el Cuestionario
Proust de Vanity Fair ella identificó su
idea de la felicidad absoluta como "despertar con un gato ronroneando
junto a mi cabeza sobre la almohada", además de su pasión por escribir.
Incluso en ocasiones publica consejos y recomendaciones como la comida orgánica
sin cereales como necesaria para los gatos mayores o con todo derecho
quisquillosos. Además, aunque los gatos no son el centro de sus ficciones
siempre están presentes, puesto que desempeñan un papel constante y amoroso en
su vida e imagen pública.
1290. Leonora Carrington, pintora surrealista tan
inglesa como mexicana, en su estudio con su gato. «Los gatos me hablan, los
escucho. Son más límpidos que los humanos», dijo alguna vez. (Fotografía de
Emeric “Chiki” Weisz)
1289. James Mason y su esposa Pamela Kellino fueron
devotos amantes de los gatos. Los medios de comunicación informaban con
frecuencia de su afición gatera y de la colección de gatos que llegaron a tener
en sus hogares, ya en Surrey o en Beverly Hills. Las historias de los felinos
de la famosa pareja se hicieron tan populares que en 1949 los Mason publicaron
un libro titulado "Los gatos en nuestras vidas". James, que era
también artista plástico, aparte de multipremiado actor, lo ilustró con dibujos
y pinturas. Actualmente es un título difícil de encontrar y bastante caro entre
los coleccionistas. En sus páginas relataban historias divertidas y muchas
veces conmovedoras sobre los gatos que habían tenido y amado tanto. Baby, Lady
Leeds, Whitey, Zeke, Toppy, Sharon, Nibbler, Sadie y Flower Face fueron sólo
algunas de las ‘musas maulladoras’ que inspiraron a Mason y Pamela a escribir
el libro cuyo lanzamiento mereció exhibirlos en plena tarea en la portada de la
célebre revista Life.
1288. “¿Piensan los gatos? / Dicen que los gatos no piensan, / pero eso es difícil de creer. / Como no pueden hablar, / ¿cómo puede alguien saberlo? / Lo cierto es que Gatito, / cuando orina en la almohada, / se esconde rápidamente: / sabe que ha hecho algo mal. / Y si la comida está caliente, / antes de comer, / la toca con mucho cuidado con la pata para comprobarlo. / Sólo cuando la temperatura de la comida es normal / viene por fin a comer. / ¿Y puedes explicarme cómo supo que se enfriaría?” (Poema del Poeta gatero Ferreira Gullar con su siamés Gatito)
1287. Julius Adam II (1852-1913), fue un artista
alemán especializado en la pintura protagonizada por animales, en especial sus
admirados gato. Julius estudió pintura desde muy niño, dedicándose en sus
primeros trabajos principalmente al paisaje antes de volcarse a pintar
animales. Al iniciar el siglo XIX los retratos con gatos se pusieron de moda y
Adam tuvo un éxito rotundo pintando gatos, tanto que llegó a ser conocido como
Julius «Gato» Adam. Aquí lo vemos en su famoso autorretrato de 1911 con sus
propios gatos.
1286. El maestro de la meditación de Lingdok, un
pequeño pueblo del noreste de la India, 1972. Conocido como el Gomchen, título
que significa "el gran meditador", este monje celibe de 87 años vivía
en retiro en una cabaña aislada en el bosque, acompañado solo por un joven asistente
y un gato. Totalmente sordo y dedicado por completo a la contemplación, pasaba
horas en meditación y vivía de las ofrendas de los peregrinos, las que
compartía con su gato, porque nunca debían faltarle por ser una divinidad a su
cargo, y a veces con su discípulo, como parte de su instrucción para que
aprenda, por ejemplo, sobre la abundancia y la privación.
1285. "Hace 14 años heredamos un gatito de
meses. Mis hijos y mi mujer se entusiasmaban con tenerlo en casa. Yo con más congelado sentido
práctico me resistía. Nunca me habían gustado demasiado esos bichos.
