1070. “Lo más hermoso que hice por amor fue
quedarme con mi gatita cuando estaba enferma y no irme de gira con Fito por
todo Latinoamérica. Fue en junio, me quedé a cuidarla sin pensar que iba a
morir de leucemia. Fue un acto de amor verdadero” dijo en una entrevista la
cantante y compositora Fabiana Cantilo.
1069. Ronald Brooks Kitaj, pintor y estudioso del
arte figurativo, ícono capital del pop inglés, cuenta con una obra basada en
elementos narrativos autobiográficos en la que condensa sus pasiones: la
filosofía, la literatura, la historia y la política, y por supuesto los gatos.
1068. “La Hispanista Nissa Torrents”, óleo sobre
lienzo de Ronald Brooks Kitaj, cuadro perteneciente a una serie de retratos de
intelectuales y amigos que el artista realizó en la década del 60 luego de sus
numerosos viajes a la localidad catalana de Sant Feliu de Guíxols. Su amiga
Nissa Torrents, destacada hispanista docente del University College de Londres,
aparece sentada en una silla diseñada por el arquitecto Alvar Aalto,
perteneciente al estudio londinense de Kitaj. El interior se ve animado por un
móvil con dos gatos y hay también una mesa con diversos objetos en perspectiva
forzada. El móvil de los gatos tiene su historia; atribuido al joven Pablo
Picasso, sirvió como emblema al mítico café barcelonés 'Els Quatre Gats',
taberna punto de reunión de pintores, escritores e intelectuales que abrió sus
puertas en 1897, tiempo en que los gatos eran considerados un símbolo de
modernismo en la cultura artística y literaria de Cataluña.
1067. "Mis gatas tienen seis años y se
llaman Mirta y Rebeca. Les puse así porque son nombres típicos de tías judías
en Argentina y como mi segundo apellido es Katz, que quiere decir gato en
alemán, son las señoras Mirta y Rebeca Katz", apunta a infoLibre Alejo
Stível. "Tuve toda mi infancia un gata que tuve que abandonar cuando me
vine exiliado a España. Fue muy duro para mí porque la tenía desde los dos años
y yo me vine a los 17. Fue muy triste dejarla, pero estaba muy mayor y yo me
venía en barco y no la podía traer". Tras aquella primera relación gatuna,
Mirta y Rebeca entraron en la vida del músico y productor musical a través de
la que en ese momento era su novia, un poco en contra de su voluntad por aquel
"trauma" del pasado: "Me dio tanta pena despegarme de esa gata
que no quería volver a sufrir. Pero bueno, me las trajo y la verdad es que se
lo agradeceré de por vida porque son una compañía genial. Lo fueron en la
pandemia y, en general, me dan mucho cariño, tanto cuando llegaron como ahora
que vivo solo. Me dan paz y compañía. Son geniales".
1066. “Que cómo me ha ayudado la escritura? Me ha
sacado del país, me ha permitido ganar dinero y mandarles comida a mis gatos.
Vivo en el medio oeste estadounidense, en la casa de mi suegro, con una gata
que siempre es tema de conversación a la hora de la cena. Los felinos pueden
ser el hielo y también aquello que lo rompe. Mi proceso migratorio está ahí,
como un grillete que a veces nos distrae y a veces nos ahoga en incertidumbres.
Pero mientras espero también sueño: que cae la dictadura, que mis hermanas
consiguen trabajo, que puedo mandar a buscar a mis gatos, que les llego de
sorpresa a los viejos con un saco de pistachos y perfumes Carolina Herrera” le
dijo la poeta venezolana Enza García Arreaza a https://letralia.com/
1065. “En el Père-Lachaise de París, Marcel Proust sigue escarbando en el drama humano. El cementerio da morada a los mitos, así ha sido desde su inauguración en 1804. Es destino de turismo fetichista, y cantar en la tumba de Jim Morrison o leer poemas en la de Apollinaire es más imperioso que visitar la Torre Eiffel. En las noches con el cementerio cerrado los gatos lo ven todo, aman la oscuridad, se desmaterializan silenciosos, caminan entre los ángeles de mármol y ven los espíritus fosforescentes de los habitantes. Marcel Proust en vida nunca pudo tener un gato por su terrible asma, pero aquí despojado de ese cuerpo enfermo, habitando en un cuerpo sutil, charla con todos, y según su personalidad y estilo los nombra como sus personajes: Odette, Charlus, Madame Guermantes, Albertine. Marcel Proust poseía una personalidad felina en su cotidianidad y hábitos de escribir, era noctámbulo, misterioso, suave y elegante. En el cementerio lo rodea una banda de felinos con salvaje indiferencia y lealtad. El proyecto de Proust era que la trama de su novela fuera una línea continua en el tiempo, por