Un buen verso es una nueva exuberante versión
Que un mismo incierto destino comparte
Con cada una de las que lo precedieron…
Y tanto que si llegás a leer dos veces el mismo
Puede que sea porque ya se volvió un desierto
1260. Banjo fue un siamés amigo del gran actor Anthony Perkins quien, en una entrevista, descarto de plano: “No soy insociable. La presión que vivo en mi trabajo no me deja mucho tiempo para sociabilizar o hacer otras amistades”, aunque enseguida admitió “tampoco considero que sean definitivamente necesarias ya que vivo muy bien rodeado de verdaderos confiables amigos, mis gatos.”
1259. “Por dentro las montañas se estremecen / Cualquier roca o pensamiento / Una flor, una luz, un gato, una estrella / Un cuenco de arroz o una flecha / Déjalos fluir / Nada nunca deja de estremecerse” (Poema de Lenore Kandel (1932-2009), poeta de la beat generation y la contracultura hippie)
1258. Lo ames o lo odies al polémico Howard Stern
debes saber que junto con su esposa Beth son amantes y protectores de los gatos
en serio. Han criado ya a más de 1200 gatitos con necesidades especiales y les
han dedicado un ala entera de su confortable residencia. En un día cualquiera
promedio reciben como si nada a 20 gatos
que les lleva la gente, encontrados en las calles o en los parques o debajo de
los puentes. Howard ya sabemos es una existosísima personalidad por sus shows
en la radio y televisión estadounidense. De modo que está siempre muy ocupado
pero por celular supervisa las actividades de Beth, quien es la portavoz de
“North Shore Animal League”, además de utilizar sus plataformas para abogar
ante sus oyentes y espectadores por el rescate y la adopción de gatos,
particularmente los gatos con discapacidades que desafortunadamente no son
adoptados tan asiduamente y son en cambio sacrificados con demasiada
frecuencia. Para adoptar (y esto es muy real) envíenles un correo electrónico a
Howard Stern y a Beth a bethsternfosters@gmail.com y verán.
1257. "Me increpó un gato mientras comía un
pedazo de pastel. Su pequeño hocico apareció repentinamente entre los arbustos
y parecíamos los dos sorprendidos, por un momento. Era un gato robusto, de un
color anaranjado descolorido, con las orejas masticadas y la mirada dura de
viejo guerrero que sobrevivió a incontables batallas. Me miró de cerca y sin
dudarlo empezó a lamerme la cara. No caigo aún de ese afecto repentino. Todavía
tenía rebanadas de pastel de amapola en mis mejillas y mentón, pegoteadas entre
mis lágrimas. Claramente estaba en eso, pero no me importaba. La sensación de
esa cálida y áspera lengua en mi cara me trajo una sonrisa inesperada. Cerré
los ojos y me di el gusto. En ese momento no me importó lo que había detrás de
esos gestos. Lo que importaba era que una cara amistosa y una lengua cautelosa
daban allí todas las apariencias de ternura y compasión. No necesitaba más para
ser feliz. Cuando terminó de limpiarme me sentí mejor, como si el mundo de
repente me volviera a ofrecer posibilidades y amistades que no podía ignorar.
El gato me frotó ronroneando y traté de imitar su ronroneo. Ambos compartimos
ese sonido reconfortante y él parecía entender. Saqué las sobras del pastel que
tenía en mi bolsillo y se lo ofrecí. El gato olfateó interesado, puso su nariz
en la mía y su cola rígida señaló su aprobación. Así me arrancó un poco de
oreja con un mordiscón y fue en ese momento que me di cuenta: valía la pena
vivir de nuevo. Unos minutos después, salí de mi choza, con las manos en los
bolsillos silbando, con el gato siguiéndome fielmente. Siempre he pensado que
si quieres ser amado verdaderamente mejor te guardes unas sobras de pastel
entre tus cosas.” (Romain Gary, autor de la novela “Promesa al Amanecer” en la
que se basó la película homónima dirigida por Jules Dassin y protagonizada por
Charlotte Gainsbourg y Pierre Niney)
1256. Jim Davis es el creador de la historieta
del gato perezoso amante de la lasagna que con el nombre de Garfield adquirió
fama en 1978 y desde su aguda perspectiva felina discurrió de forma burlesca
respecto de las más acuciantes problemáticas mundanas, diríamos, como la
existencia de los días lunes o de las dietas, por ejemplo. Desde la tira de
historieta Garfield luego eclosionaría en la televisión en 1982 con su programa
“Aquí viene Garfield”, el que que se convertiría en 1988 en “Garfield y sus
amigos”, instalándose definitivamente como personaje animado independientemente
de las modas y tendencias del negocio televisivo.
1255. “La anécdota que más me impresionó de James
Dean fue aquella en la que relató cómo se preparaba para sus respectivos
papeles, cómo se mentalizaba tanto para subir a un escenario como para estar
frente a la cámara. Fue cuando dijo que estudiar a los gatos lo ayudaba a
relajarse y concentrarse. Para él, los gatos eran los animales más relajados.