Impredecibles. Un verano por hacerme el langa con una muchacha que gustaba
mucho de ellos había alzado a uno en el puerto de Olivos y el muy mierda me
había clavado las garras a la altura del codo. Cené haciéndome el distraído
toda la noche con el brazo inflado como popeye pero a rayas. Yo soy de los
perros, decía, no me jodan a mí con los gatos. Gato marrón. Alguna vez un
pintor me había dicho que si mezclás todos los colores de la paleta da marrón,
color caca me había dicho. No compraba jamás de los jamases ropa marrón, por
ejemplo. El gatito encima era marrón. Caca pura. Chocolate decían mis hijos buscandole
la imagen positiva. Si entra un gato salgo yo, dije un poquito sobreactuado de
más. Pero se ve que ya había fayuteado tantas amenazas yo que ni pelota me
dieron. O vieron la oportunidad de algún buen trueque. Me dejaron bautizarlo
para ver si me ponían más frufrú. Le pusimos Fausto. Yo me sentaba a escribir,
venía y se me sentaba arriba el hinchapelotas. Yo lo bajaba más o menos
delicadamente. Y el pesado volvía. Como yo estaba mucho en casa me tenía de
abrigo. ¿Qué soy, una estufa yo acá, carajo…? Resulta que acá se van todos y encima me lo
banco yo todo el día al animal. Me di cuenta al final que era más fácil dejarlo
hacer lo que quisiera, má sí, querés subirte, subite cabeza de termo. Cada
tanto lo acomodaba para que no fastidie. Por lo menos es suavecito sentía.
Todos los días lo mismo. Eso. Y frotarse la cabeza contra mi oreja. Y
ronronear. Y eso de tocarte la mano con la patita. Y uno no es de fierro
tampoco. Cuando unos meses después la familia me escuchó decir en la mesa “mi
gatito” hicieron silencio compasivo. Nadie se rió, pero yo no soy ningún tonto,
eh. Escribí todas mis últimas obras con Fausto a cuestas. El tipo entendía la
mierda esta de la dramaturgia. Cuando se sentaba encima de un borrador era claro que me lo estaba curando. Fue el
curador de cada borrador impreso. Este sí, este no. Cuando se levantaba
aburrido y se iba al balcón yo entendía con claridad que no valía la pena
seguir haciendo fuerza y me iba con él. Si yo regaba él seguía con atención de
espectador fascinado el recorrido del agua que drenaba la maceta, y yo me
colgaba pensando en la importancia de no perder el hilo del conflicto eje. A veces la cosa no avanzaba; y el tipo se
ponía a maullar. Yo sabía: rompía la hoja, hacía seis bollos y jugamos un rato
al metegolentra en la puerta de la cocina. A la vuelta siempre se me ocurría
algún otro recursito salva escena. Era tan práctico todo en el bicho que me
hacía pensar a cada momento en la limpieza de las estructuras, en la belleza de
las elipsis, en lo bueno de ir al grano. Hace un par de meses se enfermó. Los
riñones. Estaba viejo y muy flaco. Lo llevábamos a la veterinaria, le pasaban
suero y levantaba de nuevo unos días. Anteanoche llovía fuerte. Pidió salir al
jardín, le abrimos, y él que le disparaba al agua como a la peste, él que no se
alejaba nunca de los límites del territorio que alguna vez había meado, se fue
caminando medio errante bajo la tormenta y se internó en el terreno lindero. Lo
salimos a buscar con paraguas y linternas y lo encontramos acurrucado en el quincho
de un vecino. Comprendimos que había llegado la hora. Se iba para terminar la
vida alejado, ese atavismo raro y poético de los gatos. Ayer murió. Hice un
pozo tal vez demasiado profundo en el jardín y lo enterramos. Le planté unos
helechos serruchos. Yo lagrimeé, mi mujer lloró. Ella dice que como yo lloro
poco sufro el doble, y debe tener razón. Pero puedo escribir, que al final es
catarsis también. Y despedirme en letras. Cada uno hace lo que puede. Chau
Fausto, Chau coautor. Hoy salimos a caminar y a la vuelta lo extrañamos al
entrar a la casa. Me saqué el ponchito marrón que enrollo sobre el abrigo
marrón, que me calzo sobre mi camisa marrón (todos los que me conocen saben de
esta manía monocromática que vaya a saber cómo me ha agarrado a mí desde hace