eso quedó inconcluso el último volumen, “El tiempo recobrado”, aquí la sigue escribiendo con la ayuda de los gatos. Deambula pausado entre los pasillos, observa a los felinos y los incorpora en la trama, las historias se complican, y como cada gato posee una personalidad única, una apariencia irrepetible, Proust ve en ellos el estilo, refinamiento y la pasión de sus personajes. Los gatos le han solicitado que les describa con todas sus virtudes, belleza, silencio, astucia y agilidad, lo demás es prejuicio humano. Parte de la incomprensión que tenemos hacia la naturaleza es que le asignamos nuestros vergonzosos defectos y nuestras miserables virtudes. Proust sigue escarbando en el drama humano, custodiado por los gatos, cada noche entrevista a algún personaje, le pregunta su vida, le escucha sin juzgarlo, fascinado en su morbo, sigue construyendo su monumental novela. Las más de cien especies de pájaros que anidan en los ancianos árboles le llevan los chismes, entre otros hay pericos, petirrojos y miles de gorriones. Los gatos también observan a los pájaros con curiosidad científica, obviamente. El tiempo recobrado se consuma lejos de la enfermedad y del dolor, la realidad se arrodilla ante la ficción.” (Extractado de Marcel Proust – “La vida del cementerio” por Avelina Lésper, publicado en https://amp.milenio.com/)
1064. En la azotea, la casa del vecino,
deambulando por las calles o hasta en la luna, son apenas algunos de los
lugares en los que podríamos sospechar que se metió nuestro gato, ese pequeño
bribón de cuatro patas explorador de nuevos terrenos. Ésta y otras
posibilidades sobre el paradero de nuestras mascotas cuando se alejan del hogar
imagina Evelyn Moreno en “Gato, ¿estás ahí?”, libro con el que recientemente se
hizo merecedora del Premio Hispanoamericano de Poesía para Niños 2020. La obra,
ganadora del premio convocado por el Fondo de Cultura Económica y la Fundación
para las Letras Mexicanas, es un poemario narrativo integrado por 30 poemas en
los que su autora reflexiona el tema de la pérdida de un ser querido a través
de la voz de una pequeña niña que busca a su gato.
1063. “También tenía un tío muy rico, soltero,
homosexual, que vivía con un gato. Ese tío no podía entrar en la casona de los
Barclays en los suburbios porque el padre de Barclays, déspota pistolero, decía
que a su casa “no entraban mariquitas”. El niño Barclays admiraba a su tío con
fama de “mariquita”. Alguna vez su tío, que tenía una lengua viperina, le dijo
en la playa: -Mi gato es mucho más inteligente que tu papá y tu mamá. Tu papá
necesita pistolas para sentirse importante: mi gato no. Tu mamá necesita creer
en Dios para sentirse importante: mi gato no. Todos los gatos son ateos.
Cualquier gato es más inteligente que tú…” (Fragmento del relato “El perro y la
gata” publicado en https://www.abc.es por Jaime Bayly, en la foto durmiendo con
su gata Gati encima)
1062. “Soy una gata atropellada por un auto /
Cuando regresaba a casa crucé la calle / y no pude ver a la desgracia que venía
/ no pude verla con mi único ojo sano / Soy una gata triste que quedó tirada
sobre el pavimento / Cuando mi cuerpo ya estaba aterido y enfriándose / sentí
que me levantaban / y unas lágrimas caían sobre mi pecho / Me pusieron en una
caja de cartón / y me trajeron hasta aquí cerca del río Dulce / Sé que me
recuerdan pero casi nadie sabe donde queda mi tumba / Me enterraron junto al
tercer eucaliptus / hacia el sur de la calle Alsina” (“Gordi”, poema del
sociólogo, poeta y escritor de Santiago del Estero Carlos Virgilio Zurita)
1061. “Hasta donde recuerdo siempre he tenido un gato. Crecí en tres barrios de Santiago: Vivaceta, Matta y San Miguel, en casas en las que siempre hubo un gato oficial, parte de la familia, más la pandilla de gatos que se acercaba en busca de comida. El primer gato «compañero oficial» se llamó Esteban, era un felino sin raza determinada o felix chilensis choro. Se perdía durante el día, pero al atardecer regresaba y yo lo escuchaba ronronear sus aventuras de pandillero indomable. Por las noches, antes de ir a la cama, él y yo nos pegábamos a la radio para escuchar las emisiones por onda corta en español de Radio Neederland y Radio Moscú. Viajábamos juntos con ellas…” cuenta en un reportaje en la revista ‘La Gata de Colette’ Luis Sepúlveda Calfucura, gatófilo escritor, periodista y cineasta chileno, autor de inolvidables cuentos y novelas, en la foto con Camarada Esteban III.