Exteriormente tranquilos pero, en su interior, pura energía, tensión, introspección, nervios y contemplación. De ahí que se proponía imitar los movimientos de
los gatos, su parpadeo, por ejemplo. Los seres humanos parpadeamos rápidamente,
los gatos lo hacen muy lentamente. Traté de poner algo de todo eso en mi
Garfield”, dijo Jim Davis, creador del exitoso gato de historieta. (En la imagen
vemos a James Dean con Louis XIV, el siamés del fotógrafo Sanford H. Roth, gato
adorado por el actor)
1254. “No voy a dejar que la tristeza me venza. Anoto la frase con mi mejor caligrafía llena de arabescos en una tarjeta color hueso, poniendo especial atención a la letra Z, una criatura peligrosa. Dejo la nota sobre la mesa, apoyada contra el frutero frente al que desayuno cada día. Ahí descansa durante dos semanas. La miro cada día, y cada día asiento al leerla como si cada día leyese algo nuevo en ella. Luego, una mañana, la sostengo a contraluz, la hago danzar entre mis dedos y la rompo en cuatro pedazos, antes de salir a la calle a buscar respuestas en la brutalidad sin concesiones de la ciudad. No hay que inventar nada, comprendo, todo ha sido escrito en sus adoquines, no queda ningún camino que no haya sido recorrido ya mil veces, ninguna historia que no haya sido ya contada hasta la extenuación. ¿En qué punto de esas historias me perdí?, ya no importa, nunca ha importado: la vida necesita de nuestra sumisión, no de nuestra comprensión. Cierro la puerta de casa como el condenado que sabe que no podrá regresar y allí, en la escalera que desciende a la plaza, me encuentro con el gato negro. Me observa lleno de curiosidad, una criatura imperturbable, sin miedo y convencida de su lugar en el mundo. Nos quedamos quietos, desafiándonos con la mirada. No estoy seguro de si quiere bloquear mi camino, o si pretende que lo siga para mostrarme el mapa del laberinto en el que se enredan mis días y cuya salida no encuentro porque camino con los ojos pegados al suelo. Se trata de un gato, concluyo, pueden ser las dos cosas al mismo tiempo… o ninguna de las dos.” (“El gato negro”, prosa y fotografía publicadas el pasado 2 de abril de 2025 por Beauséant en su impecable muy recomendable blog https://www.elartistadelalambre.net/)
1253. Cuenta el escritor y periodista Antonio Dal
Masetto: “Una noche estábamos en un bar del Bajo y el gordo Soriano se puso
serio de golpe. ‘Antonio, te tengo que decir algo’. ‘¿Qué pasa, Osvaldo?’ ‘A
vos no te va a ir bien con los libros’. Y yo me quedé mirándolo: es lo peor que
se le puede decir a alguien que pretende escribir. ‘¿Por qué me decís eso,
Osvaldo?’ ‘Porque en tus libros siempre hay un gato maltratado’. Lo miré
alarmado. ‘¿Y ahora qué hago? Porque ya está todo publicado’. Bueno –me dice–,
mirá, vos sos un tipo al que le gusta andar por los bares, volvés tarde a tu
casa, y de noche siempre hay gatos por ahí que andan deambulando. Cuando veas
uno, trata de hacerte amigo. ‘¿Y cómo?’, le digo. ‘Acercate despacio, hablale,
tratá de acariciarlo’. Lo que me estaba diciendo era que si yo lograba captarme
la simpatía de un gato o dos en la comunidad internacional de los gatos se iba
a correr la bola de que finalmente yo no era un tipo tan terrible sino que era
una buena persona y por lo tanto por ahí me daban piedra libre para que los
libros funcionaran. Al principio me costó aceptar la idea de ponerme a hablar
con los gatos vagabundos de mi barrio. Pero esa misma madrugada, regresando al
departamento, apenas me crucé con un gato me detuve y ensayé el primer
acercamiento. Y seguí probando en las noches siguientes. Y en los meses
siguientes. Y todavía lo hago. Seguramente ya no para hacerme perdonar mi falta
sino para intentar con los gatos un diálogo que nos devuelva durante un rato la
querida imagen de Osvaldo Soriano.”
1252. El pasado 31 de Marzo un incendio arrasó el refugio Happy Cat Sanctuary que Christopher Arsenault había construido con tanto esfuerzo y pasión. Chris, en otro acto más de coraje y amor incondicional, se adentró entre las llamas para salvar a los seres que más amaba: sus gatos... El refugio albergaba a más de 300 gatos de los cuales aproximadamente lograron salvarse 200. Lamentablemente Chris también perdió la vida adentrándose en el fuego. Él no sólo fue un rescatista sino también un ejemplo de entrega y compromiso con sus sentimientos y convicciones. Esta historia nos duele muy profundamente, pero también nos inspira a seguir luchando. Su legado vive en cada vida de cada gato que protegió y en cada corazón que hoy lo recuerda con respeto y admiración. Desde aquí nos unimos al dolor de todos los que lo conocieron y supieron valorarlo. Descansa en paz, Christopher Arsenault. Tu vida fue un gran acto de amor. (Texto replicado por todos los grupos y asociaciones protectoras de gatos de Facebook)
1251. Con profundo dolor y nuestra admiración de
siempre queremos rendir homenaje a Christopher Arsenault, fundador del Happy
Cat Sanctuary de Long Island, Nueva York, quien fervientemente dedicó los
últimos 15 años de su vida a una misión noble y conmovedora: dar hogar, amor y
dignidad a todos sus gatos rescatados de las calles. (Homenaje replicado por
todas las asociaciones protectoras de gatos en Facebook)