varios años, si hasta medias marrones tengo en la fotito, sentado sobre mi
sillón marrón). Agarré la compu para seguir con la obra que me desvela pero no,
salió esto". (Mauricio Kartun, dramaturgo y director de teatro)
1284. “Somos grandes gatos, tu e eu. / Por isso,
dormitamos no sofá / a ouvir a imitação da chuva / que o filtro do aquário faz
ressoar na sala. / Gostamos de estar assim, / horas e horas, tentando / acalmar
a bravura do relógio. / Porque a paz não é bem a paz, / mas apenas a ausência
da guerra.” (“Pax simulata”, en portugués, para que con la traducción no
perdamos su bella musicalidad original, poema de Luís Palma Gomes, en la
imagen, junto a sus piernas, vemos dormitando a su gata que no se deja
fotografiar, publicado el 27 de junio de 2025 en su muy recomendable blog
poético personal https://arvorecomvoz.blogspot.com/)
1283. “Los amantes de los felinos evangelizan a
minorías intensas. Las personas que nunca han tenido animales en sus vidas no
sólo no comprenden sino que suelen plantear que es absurdo amar a esas
criaturas indómitas, autosuficientes, de temperamento independiente,
impermeables a las amenazas, desobedientes por naturaleza. El filólogo y
periodista asturiano Pedro Zuazua Gil confiesa que nunca fue un gran animalista
hasta que apareció Mía, una gata blanca y marrón claro, y se convirtió en un
apasionado padre primerizo hipocondríaco. «En una de las múltiples ocasiones en
las que se subió a la mesa, no sé cómo intenté bajarla y se me resbaló de las
manos, cayendo al suelo. No le dio tiempo a girarse antes del golpe y, al
levantarse, cojeaba ostensiblemente… Mía iba caminando con la patita derecha en
el aire y se notaba que le dolía mucho. Mi primer pensamiento fue que la había
dejado coja para siempre. Por mi mente pasaron infinidad de gatos y perros a
los que había visto con una pata en cabestrillo. Pobre Mía, había ido a parar a
la casa de un tipo que a las dos semanas la había convertido en una gata
lisiada», recuerda el autor de “En mi casa no entra un gato”, un libro
delicioso, una bocanada de oxígeno y carcajadas en este mundo pandémico.” (Por
Silvina Friera para Página12 – Suplemento de Cultura y Espectáculos del 16 de
julio de 2020)
1282. Aunque tras la pandemia pudo confesar que
mató a sus queridos diecisiete gatos a escopetazos durante una de sus penosas
demenciales crisis por drogas, Ozzy Osbourne hizo servicios públicos para PETA,
como este en el que imputa la crueldad oculta tras la práctica de quitarles sus
garras a los gatos. “La desungulación de las garras en los dedos de los gatos
es una horrible imbecilidad. Si tu sofá es más importante para vos que la salud
y la felicidad de tu gato, ¡no mereces tenerlo! Cómprale un rascador a tu gato;
no lo mutiles más”, lanzó Ozzy para esta campaña. Por más que los malinformados
puedan pensar que es una simple manicura, la desungulación es en realidad una
práctica dolorosa. Sin sus garras como primera línea de defensa, los gatos se
sienten tan inseguros que tienden a morder con más frecuencia como forma de
autoprotección. Incluso los gatos adiestrados pueden orinar y defecar fuera de
su caja para hacer sus necesidades y tener otros comportamientos agresivos
cuando les cortan las uñas. Adicionalmente, como información, sepan que en el
verano de 2019 el gobernador Andrew Cuomo hizo historia cuando Nueva York se
convirtió en el primer estado de EE.UU en prohibir la desungulación de gatos.
Los que buscan proteger sus muebles más que a sus mininos pueden consultar sobre
las maneras humanas de evitar que los gatos los arañen para estirarse las uñas
en el libro de Ingrid Newkirk, Presidenta de PETA: "250 acciones que
puedes hacer por tu gato”, entre ellas no cortarles sus uñas.
1281. Instantáneas gatunas – El 22 de julio
pasado falleció en Jordans, Reino Unido, Ozzy Osbourne, mítico cantante de
rocanrol y líder de Black Sabbath. Así fue recordado en las redes por sus
seguidores gateros.
1280. «Les he observado mucho y he también comprobado el increíble dandismo del gato, que sólo quiere estar limpio, componer buenas
figuras y que le dejen en paz. El gato no quiere a nadie y me apasiona [...] El
gato parece todo menos un analfabeto. Tiene aspecto de estar de vuelta, de
habérselo leído todo hace mucho tiempo [...] Escribir en la intimidad, con la
noche fuera, furiosa, y unos gatos cerca. No creo que ni en Ámsterdam ni en el
universo haya mayores fórmulas de felicidad.» (Pasajes de “Diario de un escritor
burgués” de Francisco Umbral, en la foto con su gato Ramón, por ‘Gómez de la
Serna’, claro)
1279. Para el Budismo el gato representa la
dimensión espiritual, por lo cual se promovía en antiguos ritos que los
difuntos fuesen enterrados junto a un gato vivo pero con un ingrediente extra:
a la tumba se le añadía un agujero para que pudiesen escapar; así, cuando el
felino emergía del sepulcro, se consideraba que el alma del muerto ya estaba
fusionada con la del gato. No obstante, en el mismo mundo budista se considera
al gato como un ser insolente, pues junto a la serpiente, fueron los únicos del
reino animal que no se conmovieron ante la muerte de Buddha. Todo esto nos
conecta con una de las novelas más celebradas y magistrales de Yukio Mishima,
“El Pabellón de oro”, la cual narra el desenlace trágico de un templo quemado
por un monje budista, libro que de forma muy poética y visceral discurre sobre
el significado de la fealdad y la belleza. La novela reproduce un famoso Koan
(forma breve similar a la parábola que sintetiza una paradoja y una moraleja)
el cual es considerado en el mundo búdico como una de los más complejos y que alude
a Nansen matando a un gato, además de ser tan breve que podemos citarlo
completamente: «Un día un gato entró a un templo. Provocó tal interés entre los
monjes que, de inmediato, comenzaron a disputárselo. El maestro Nansen decidió
arreglar la cuestión, separó a los monjes, tomó al gato y le acercó una hoz.
«Si alguno de ustedes da una buena respuesta, pueden salvar al gato» —les
dijo. Como ninguno de los monjes habló,
Nansen mató al gato. Más tarde Joshu —el primer discípulo— volvió y Nansen le
contó lo que había pasado. Joshu se quitó las sandalias, las puso sobre su cabeza
y se fue. Nansen se quedó pensando que, de haber estado ahí en el momento del
juicio, Joshu hubiera salvado al gato. » (Artículo encontrado en https://ellectorestepario.blogspot.com/-
En la foto, un Yukio muy joven, siempre con gatos)
1278. Gabriela Mistral amó tanto a sus gatos que
una vez en pleno frenesí gatuno confesó
su íntimo sentimiento: “Tener gatos debiera ser una obligación en esta
sociedad”. El más popular de sus michis fue su siamés Jazmín, al que apodaba
«generalito». En una esquela escrita el 29 de julio de 1954, desbordada de
ternura, podemos dimensionar el estado que exteriorizaba por su siamés,
tratándolo como a su hijo: «¡Ah! Hijo mío, acabo de tirar la última caja de
cartón con la que juegas y estoy comenzando a pensar que soy humana.»
1277. Room 8 fue un gato de la zona de Echo Park, California, que una vez entró deambulando como si nada en un aula en 1952 en la Escuela Primaria Elysian Heights de dicho vecindario y allí se quedó. La historia cuenta que a partir de entonces vivía en la escuela durante el año escolar y desaparecía durante los veranos para regresar al reanudarse las clases. Esta rutina continuó sin interrupción hasta mediados de la década del 60 y se hizo famosa, al punto que los canales de noticias enviaban sus cámaras a principios de año esperando el regreso del gato. Tan querido era Room 8 que llegó a recibir regalos y cartas de los estudiantes y vecinos, y hasta apareció en un documental titulado “Big Cat, Little Cat” y en el libro infantil “A Cat Called Room 8”. La revista Look publicó sobre él un artículo de tres páginas, “Room 8: The School Cat”, firmado por el fotógrafo Richard Hewett en noviembre de 1962, y Leo Kottke le compuso una canción instrumental titulada “Room 8” que incluyó en “Mudlark”, su álbum de 1971. Finalmente, cuando Room 8 falleció se había hecho tan querido que su obituario se publicó en los más importantes periódicos y los estudiantes recaudaron fondos para su lápida. Hoy está enterrado en el Parque Conmemorativo de Mascotas de Los Ángeles en Calabasas, California.
1276. "Miss Mary", óleo y témpera sobre
cartón y madera terciada, realizado en 1926 y expuesto en el Museo Leopold. La
"Miss Mary" desnuda contempla satisfecha su propio reflejo en un
pequeño espejo de mano. La observa una figura masculina, con los rasgos del
artista autorretratándose, y también un gato siamés en el borde inferior de la
representación. El felino no sólo sirve como firma de Hanns Ludwig Katz
["Katz" significa "gato" en alemán] sino que simboliza
además la vanidad del deseo femenino, con ciertas connotaciones libertinas.
Dado que el encuentro entre artista y modelo sigue una tradición
histórico-estilística, Katz incluyó deliberadamente referencias a la época en
el moderno corte de pelo que nos muestra a una Miss Mary encarnando el tipo de
‘nueva mujer’ surgido en la década de 1920, aparte de la mirada claramente
lasciva del artista, amante de los gatos, téngase incluso en cuenta. Katz, de
ascendencia judía, se enfrentó a la prohibición de trabajar tras la llegada al
poder de los nacionalsocialistas y fue sometido a vigilancia adicional debido a
su interés en las políticas de izquierdas. Sus obras fueron consideradas
ejemplos de "arte degenerado" y una de ellas se presentó en la
exposición homónima de 1937. Katz finalmente emigró a Johannesburgo, Sudáfrica,
en donde falleció en 1940.
1275. Natalia Oreiro cumplió 48 años el pasado
lunes 19 de mayo y lo celebró de una manera distinta y muy emotiva. Como ella
mismo contó a través de las redes sociales, adoptó a Milonga, una gata callejera
que “los eligió”, según sus propias palabras. Tras la polémica que generó en
las redes hace una semana por un clip que la tenía como protagonista en donde
le rechazaba una foto a un fan, la actriz vivió un cumple en familia, con mucha
alegría y un regalo muy especial. “Cumplí años y el regalo más lindo es esta
gatita callejera. Le pusimos Milonga y no puede más de mimosa”. El nombre
Milonga puede referirse al género musical folclórico de ritmo vivo, como así también
al lugar donde se reúnen las personas para bailar tango, vals y milonga. Luego
de compartir varias fotos y videos a modo de presentación, Natalia contó la historia
de Milonga: “Después de un mes de preguntarnos si tendría familia, de
alimentarla y cuidarla, hoy entendí que nos eligió. Bienvenida Milonga”.
Natalia disfrutará ahora de una compañía especial junto a su marido Ricardo
Mollo y su hijo Merlín Atahualpa. Milonga ya es parte de su familia.
1274. 1. Gato andino (Leopardus jacobita) fue descubierto en 1865 por Emil Lichtenstein. Vive entre los 3000 y 5000 metros de altura tud. Puede alcanzar hasta 60 cm el cuerpo y 45 cm la cola. 2. Gato herrumbroso (Prionailurus rubiginosus), quien primero lo registró fue Edward Turner Bennett en 1831. Vive en bosques húmedos y zonas rocosas de India y Sri Lanka. Es uno de los felinos más pequeños del planeta, con apenas 35 a 48 cm de largo. 3. Caracal (Caracal caracal) fue clasificado en 1776 por el naturalista alemán Johann von Schreber. Vive en África, Medio Oriente y Asia Central. Puede medir hasta 1 metro su cuerpo sin la cola y pesar hasta 20 kg. 4. Yaguarundí (Herpailurus yagouaroundi) fue descripto en 1803 por el naturalista francés Étienne Geoffroy Saint-Hilaire. Vive entre México y el norte de Argentina. Tiene cuerpo alargado y pelaje uniforme, alcanzando un tamaño de 65 a 85 cm más una cola de 30 a 50 cm. 5. Gato de cabeza plana (Prionailurus planiceps) fue visto por primera vez en 1827 por Nicholas Aylward Vigors y Thomas Horsfield. Vive en el sudeste asiático, puntualmente en Tailandia, Borneo y Sumatra. Es un felino semiacuático que puede medir hasta 50 cm, con una cabeza inusualmente aplanada y hocico corto. 6. Gato dorado asiático (Catopuma temminckii) Fue anotado en 1827 por el zoólogo Nicholas Aylward Vigors, en honor al naturalista holandés Coenraad Temminck. Vive en el sudeste asiático, desde Nepal hasta Sumatra. Puede llegar a medir hasta 1 metro de largo. 7. Tigrillo o margay (Leopardus wiedii) fue avistado en 1821 por Heinrich Rudolf Schinz. Vive en las selvas tropicales de América Central y Sudamérica. Mide entre 45 y 80 cm y su cola es larga. 8. Manul o gato de Pallas (Otocolobus manul), quien lo clasificó en 1776 fue Peter Simon Pallas, quien lo estudió en sus expediciones por Asia Central. Vive en las estepas frías y montañosas de Mongolia, Rusia y el Himalaya. Mide unos 50-65 cm con una cola gruesa de hasta 30 cm. 9. Gato serval (Leptailurus serval) fue registrado por Von Schreber en 1758. Se mueve por el África subsahariana, Puede medir hasta 100 cm de largo y es famoso por sus largas patas y saltos singulares. (Gatos Salvajes)
1273. “El día de ayer te despedimos y fue uno de
los más difíciles y tristes de mi vida. Fuiste mi primer gato, nuestra
inspiración para dar pie a nuestro
emprendimiento, fuiste la llave para rescatar a muchos gatitos de la
calle y la alegría en mi familia. Estoy segura de que por tí yo jamás volví a
ser la misma. Gracias por todas las risas que me diste, por cada ronroneo, por
enseñarme a quererte, por todo tu amor, tu lealtad y la serenidad con que
tomabas la vida. No sé cuántas vidas me faltan, pero en cada una de ellas
espero encontrarme contigo. Pispita 2010-2025 - PD. A Pispita la adoptamos
cuando tenía año y medio de edad, la recogimos de la calle y venía preñada sin
nosotros saberlo, éramos ignorantes en el mundo felino. Tristemente, por eso no
tenemos fotos de cuando era bebé.” (Encontrarlo en la cuenta Pispita Shop de
Facebook fue para mí pura emoción)
1272. “The Private Life of a Cat” (La vida
privada de una gata) es un documental mudo que incluso ni música tiene, una
pequeña obra de arte con tiernos momentos y otros muy cómicos. Los
protagonistas son: Él, un gato blanco, y Ella, una gata atigrada que debió
tener algún antepasado persa. El documental dura exactamente 22 minutos en los
que vemos la relación entre Él y Ella, el nacimiento de cinco gatitos (4
blancos y un atigrado) en primerísimos planos, cómo los cuida Ella y la
curiosidad de Él. En un momento dado, Ella decide transportar a los gatitos
desde la caja donde nacieron hasta una chimenea que no se usa y sólo sirve de
decoración. Durante el traslado, Él observa todo desde el sofá, intrigadísimo,
pero sin ayudar. Poco después en las acciones, aunque debieron pasar ya unos
días, Él enseña a los gatitos a trepar, y como siempre pasa en cualquier camada
se ve que hay uno o dos más listos que los demás. Ella contempla las lecciones
de Él a una cierta distancia, casi podría decirse que con orgullo. El
documental aparece dirigido por Alexander «Sasha» Hamid, que efectivamente la
rodó y se ocupó del montaje final, pero quien lo planificó y produjo fue su
mujer, Maya Deren, una obsesa amante de los gatos, poeta, ensayista y cineasta
vanguardista. Se rodó en 1944 en Nueva York, en el piso donde vivían Maya y Alexander
rodeados de gatos, tal cual el sueño que toda la vida tuvo Maya. En los 22
minutos del documental hay poquísimos carteles, aparte de los títulos
identificatorios para Él y Ella, en los que podemos leer «Al cabo de dos
meses», «Ella empieza a buscar un lugar para la familia», «¡Cinco! Ahora la
familia necesita comida y descanso», «Al cabo de dos semanas» y finalmente «Un
sitio mejor para aprender a andar», más el The End del documental.
1271. Maya Deren, su verdadero nombre fue
Eleanora Derenkowsky, nació en Kiev, Ucrania, el 29 de abril de 1917, hija
única de Marie Fiedler y Solomon David Derenkowsky, quien le enseñaría desde
muy niña la pasión por los gatos. En la foto vemos a Maya a los 9 años con un
gato en brazos. La familia emigraría pronto a los Estados Unidos, en 1922, y a
poco de llegar, el padre acortó el apellido a Deren y se afincaron en el estado
de Nueva York, más precisamente en Siracusa, en cuya Universidad Maya
estudiaría, a la par de comenzar a escribir sus primeros ensayos y poemas,
hasta descubrir el cine y convertirse en una cineasta vanguardista creando,
ante la falta de canales de distribución para sus películas experimentales,
Creative Film Foundation, en Greenwich Village, donde vivió siempre junto a su
marido Alexander «Sasha» Hamid, rodeados de gatos, en un ambiente frecuentado
por artistas, bohemios e intelectuales.